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Chi Lian y Cerdito salieron del restaurante lentamente, siguiendo a Squirrel que se había autodesignado conductor por el día.
—Maneja con cuidado al jefe —enfatizó Cerdito.
—Sí —respondió humildemente Squirrel.
Chi Lian sonrió levemente y sacudió la cabeza. Según los archivos que el viejo tigre compiló para ella, a Squirrel le gustaban las velocidades altas. De vez en cuando participaba en carreras callejeras ilegales por diversión. Si él estaba al volante de cualquier coche, era seguro asumir que en algún momento pasaría un semáforo en rojo. No podía resistir la tentación.
—Lo digo en serio, Squirrel; si pasas de sesenta te patearé el trasero —Cerdito le advirtió una vez más.
—Tsk, ya te oí. No pondría la vida del jefe en peligro imprudentemente —aseguró él.