—¿Hola? —dijo Song Yan al contestar la llamada sin saber que detrás de ella, su hijo actuaba como los grandes CEO en los dramas—. Aquí Song Yan, ¿quién habla?
—…Señorita Song, soy yo… —respondió una voz femenina vacilante haciendo que las cejas de Song Yan se fruncieran aún más. No podía discernir quién la llamaba con todo el ruido estático que venía de fondo—. Um, soy yo…
—¿Qué es eso de soy yo? ¿Soy yo? —espetó una voz anciana llena de vigor seguido del sonido de arrebatar el teléfono, seguido por otra ronda de regaños—. Soy yo... soy yo, ¿acaso eres una superestrella o qué para que ella pueda darse cuenta de quién la llama con una sola llamada?
—Pero papá, yo soy una superestrella.
—No me corrijas, idiota. ¡Yo soy la razón de que estés aquí! —espetó el anciano antes de acercar el teléfono a su oído y hablar en altavoz—. ¡Hola, señorita Song! Soy yo, el abuelo Au. ¿Me recuerda, verdad?