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—¡Es pesadilla! —gritó Nat.
Les hacía señas al grupo de demonios que caminaban por el pasillo mientras yo regresaba de la torre de investigación. Zia dijo que quería visitar la biblioteca, así que me despedí de ella —y Jade saltó a su hombro— antes de acercarme al grupo que se detuvo al oír mi llamado.
Natha sonrió y extendió su mano, la cual tomé encantada. La besó, como un príncipe encantador, y me hizo reír levemente, antes de recordar que había más gente allí.
Me aclaré la garganta de manera incómoda pero no retiré mi mano porque Natha me dijo que debía acostumbrarme. —Umm, ¿a dónde van? —pregunté.
—Al almacén —Natha tomó mi mano y comenzamos a caminar de nuevo—. ¿Te gustaría acompañarme? Estamos organizando las cosas que llevaremos a la Gula.