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Chapter 10 - Capítulo 10: Maldito perro

★ Aria.

Me levanté por los ladridos de mi perro Tobirama, que comenzaba a rasguñar la puerta como si quisiera salir de casa. Nunca lo había visto tan desesperado.

—Tobi, cariño, ¿qué te pasa? —pronuncié acercándome a él, pero no paraba de ladrar y chillar a la puerta.

Tomé el pomo de la puerta y la giré. Entonces mi amado cachorrito salió corriendo en sus cuatro patas.

—¡Tobi! —grité a gran voz. —¡Tobi!

Salí corriendo mientras una pantufla se me caía al momento de salir. Demonios, estaba descalza y Tobi no paraba de correr.

—¡Tobi!

Corría como loca detrás de él. Tobi corría entre las calles hasta que terminó en un callejón oscuro y mi corazón se aceleró. No quería entrar en ese callejón; tenía miedo, estaba muy oscuro, pero tenía que rescatar a ese perro mal agradecido.

—Cariño —mencioné y entré en el callejón.

Mientras me adentraba, mi vista se posó en la figura de un hombre que cargaba a mi traidor canino en sus brazos. Era extraño; Tobi ya no se iba con extraños.

—Disculpe, ese es mi perro —dije apuntando a mi traidor de cuatro patas, quien le lamía la cara a ese desconocido cuando debería estar encajándole los colmillos.

—¿Tuyo? —el hombre caminó hacia mí y un cosquilleo en todo el cuerpo me hizo dar un paso atrás. Era extraño, como si una fuerza imposible quisiera atraerme a él, pero yo me resistía.

La lámpara iluminó su rostro y tragué en seco.

—Santa madre —mencioné en voz alta.

Tobi bajó y salió corriendo hacia mí, moviendo su cola y corriendo alrededor de mis piernas. Pero mi vista estaba fija en...

¡Maldita sea! La diosa Maya de la oscuridad me había puesto frente al maldito Adonis de Damien Volkov. Lo reconocí al instante.

Maldita sea, ¿quién no lo reconocería? Él es el hombre más cotizado por las mujeres y puedo apostar que también por algunos hombres que vatean para el otro lado.

—¿Qué hace un hombre como usted en un callejón oscuro? —pregunté, deseando que mi lengua se mordiera para dejar de hacer preguntas tan estúpidas—. ¿Acaso vino a dejar un cuerpo en este lugar?

Comencé a reír y él no me quitaba los ojos de encima hasta que caminó más cerca. Maldita sea, su presencia eclipsaba todo el lugar y mi corazón se aceleraba.

¿Por qué demonios me pasaba esto? Se supone que él es un desconocido. ¿Por qué mi corazón...?

—Deberías ir al cardiólogo —pronunció como si supiera que mi corazón estaba loco en este momento—. Y si quisiera deshacerme de un cadáver, no sería en este lugar. ¿Qué haces fuera de tu casa? No crees que es peligroso estar en medio de la noche descalza con un extraño.

Cuando sus pasos se detuvieron, mi respiración se sincronizó con la suya. Estaba a escasos centímetros de mí.

—La culpa la tiene este maldito perro que salió corriendo de la nada, señor —mencioné agachando la cabeza.

¿Espera, por qué demonios mi cabeza se inclina ante él? Qué estupidez. Levanté la vista para encontrarme con unos ojos azules tan intensos que podía ver el océano en ellos.

—Me iré a casa —dije dándome la vuelta.

Maldita sea, ese hombre enviaba reacciones por todo mi cuerpo que no podía manejar.

Incluso mi conchita se sentía húmeda en este momento. Bueno, imaginar a Damien Volkov persiguiéndome en un callejón podía ser excitante hasta cierto punto. Qué mente tan criminal tengo.

—Peculiar —comentó.

Volteé a verlo, queriendo saber qué había dicho.

—¿Qué cosa? —pregunté.

—Tu olor.

¿Mi olor? ¿Se daría cuenta del olor de excitación que brotaba de mí? Maldita sea, qué estupidez, ni que fuera un maldito cachorro.

Me incliné a ponerle la correa a Tobi mientras mi traidor consentido movía la cola para mí y sonreí acariciando su lomo. Escuché una sonrisa de ese hombre y luego pronunció algo: «Nunca movere la cola para ti». Mi vista se dirigió a donde ese hombre estaba, pero para mi sorpresa, había desaparecido.

Me quedé confundida en el callejón. ¿Acaso lo había soñado? Demonios, ya no sé ni qué es real ni qué no. Volví a casa con Tobi y mientras volvía, la sensación de ser observada no me dejaba.

Entré a casa y solté a Tobi, quien como si nada se fue a acostar a su cama. Y yo hice lo mismo. De nuevo esos malditos sueños con ese desconocido. Pero ahora era diferente, me sentía observada aún en mis sueños.

Al día siguiente

El sonido del despertador me arrancó de un sueño inquietante. La imagen de Damien Volkov seguía fresca en mi mente. No podía dejar de pensar en esos ojos azules penetrantes. Me levanté y miré a Tobi, que dormía plácidamente en su cama como si nada hubiera pasado la noche anterior.

—Maldito perro —murmuré mientras me dirigía a la cocina a preparar café.

Mientras el aroma del café llenaba la cocina, mi mente seguía volviendo al encuentro con Damien.

¿Qué había querido decir con lo de mi olor? ¿Y cómo había desaparecido tan rápido? No tenía sentido, pero una parte de mí quería volver a verlo, quería respuestas.

El día pasó lentamente, con la sensación de que alguien me observaba persistiendo. Al llegar la noche, me preparé para dormir, pero el sueño no venía. Me revolvía en la cama, incapaz de sacarme de la cabeza esos ojos azules.

Otra noche, otra vez

Me desperté de nuevo en medio de la noche, esta vez sin ladridos de Tobi. Había un extraño sentimiento en el aire, una especie de electricidad que hacía que mi piel se erizara. Me levanté de la cama y, como si algo me guiara, salí de la casa. Tobi me siguió, moviendo la cola.

El aire nocturno era fresco y calmante, pero no podía sacudirme la sensación de que algo estaba a punto de suceder. Caminé hasta el mismo callejón donde había encontrado a Damien la noche anterior. Para mi sorpresa, ahí estaba él, apoyado contra la pared, como si me hubiera estado esperando.

Entonces sentí que mi amado Tobi me lamía la mejilla y desperté.