—¡Serena! ¿Por qué no contestas tu teléfono? —La voz de Aiden llenó la habitación mientras entraba en su oficina, con urgencia en su tono.
—¿Aiden? ¿Qué pasa? ¿Por qué estás aquí? —Serena parpadeó, levantando la cabeza de su escritorio con una expresión somnolienta mientras se despertaba de repente.
—Espera... ¿Dormiste aquí? —Él frunció el ceño, sus ojos agudos escaneando la habitación y la manta tirada sobre la silla.
—No exactamente por elección —ella se estremeció, rodando su cuello rígido—. murmuró, frotándose las sienes.
Aiden se movió detrás de ella sin decir una palabra, sus manos se posaron en sus hombros para masajear la tensión. —Vas a arruinar tu salud de esta manera. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a casa?
—El tío Mateo me estaba acosando por el dinero. Se lo di esta mañana temprano, solo para detener las llamadas constantes —Serena suspiró, inclinándose ligeramente hacia su toque.