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—¿Qué demonios estás haciendo? ¡Suéltame ahora, o gritaré pidiendo ayuda! —amenazó Abigail.
Pero Nathan solo le dio una sonrisa de suficiencia, chasqueando la lengua.
—Soy el Jefe en esta casa. ¿Crees que se atreverían a venir a rescatarte de mí? —dijo Nathan con despreocupación antes de volver a su lado.
—¿Y qué hay de Ethan? ¡Le diré que—! Abigail no pudo terminar sus palabras cuando de repente Nathan levantó una lencería femenina justo por encima de su rostro.
El sostén le parecía familiar. Sus ojos se abrieron de par en par en cuanto lo reconoció.
«Eso es mío. ¿Cómo es que él todavía tenía esto? Ya lo había tirado en el cubo de basura», pensó Abigail para sí misma incrédula.
—¿Qué estabas haciendo en mi habitación? ¿Y cuál es tu propósito al dejar esta cosa debajo de mi cama? ¿Estás insinuando que algo pasó entre nosotros? —preguntó Nathan severamente, una expresión fría se asentó en su guapo rostro.