El anciano recobró la conciencia y miró a su alrededor confundido.
—¿Qué sucedió? —preguntó.
—Tuviste problemas cardíacos y te desplomaste. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te emociones tanto? ¿Estás tratando de morir y dejarme atrás? —lamentó la vieja señora.
—Pero me siento bien, cariño, mírame, ¿no estoy aquí contigo todavía? —preguntó—. Estoy lleno de energía. —Intentó levantarse de la cama.
—¿Qué estás haciendo? —gritó preocupada He Weili.
Para su asombro, el viejo maestro se levantó de la cama y se puso de pie firmemente. No había encorvamiento en su espalda ni gemidos sobre lo mucho que le dolía, como solía ser el caso.
El viejo maestro incluso dio algunos pasos por su cuenta sin necesidad de un bastón para caminar.
—Mira, me siento como cuando tenía cuarenta años. —dijo—. Incluso salté dos veces.
—¿Cómo? —preguntó la vieja señora.