Las voces altas despertaron a los niños, mientras que Mei-Mei ya estaba familiarizada con todos los presentes, el pequeño monje apretó sus brazos alrededor del cuello de Chi Lian. No era bueno interactuando con extraños; hasta ahora la única persona en la que confiaba completamente era su madre.
—Está bien bebé —ella lo mecía un poco—, estos son miembros de nuestra familia y no te harán daño —le aseguró.
—Chi-Chi —su madre se acercó ansiosa—, dame a mi nieto, no lo he visto en todo el día —mamá Chi se quejó y trató de tomar al pequeño monje de las manos de Chi Lian. El niño, sin embargo, se negó, aferrándose a Chi Lian como un monito a un árbol.
—Todavía está bastante irritable madre; te lo daré cuando esté más calmado —dijo Chi Lian mientras bajaba la capucha que cubría la cabeza del pequeño monje. Con toda la gente en la casa, seguramente alguien comentaría sobre su falta de cabello. Ella no quería esa negativa atención en su bebé—. ¿Quién organizó esta fiesta madre? —preguntó.