Mateo miró a la joven, su expresión una mezcla de incredulidad y admiración a regañadientes. Nunca en su vida podría haber imaginado que Serena desentrañaría todo tan minuciosamente. Incluso Edward no había podido descifrarlo hasta el final.
Incluso Edward, con toda su astucia y recursos, falló en unir las piezas hasta el final. Sin embargo, aquí estaba ella, compuesta y segura de sí misma, como si las respuestas siempre hubieran estado a su alcance para descubrir.
Los labios de Serena se curvaron en una tenue sonrisa al notar su reacción. —A juzgar por tu expresión, diría que lo he hecho bastante bien —dijo, su voz llevando un filo de diversión—. Parece que he conseguido todo correcto, más o menos. Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras se asentara antes de continuar—. Ahora, si hemos terminado de maravillarnos con mis deducciones, creo que es hora de que volvamos a la propuesta que tengo para ti.