Hace una semana.
La cabeza de Xi Ping palpitaba mientras estaba encorvada en la habitación tenuemente iluminada, la semana de tormento que había soportado pesaba mucho en su cuerpo.
Wei Long había aprovechado cada oportunidad para hacerla sufrir, comidas tardías que apenas eran suficientes para mantenerla viva, bofetadas frecuentes cuando se atrevía a hablar y burlas destinadas a aplastar su espíritu.
Ella desempeñaba el papel de una cautiva quebrantada a la perfección, ocultando su furia detrás de un velo de sumisión.
Pero algo estaba mal.
Durante días, había intentado invocar sus poderes en secreto, solo para descubrir que ni su teleportación ni su supervelocidad respondían.
Peor aún, su super fuerza, la carta oculta en la que había confiado como su as, también estaba suprimida.
La realización la había sacudido, pero ella sabía que no debía dejar que Wei Long viera su pánico.