Oliver se sobresaltó. Más que la impactante sentencia de que alguien había sido asesinado en el hospital, le preocupaba la primera mitad de la frase de la enfermera.
—¿Mi... Alpha? —soltó Oliver con voz forzada. ¿Había muerto y llegado a un universo alternativo? ¿Desde cuándo tenía un Alpha?
—Ese —la enfermera exclamó de un soplo—. ¡El hombre bestia con alas y cuernos! ¡El que ha permanecido siempre a tu lado durante tu hospitalización!
Antes de que Oliver se diera cuenta, había arrancado las vías del suero e indicador de ritmo cardíaco. Al diablo el dolor. Todo su cuerpo gritaba en protesta por el esfuerzo repentino. Apretó los dientes.
—¡Guía el camino! ¡Date prisa! —le ordenó a la enfermera.