—Chi Lian, ¿estás segura de que tienes hambre?
—Sí —asintió para enfatizar—. Muy, muy hambre —rogó. Ni siquiera había notado que la mano de Muyang ya no le estaba acariciando el vientre. Se movía en una dirección completamente nueva, hasta la mirada en sus ojos había cambiado, era como un tigre mirando a un conejo que rogaba ser comido.
—Entonces, ¿quieres que te alimente? —preguntó él con voz ronca.
—Sí.
—Ji-ji —Muyang rió malévolamente y luego los volcó. Ahora él estaba acostado sobre ella—. Dado que quieres que te alimente, me aseguraré de satisfacer todos tus antojos esta noche —dijo, mientras acariciaba su rostro con su mano—. Asegúrate de comer bien —susurró.
Chi Lian quería gritar, 'no lo digo en ese sentido. Tengo hambre de comida.' Pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Lo observaba inclinarse y rozar sus labios sobre los de ella dos veces. Su corazón ya no solo latía en silencio; retumbaba fuertemente como un tambor.