—¿Qué? ¡No! —exclamé al voltear el cuaderno boca abajo.
¿Había páginas arrancadas? No, no parecía. Revolví más en el cajón, pero no pude encontrar nada más que se pareciera al cuaderno.
—¡Agh! ¡Maldición! ¿Qué clase de suspenso es este— —me detuve y me recompuse, respirando lenta y profundamente. Haa... Estaba siendo ridículo. Como si leer el diario de alguien no fuera moralmente dudoso, encima lo trataba como si fuera una novela.
*bofetada*
Jade pío sorprendido mientras yo me abofeteaba la mejilla, volando frenéticamente enfrente de mí. Pero no podía hacer caso de su preocupación.
En mi mano estaba el relato del sufrimiento de alguien, y sin embargo, lo trataba como un entretenimiento, quejándome de suspenso y demás tonterías.
—Eres basura, Val... —me reprendí a mí mismo y volví a colocar el cuaderno en la parte profunda del cajón.
Recogiendo a Jade en mis brazos, me levanté y salí de la habitación en silencio, la lámpara mágica se apagó mientras salía y cerraba la puerta.