—Song Yan... no maestro, por favor quédate —Au Lisha escuchó las palabras de Song Yan y se sorprendió. ¿Irse? Si ella se iba, ¿qué pasaría con su hija? ¡De ninguna manera iba a permitir que Song Yan se fuera! Consternada, se levantó y corrió tras Song Yan, pero como tenía prisa, tropezó y cayó de rodillas. Sin embargo, Au Lisha no se atrevió a gritar de dolor, en su lugar detuvo a Song Yan, preocupada de perder la oportunidad de salvar a su hija si dejaba pasar esta oportunidad. Pálida de miedo y ansiedad, no le importó lo mucho que le dolieran las rodillas y se apresuró a detener a Song Yan. —Por favor, ayuda a mi hija.
Song Yan no habló, en cambio, se giró lentamente a su lado, Fu Yu Sheng se retiró lentamente dejando que su esposa manejara el asunto. Con una ceja arqueada, Song Yan miró a Au Lisha con la misma frialdad de siempre, sin decir nada, simplemente la miró sin palabras.