—Ya sentía la presencia del demonio cuando Natha me frotaba la espalda, por eso le pregunté si realmente íbamos a proceder a... ya sabes.
—Heraz, como alguien a cargo del espionaje e infiltración, debió haber sabido lo que estábamos haciendo en el momento en que aterrizó en el balcón. Y a través de mis sentidos agudizados, podía sentir su confusión y pánico. Probablemente estaba confundido sobre cómo debería proceder. ¿Debería irse ya que estábamos en medio de algo? ¿O debería quedarse ya que no habíamos hecho nada más?
—Probablemente no había ningún protocolo sobre cómo debía actuar en este tipo de instancias, ya que el Señor nunca había tenido un amante antes.
—Y ahora, estaba agachado frente a Natha y a mí, mientras nos movíamos hacia el frente de la chimenea. Su piel estaba más pálida de lo usual, y ni siquiera podía ver su rostro por lo profundo que estaba inclinándose.