La ansiada y esperada cena finalmente había llegado. Cuando Houston y Steve cruzaron las puertas del hotel con cuatro pizzas (que serían cinco si el hombre del local se hubiese portado de forma amable), significaba que la cena había comenzado.
Feliz porque no había pagado esas pizzas y los sesenta dólares que traía en uno de sus bolsillos, Houston sonrió. Sonreía hasta que vio el lugar que se supone que era su hotel—Que lugar tan nefasto eligieron para dormir—Comentó con amargura. —Mi casa se veía mucho mejor que esta porquería—Dijo, siendo escuchado por un Max que estaba asomado desde la habitación número cuatro.
—¡Tú ni colchón tenías, pitudote hermoso y sabroso!—gritó Max con alegría de que la cena estuviera en sus manos—¡Vengan, vengan! La cena será aquí—Anunció agitando, algo infantil, su brazo.
—¿No tenías colchón? Se nota que eras un borracho drogadicto, Houston—Juzgó Steve con mirada bromista.
—Muy gracioso, Steve—dijo Houston con sarcasmo caminando a la cuarta recámara.
Abrió y sintió el frío en su rostro debido al aire acondicionado. Se quedó viendo las sodas repartidas por el suelo, frituras en la cama y a un hambriento Max.
Houston dejó las pizzas en la cama.
—¿Dónde está Juxs y Casey?—Preguntó William.
La puerta sonó, de allí entraron Juxs y Casey—¡Uju! Hoy comeré hasta morir—anunció Juxs, que acababa de entrar. Saboreaba con su lengua las pizzas.
Casi sin respirar y con baba cayendo, Juxs abrió una de las cajas, dejando entrar el aroma a queso en sus fosas nasales.—Esto es la gloria—dijo hambriento. Suavemente tomó una pizza y la alzó, dejando ver el delicioso queso derretido. Su saliva solo aumentaba, hasta que por fin le dio un mordisco. —Esto me lo llevo—Agarró la caja entera de una pizza, la cual era de champiñones. Con su otra mano tomó una bebida y vasos. Además llevaba una pizza en la boca—Vámonos, Casey—ordenó después de pasar el alimento por su garganta.
Agarró una bolsa de frituras antes de seguir a Juxs. —Bye—Se despidió Casey con su mano.
Todos quedaron boquiabiertos al ver como, en menos de diez segundos, perdieron una bolsa de frituras grande, una soda enorme, vasos y una caja de pizza entera.
Al principio eran cinco pizzas; después del incidente de la pizzería fueron cuatro. Y ahora solo quedaban tres pizzas.
—Em, bien... Entonces... Pues... Casi casi nos acaban de robar—un sorprendido Steve, por el el acto tan repentino de Juxs, trató de procesar lo sucedido, hasta que en su intento de procesar, recordó algo importante.—¡Cierto, mi teléfono! Ahora vengo, iré a reunir a mi banda rockera—comentó, saliéndose de la habitación en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Okey?—Dijo Houston sin prestar atención a las palabras de Steve. Encima de sus dedos se embarró un queso extremadamente frío, pues tardaron en el camino de regreso. Aún así era una pizza deliciosa y sabrosa; un manjar después de no haber comido por horas.
Steve había salido del cuarto, dejando al trío: Max, William y Houston.
La esperada cena se veía aburrida, pues solo se encontraban los tres mencionados. Pero eso no importa, cada quién tomó rebanadas de pizza. —¡Delicioso!—exclamó William dándole un bocado a la pizza mexicana.
—¡Ansiaba esto! Es mucho mejor que tu miembro, Houston—dijo Max, obviamente.
El único que no expresaba nada era Houston, solo comía y comía. Entre ellos tres acabaron con dos pizzas enteras.
William sirvió bebidas en los vasos que quedaron para darle a cada uno, reservando también para Steve.
Antes de que William bebiera, dijo unas palabras—¡Qué mañana sea un grandioso día lleno de alegría! Y que, en esta lucha contra Aedus, ¡Salgamos victoriosos!—habló con dulzura y emoción.
A Houston parecía darle realmente igual, no obstante hubo alguien que aplaudió, y era el único aparte de ellos en la habitación. Max, aplaudiendo, también dijo unas palabras—¡Espero que el día de mañana amanezca con la enorme y peluda verga de Houston en mi bo...!—fue interrumpido por soda en su rostro. Houston le tiró soda encima, antes de que acabara la frase.
—¡Lárgate a dormir!—ordenó Houston con molestia notoria.
