Su abuelo, el antiguo comandante del ejército Wang Shiqing, fue directamente a otro cuarto de la casa. En esta habitación, rodeada de pinturas y llena de pintura, tintas, pinceles y lienzos, su esposa estaba sentada en un balcón en una silla de ruedas.
—Esposa —la llamó con entusiasmo.
La mujer a la que se refería como su esposa giró la silla de ruedas y sonrió suavemente.
—¿Qué sucede, por qué sonríes tan felizmente? —preguntó ella.
Él se acercó a ella, le tomó la mano suavemente y dijo:
—Tengo noticias increíbles, nuestra hija menor nunca murió. Está viva y bien y vive muy cerca de nosotros. Voy a llevarte a verla ahora.
El shock visible en las manos de su esposa era innegable. Ella intentaba hablar mientras su boca se movía, pero las palabras parecían haberla abandonado.
Él apretó más fuerte las manos de su esposa y la aseguró:
—Hay pruebas de ADN. Fue robada de ti y entregada a alguien más después de tu accidente.
—Bu...bu...pero... —su esposa luchaba por hablar.
