El duelo, o mejor dicho, el combate de entrenamiento, no terminó con el Guardia Principal.
Después de eso, el evento continuó con los soldados de élite, con el humano enfrentándose a varios demonios al mismo tiempo. De nuevo, siempre había una expresión preocupada en su rostro, pero la fluidez de sus movimientos no era más que material de veterano.
Para los soldados de la codicia que nunca habían llevado realmente su habilidad a la guerra antes, fue una experiencia reveladora. Aunque no se habían deshecho por completo de su miedo y aprensión hacia la sagrada arma, crecieron respetando a quien empuñaba una herramienta tan letal. Especialmente cuando recordaban cómo el humano regañaba a esa aterradora arma como si fuera un niño.