Lu Yizhou había despertado sintiéndose el más tranquilo que había estado en meses. Su cuerpo estaba liviano y placentero, excepto por algunas heridas que ya se habían coagulado, y había un cuerpo cálido y desnudo desparramado sobre él. Por un momento, sintió que podía olvidarse de todo; quién era, qué estaba haciendo allí, los problemas que lo esperaban. Simplemente quedarse en la cama y deleitarse con la presencia de su amante parecía todo lo que podría haber pedido. Pero entonces, 666 tuvo que elegir ese preciso momento para reventar su burbuja.
—¡666 sabe que estás despierto, Anfitrión! ¡No finjas más! ¡Toc-toc, despierta y brilla! ¡Este no es el momento de holgazanear en la cama! —666.