—¡Abuela! ¡Nos diste un susto de muerte! —exclamó Serena en cuanto la vio sentada en la cama del hospital, sonriendo.
La abuela soltó una risita suave, abriendo sus brazos. —Yo también me llevé un susto, querida mía. Ahora, ven aquí y dale un abrazo a tu vieja abuela. Es la mejor medicina.
Sin dudarlo, Serena caminó rápidamente hacia la mujer mayor y la abrazó ligeramente, sintiendo como si hubiera perdido mucho peso de repente. Estuvo casi tentada a abrazarla fuertemente para asegurarse de que realmente estaba bien, pero Serena se contuvo sabiendo que podía lastimar a la abuela.
Sin embargo, la abuela pareció notar su debilidad ya que le dio una palmadita en la mejilla y luego dijo, —Ven aquí, siéntate a mi lado. Estás temblando. Pareces más asustada de lo que me siento.
Serena forzó una sonrisa débil mientras se acomodaba en la silla. —Es solo que… estábamos tan preocupados. —La voz de Serena flaqueó, alcanzada por sus emociones.