—¿Una confesión? —Natha inclinó la cabeza y se apartó un poco.
Sus ojos seguían tranquilos, pero también cautelosos, quizás debido a mi tono serio. Natha se alejó un poco para que hubiera un pequeño espacio entre nosotros. Sin embargo, su mano no dejó la mía, sosteniendo con cuidado mis dedos.
—Está bien, vamos a escucharla.
Sentí que mi garganta se secaba y tragué antes de comenzar mi confesión. —Eh... entonces, vamos a la Guarida con Vrida, ¿verdad? Y luego, en el camino, pensé en alimentar a Jade con una bola de energía para que el pajarillo pudiera volver a ser un niño,
Hice una pausa para comprobar su reacción, y justo como pensaba, Natha se tensó. La sonrisa había desaparecido de sus labios, y los ojos plateados se volvieron agudos. Por supuesto, alguien tan inteligente como él no necesitaría que se lo explicara. Él ya sabía lo que tenía que hacer para adquirir esa bola de energía.