Mateo Dawn se reclinó en su asiento, soltando un largo suspiro de alivio mientras cerraba los ojos. Finalmente, era libre. Libre de las garras de las expectativas que lo habían agobiado durante tanto tiempo, libre del constante tirón entre sus deseos y las exigencias de todos los demás: sea su esposa siempre quejumbrosa, su madre necesitada, su tío vengativo, su madrastra amenazante y sus hijas mimadas. ¡Todos se habían convertido en la perdición de su existencia!
Por primera vez en lo que parecía una eternidad, no había a quién responder, no había planes que ejecutar, no había máscaras que llevar puestas y no había juegos mentales que jugar. Finalmente podría desaparecer en la vida tranquila con la que soñó, sin ser molestado y fuera del alcance. Pronto, su vuelo estaría listo para abordar, y en el momento en que dejara este país, Mateo Dawn desaparecería para siempre.