Después de despedir a su tío, Serena regresó a la pequeña habitación que había convertido en un dormitorio improvisado. La puerta chirrió suavemente al empujarla, sus pasos se ralentizaron mientras se quedaba inmóvil en su lugar.
—Aiden —dijo ella, su voz apenas un susurro.
Él estaba allí, descansando en la silla como si perteneciera al espacio, sin embargo, su presencia lo consumía por completo. Su mirada encontró la de ella, oscura e intensa, un calor hirviendo en sus ojos que le enviaba un escalofrío por la espina dorsal. Su corazón se aceleró y dio un paso vacilante hacia adelante, como si estuviera compelida, sus labios se entreabrieron mientras luchaba por encontrar su voz. —¿Por qué me miras así? —finalmente logró decir, su tono teñido de curiosidad y un destello de inquietud.