Finalmente, el día había llegado. Todo lo que había planeado, todo lo que habíamos preparado, culminaba en este momento. Me encontraba en el muelle, observando el incesante ir y venir de los hombres cargando las últimas provisiones a bordo del Explorum Nova Tevra. El aire estaba impregnado del olor fresco y salado del mar, una mezcla que siempre me recordaba que este era mi lugar: entre el océano y el horizonte.
El sol recién nacido bañaba todo a nuestro alrededor en un dorado resplandor, prometiendo un día despejado, perfecto para zarpar. A lo lejos, las olas lamían suavemente la costa, casi como si el mismo océano estuviera esperando nuestra partida. Me di cuenta entonces de que no solo nosotros estábamos expectantes; el mar también nos llamaba, aguardando con paciencia a recibirnos.
La tripulación se congregó a mi alrededor, una mezcla de hombres curtidos por años de aventuras en el mar y jóvenes entusiastas que aún no conocían el sabor del miedo. Miré a cada uno de ellos, leyendo en sus rostros esa mezcla de emoción y nerviosismo. Sabían que este no era un viaje cualquiera; estábamos por embarcarnos en algo mucho más grande, algo que podría cambiar el curso de nuestra historia. La tensión era palpable, pero también lo era la determinación.
Subí a bordo del barco, recorriendo la cubierta mientras las velas aún reposaban. Me dirigí primero hacia Lysandra, mi primera oficial. Siempre firme y resolutiva, Lysandra no era una mujer a la que alguien quisiera desafiar en combate o en juicio. Nos conocíamos desde hacía años, y había demostrado ser más que capaz de manejar cualquier situación que se nos presentara. Su mirada se cruzó con la mía, llena de confianza.
—Capitán, dijo con una leve inclinación de cabeza, su tono calmado, pero en sus ojos podía ver el fuego de la aventura—. Todo está listo. Los hombres están ansiosos por zarpar.
—Y tú, Lysandra, respondí con una leve sonrisa—. ¿Ansiosa también?
Ella esbozó una sonrisa irónica.
—No todos los días navegamos hacia lo desconocido, capitán. Sí, estoy lista.
Asentí, tranquilo sabiendo que tenía a mi lado a alguien tan capaz como ella.
Cerca de la popa, Edwin, el joven cartógrafo que se uniría a nosotros para registrar cada milla de este viaje, estaba ya revisando sus instrumentos. Llevaba apenas unos meses en la tripulación, pero su pasión por la navegación y su talento con los mapas lo hacían indispensable para esta misión. Nos necesitábamos mutuamente; él trazaría el mapa de nuestras nuevas tierras, y yo lo guiaría hasta ellas.
—Capitán —me saludó con entusiasmo al verme acercar—. No puedo esperar a empezar. Imagínelo, seremos los primeros en cartografiar tierras que nadie ha visto antes.
—Así es, Edwin. —Le di una palmada en el hombro—. Haz que esos mapas hagan justicia a lo que vamos a encontrar.
Con mi tripulación lista y el Explorum Nova Tevra preparado, subí al puente de mando, mirando por última vez al puerto. El viento comenzaba a soplar con más fuerza, inflando ligeramente las velas. Era la señal que estaba esperando. Este era el momento. El instante en el que todo lo que habíamos planeado y soñado se convertiría en realidad.
—¡A las velas! —grité con la voz firme y resonante, sintiendo el eco de mi orden recorrer la cubierta—. ¡Estamos listos para zarpar!
De inmediato, la tripulación comenzó a moverse con precisión y coordinación. Los marineros izaron las velas con destreza, soltaron las amarras, y el barco, lentamente, comenzó a moverse. El viento llenó las velas, empujándonos suavemente hacia adelante. Sentí una descarga de energía recorrerme cuando el Explorum Nova Tevra dejó atrás el muelle. No había vuelta atrás.
El puerto, que siempre había sido un lugar familiar y seguro, comenzó a desvanecerse tras nosotros. Observé cómo las torres del castillo de Oftalmolecusamp se reducían poco a poco, hasta que solo eran un punto lejano en el horizonte. Habíamos dejado atrás todo lo conocido, todo lo que éramos. Y ahora, nos dirigíamos hacia lo desconocido.
El silencio de las aguas solo fue roto por el sonido de las velas y el viento. Mi corazón latía con fuerza, pero no era miedo lo que sentía. Era algo más. Anticipación, emoción. El futuro estaba abierto frente a nosotros, lleno de promesas y de desafíos, y yo, Alaric Stormwind, estaba decidido a enfrentarlos.
—Que el viento esté de nuestro lado, capitán —dijo Lysandra, acercándose a mí mientras observaba el horizonte.
Asentí, sonriendo.
—El viento y algo más, Lysandra. Vamos a hacer historia.
El mar, inmenso y misterioso, nos aguardaba.