—De hecho, había pensado en proponerte matrimonio aquí —Natha confesó de repente cuando el cielo se puso aún más rojo.
Estaba a punto de llamar a Vrida y a Jade para que volvieran, pero ahora no podía porque entonces perdí la voz. O más bien, casi me atraganto de la sorpresa.
—Después de volver del Santuario, mientras miraba la puesta de sol y soñaba despierto, pensé en proponerte matrimonio aquí —Natha mostró una sonrisa tonta, una mancha roja en su mejilla; ya fuera un rubor o simplemente el reflejo de la última luz del sol.
—Me gusta tu propuesta —le dije sinceramente, tomando su mano de nuevo; una mano fría que me recordaba a la nieve que cae. —Somos nosotros. Nuestro encuentro, nuestro momento. Es algo que solo nosotros sabemos.
Y me encantó lo abrupto que fue, lo improvisado, lo impulsivo. Sabiendo cuánto le gustaba a Natha planificar las cosas de manera ordenada, la propuesta sabía aún más dulce.