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—Hace tiempo, ¿no es así? ¿No estás feliz de ver a un viejo amigo?
El hombre suelta una risa ligera, comportándose como si se encontrara con un amigo perdido hace mucho tiempo, pasando su brazo casualmente sobre el hombro de Nick.
El hombre tiene un deslumbrante cabello corto dorado, con las puntas de su cabello teñidas de un blanco puro. Sus vibrantes ojos rojos están entrecerrados en una rendija, enfocados calídamente en el Arzobispo Nick. Hablando estrictamente, la apariencia del hombre era promedio. Es del tipo que pasaría desapercibido en una multitud.
Sin embargo,
Esta presencia aparentemente ordinaria irradia un aura apenas perceptible. Aunque no muestra ningún poder mágico o sagrado y sus palabras y acciones son amistosas, ejerce una presión sobre Nick que nunca ha experimentado antes, casi deteniendo su corazón.
Después de la llegada inesperada del hombre, los cuatro Enviados Sagrados de túnica blanca se arrodillan sin una palabra, dando sus saludos más sinceros.