Observándose mutuamente como presas, en una sala llena de tensión, ninguno de los dos hizo movimiento alguno por un rato. Cada uno intentando evaluar qué haría el otro a continuación.
Para Chi Lian, si la mujer frente a ella hacía cualquier cosa menos tocar esa máscara, su pistola saldría a relucir.
—¿Vas a quitarte la máscara o no? No tienes esperanza de vencerme y si insistes en enfrentarte a mí en otra pelea, solo uno de nosotros saldrá vivo de esta habitación. Por mi parte, tengo los medios para salir impune de un asesinato, ¿tú? —preguntó la mujer con seguridad. Su voz no expresaba más que verdad y su actitud era calmada. Solo un tonto dudaría de sus palabras.
La mujer rápidamente tomó una sábana de la cama y la retorció alrededor de sus manos como una cuerda.
Chi Lian se burló y tocó el bolsillo trasero.