—¡P—Perdón. De verdad, ¡lo siento mucho! —El camarero gritaba una y otra vez, su voz y pasos se desvanecían gradualmente hasta que solo quedó un pesado silencio arrastrándose entre los dos hombres encerrados.
—¿Qué tan ingenuo eres? ¿O debería decir... estúpido? —Zion marcaba el ritmo con los dedos sobre su muslo y encendió otro cigarrillo. El parpadeo de la llama proyectaba sombras en su rostro, haciendo que su ya fría expresión se volviese aún más gélida—. ¿Tu amo no te advirtió que no siguieras a cualquiera a tu antojo? Si no... quizás no te valora tanto como crees que lo hace. —Inclinó la cabeza hacia atrás, el humo blanco salía de sus labios—. ¿No te advirtió que... yo, Zion Tenley, nunca dejo pasar a nadie que me haya ofendido?
