—Nat... —Quería llamarlo en voz alta, pero descubrí que mi voz se desvanecía ante la intensidad de sus ojos. Sabía que no estaba enojado conmigo, pero una expresión tan fuerte en su rostro, cuando solía reprimir sus emociones frente a los demás, solo me indicaba que traía malas noticias.
—Solo... ¿qué tipo de malas noticias?
—Sentí mi garganta seca dentro del frío que emanaba de su cuerpo mientras las plumas negras se evaporaban. Mi voz se quedó atascada en mi lengua mientras él se movía hacia el sofá, aún con la furia hirviendo bajo sus ojos fríos. Y supuse que era lo mismo para todos los demás porque la oficina estaba en completo silencio.
—Sin palabras, me jaló mientras se sentaba bruscamente, lo que me hizo caer en su regazo. Aún sorprendida por el movimiento repentino, solo pude quedarme congelada cuando Natha apoyó su cabeza en mi hombro.