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Lo primero que tocó al despertarse por la mañana fue un cuerpo cálido y sólido. Abrió los ojos y echó un vistazo a la cara de Muyang. Su corazón dio un salto alegre.
—Mmm —gimió ella mientras sus manos acariciaban el pecho de arriba abajo. Buscando calor, se acurrucó contra ese pecho y cerró los ojos.
—¿No vas a despertarte? —la voz de Muyang penetró en su mente de manera contundente.
—No —respondió ella somnolienta.
Muyang sonrió con malicia y tocó su cabeza, alejando el cabello de su cara. Admiró su belleza por un rato antes de preguntar —¿No vas a la oficina?
—Soy la jefa, voy cuando quiero —respondió ella a regañadientes. Todo lo que quería era dormir todo el día. El calor de la cama era demasiado agradable para dejarlo. Ni una vez sus traviesos dedos dejaron de recorrer su pecho. Estaba usando su dedo meñique para trazar los abdominales en su estómago. Cuando sus dedos se deslizaron más abajo, él le atrapó la mano y la inmovilizó.