Los alfas frenéticos eran difíciles de manejar. No temían al dolor o a la muerte. Algunos podrían llamarlos pensadores lentos, pero sus movimientos eran ágiles y poseían los instintos y la alerta de una bestia salvaje.
El joven que estaba frente a Yuri era un ejemplo perfecto, y era un verdadero dolor de cabeza.
Ya era hora de ponerse dura, decidió Yuri.
Apresando los dientes, balanceó una cuchilla hacia los ojos del hombre. Él esquivó instintivamente, y ella aprovechó la oportunidad para asestarle una patada en el vientre.
Con un estruendo atronador, el hombre se estrelló contra la pared y cayó al suelo.
Sin perder un momento, Yuri avanzó rápidamente, dando un golpe rápido en la nuca del hombre, dejándolo inconsciente.
Y con eso, todos los alfas fueron neutralizados.
Yuri no se molestó con los betas en el laboratorio y salió rápidamente.
El olor aquí era demasiado intenso. Si se quedaba más tiempo, temía que algo podría salir mal.