La pista de hielo se llenó de otras familias, parejas y niños, tal como Chi Lian lo había imaginado. Se podían escuchar pequeños gritos de emoción desde todos los rincones del lugar mientras la gente se divertía.
Mei-Mei estaba tan emocionada como Chi Lian había predicho. La niña vibraba con toneladas de energía, estaba en brazos de su padre y ya estaba retorciéndose, tratando de liberarse para poder ir a jugar.
—Te dije que este lugar sería divertido —dijo Chi Lian a Muyang con arrogancia.
—Sí, lo hiciste —Muyang la complació sonriendo y no diciéndole que acababa de decir esas palabras cuatro veces desde que llegaron.
—¿Comemos primero o jugamos? —preguntó ella con entusiasmo.