El agarre que Muyang tenía sobre el hombro del doctor era fuerte. Sus dedos se clavaban dolorosamente en el hombro. El joven doctor se estremeció e intentó deshacerse de la mano pero no se movía.
—Señor, me está lastimando —se quejó.
—Bien —susurró Muyang con una voz peligrosamente suave—. Si me mientes, te haré más que daño —amenazó al joven doctor. Su voz sonaba como la de uno de esos villanos de televisión justo antes de asesinar brutalmente a sus víctimas.
El joven doctor no pudo evitar estremecerse preocupado. ¿Quién era este diablo y qué quería? Mami, quería correr y esconderse en su laboratorio.
—¿Estamos en sintonía? —preguntó Muyang.
—Sí, señor —respondió el joven doctor con una voz temblorosa.