★ Damien.
El consejo se había reunido en el corazón del bosque, un claro rodeado de árboles centenarios cuyas ramas se entrelazaban, filtrando la luz de la luna en haces plateados. No había tenido tiempo de asistir a mi oficina, pero no me preocupaba; sabía que mi beta, Nikolai, se encargaría de todo con eficiencia.
El tema de la reunión era una preocupación que los ancianos del consejo tenían desde hacía tiempo: querían que tomara una pareja y procreara. La acalorada discusión giraba en torno a mí, era el foco de todas las miradas y comentarios.
—No puedo creer que aún la diosa luna no te haya asignado una pareja y estés como si nada —murmuró uno de los ancianos, cargado de incredulidad.
—Si es para que la maldición de la luna llena ya hubiera reclamado tu lobo interno, es impresionante —agregó otro, sacudiendo la cabeza.
—Quizá la luna tiene compasión de su alfa —susurró una anciana con voz temblorosa, mientras se ajustaba su capa de lana.
—Lo hemos decidido —intervino la anciana con mayor autoridad—, si la luna no te ha asignado una pareja, el consejo decidirá quién es la indicada para ti.
En ese momento, Luna hizo su entrada. Caminó lentamente entre los miembros del consejo, todos los ojos se volvieron hacia ella. Era una joven deslumbrante, con cabellos dorados que caían en cascada sobre sus hombros y ojos que brillaban con la luz de la luna. Sin embargo, su belleza no me impresionaba.
—Ella tiene potencial para convertirse en una buena compañera —dijo otro de los ancianos, con tono convincente—. Podrías tomarla como tu compañera y la diosa luna estaría encantada. Puedes marcarla.
—No... no puedo —respondí, sintiendo que era el momento de poner fin a esto.
—¿Por qué no? —todas las miradas se fijaron en mí, expectantes.
—No puedo marcar a alguien que la diosa luna no ha escogido —expliqué, tratando de mantener la calma—. Saben que si lo hago, la marca se deformará y, si no es la hembra adecuada, morirá. ¿No es así como funciona la marca?
Mientras hablaba, mis pensamientos se dirigieron a Aria. Quizás no la había encontrado porque ella no era la mujer indicada para ser mi compañera. Tal vez ya había muerto a causa de la marca.
—Seguro que no moriré —pronunció Luna, con voz firme—. Podría estar como tu compañera sin la marca, seré una mate asignada.
Sus palabras resonaron en el claro, pero no lograron disipar la sensación de que algo estaba profundamente equivocado en todo esto.
—Eso es imposible, pero lo pensaré. Luna, te estimo demasiado como para verte morir. Si la diosa luna da su autorización, te tomaré como mi hembra. Fin de la reunión.
Me alejé del consejo con la intención de no escuchar nada más. Los murmullos de los demás miembros se desvanecían a mis espaldas mientras caminaba hacia el bosque.
Luna corrió en cuatro patas hacia mí, convirtiéndose en una hermosa loba blanca con el pelaje brillante bajo la luz de la luna. Sus ojos me observaban con una mezcla de esperanza y desesperación. Después de unos segundos, se transformó de nuevo en su forma humana. Me quité mi chaqueta y se la puse sobre los hombros para cubrirla.
—¿Por qué no puedes tomarme? ¿Soy tan poca cosa para ti? —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Todos sabíamos que yo sería tu pareja. Lo sabíamos desde niños. La diosa luna no puede pasar por alto lo que siento por ti.
—Luna, yo no siento nada —dije con frialdad, pasando a su lado sin mirarla.
—Puedo hacer que sientas algo —insistió.
—Te dije que te tomaré como mi pareja si la diosa luna está de acuerdo, pero no existe ningún vínculo entre nosotros. No hay nada.
—Damien... —murmuró, y me alejé de ella sin mirar atrás.
Sentí mi cuerpo se transformo mis huesos y músculos cambiaban de forma, convirtiéndome en el enorme lobo gris. Con grandes zancadas salí del bosque hasta llegar a donde había dejado mi automóvil. Me transformé de nuevo en humano y subí al auto, agradeciendo que siempre llevaba un cambio extra de ropa. La transformación había desgarrado mi ropa habitual.
Recargué mi cabeza contra el volante, dejando que el peso de mis pensamientos me abrumara, hasta que mi teléfono vibró con un mensaje de Nikolai.
» Las entrevistas han terminado, Damien. ¿Quieres ver a las candidatas?
No respondí. Simplemente conduje hasta mi compañía. Al llegar, subí al elevador y me dirigí al lugar donde se habían realizado las entrevistas. El lugar estaba impregnado de un olor familiar, uno que me hacía hervir la sangre.
—Llegaste —mencionó Nikolai.
—¿Quién estuvo aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma—. Huele a ella.
—Aquí se han realizado las entrevistas. ¿Quieres ver las grabaciones? Al fin y al cabo, la postulante ganadora se convertirá en tu secretaria.
Cerré los ojos por un momento, respirando profundamente. Todo el lugar olía a ella, a su perfume, incluso su olor estaba impregnado con el mío. ¿Cómo es que Nikolai no lo había notado? Se suponía que la marca debía ser evidente.
Me dirigí a mi oficina, seguido por Nikolai, quien me extendió su tableta. Comencé a avanzar hasta que vi las grabaciones.
—Ella —pronuncié con firmeza, señalando la pantalla.
—¿Seguro que ella? Damien, ella tuvo la peor entrevista. Además, su estilo no combina contigo. Solo basta con ver sus tenis.
—Dorados —una media sonrisa quiso asomarse en mis labios.
¿Por qué demonios quiero sonreír?
—Su expediente —dijo Nikolai, entregándome una carpeta delgada.
La abrí y rápidamente revisé su contenido. No tenía mucha experiencia laboral; había trabajado en una librería, y su estilo de moda no encajaba del todo con los estándares de nuestra compañía. Sin embargo, mi lobo interno empezaba a agitarse, ansioso y casi fuera de control.
—A ella... —mencioné, con la voz firme y decidida. Nikolai comprendió inmediatamente que nada me haría cambiar de opinión. Tener a esa mujer cerca significaba la posibilidad de romper el vínculo y finalmente unirme con mi luna, como mi lobo tanto lo anhelaba.
—Bueno, me iré. Quedé de salir de cacería con mi hermana hoy —dijo Nikolai, levantándose y caminando hacia la salida.
Me quedé mirando el retrato de esa mujer en su currículum. Sus ojos parecían mirarme con intensidad desde la foto, y una chispa de reconocimiento brilló en mi mente. Mi vista viajó a la dirección anotada en su expediente, una dirección que de repente se convirtió en mi destino ineludible.
No lo pensé dos veces. Me puse en pie de un salto, tomé las llaves de mi auto y me dirigí a la autopista, con esa dirección firmemente en mi mente.
«Te he buscado por años, pequeña gatita», decía mi lobo interno, recordando obsesivamente aquella maldita playera de pantera que había llevado a la entrevista.