—¡Bien!—tal cuál un adolescente, Max se fue de allí y azotó la puerta. Molesto y triste se largó.
Antes tres, ahora dos, el número disminuía. Al principio, William y Houston se llevaban bien, aunque ahora parecía lo contrario, pues no parecían hablar de nada. La única Interacción entre los dos eran las sonrisas constantes de William le tiraba a Houston.
De repente, la puerta se volvió a abrir. La cabeza de Max apareció asomándose—¿Y a dónde voy?—preguntó.
—¿¡Cómo que a dónde vas!?—A Houston se le alborotaron los pelos (y también de la cabeza) por la desesperación que Max le causaba.
William se levantó del suelo mientras chupaba sus dedos, ya que había comido pizza. De uno de sus bolsillos sacó una última llave.—Ten—le dió la llave a Max—olvidé dártela—comentó. Aquella llave poseía el número diez.
Agradecido, Max tomó la llave y se fue de allí. En el camino se escuchó como saludó a Steve, quién entró justo después de que Max se fuera.
—Hello, criaturas—saludó Steve alegre. —¡Mi equipo y yo nos veremos mañana! El lugar será una granja donde antes hacíamos nuestras prácticas ruidosas—anunció.
—¿¡Equipo!? Dame chisme, Steve—pidió William con su radiante sonrisa.
—Sí, mi equipo. Solíamos tocar, aunque solo fue por un día o tres, no recuerdo, es que cuando los conocí fue cuando Aedus apareció —contó.
—¡Cuenta!—volvió a pedir William
—Está bien, pero no quiero caras tristes—ahora pidió Steve
—¿Es una historia triste?—preguntó William.
—Creo que a mí también me interesa un poco—Dijo Houston.
—Es una historia triste, lo es, pero la contaré, no pueden arrepentirse
—Está bien—dijo William dudosamente.
Sentado en su cama, afinó su voz. Steve haría salir a la luz su misteriosa historia. —Fue cuando acabé la universidad, había conocido al amor de mi vida, se llamaba... Bueno, no importa—suspiró—Con ella tuve una hija, quien estuvo conmigo por unos años, hasta que falleció junto a mi esposa en un incendio que yo mismo ví al regresar del trabajo. Ví a mi mujer y a mi hija siendo calcinadas hasta la muerte sin poder hacer algo—relató.
Los ojos de William se pusieron llorosos.
Steve continúo—Después tuve que ir a vivir en un departamento. No me faltaba el dinero, ya que era cirujano. Allí conocí a unos amigos en Internet que, extrañamente, me devolvieron esas ganas de vivir que tanto me faltaban. Me propusieron unirme a su banda de rock en esta ciudad, así que vine. Y cuando los conocí, después de unos cuantos días, Aedus nos convocó a nosotros. Cuando luchamos contra Aiden en el mismo portal, quedé atrapado por varios años, creo. De allí los conocí a ustedes, que también me devuelven las ganas de vivir.
Entre lágrimas, William abrazó a Steve, quién aceptó el abrazo. —¡No te preocupes, William! Eso ya fue hace mucho tiempo. Ahora tengo a mis amigos, ¿Entiendes? Eso ya no me pone triste—Dijo. Steve sonrió, y sus ojos se hicieron mucho más pequeños.—En fin, creo que iré a dormir a la habitación de Max—anunció.
—¿Te irás sin comer?—Preguntó Houston
—No sabía que te preocupabas tanto por los demás—Dijo Steve riendo—Pero tienes razón—Tomó las ocho pizzas restantes y las dobló para dejarlas en una sola pizza. Y en menos de diez segundos, la devoró. —Buenas noches—se despidió para luego salir, no sin antes irse bebiendo una soda enorme que tomó.
Las pizzas fueron exterminadas por todos, solo fueron las sodas que llegaron a sobrar, junto con las frituras.
William bostezó y anunció que se iría. Así que abrió la puerta y se dirigiría a su cuarto. —Descansa—le dijo a Houston antes de irse por completo.
Sin ningún otro remedio, Houston tuvo que acomodar el cuarto. —Malditos idiotas, todavía que comen aquí y yo tengo que limpiar—dijo molesto.
Pasaron algunos minutos para que pudiera acabar. Luego de eso se recostó cómodamente. —Esta cama no es nada cómoda—opinó. —Creo que hoy no dormiré bien, ¿Cómo acabé aquí?—empezó a reflexionar sobre todas las decisiones que había tomado durante toda su vida para llegar a ese momento.
Otro más se preparaba para dormir. William colocó una almohada en el suelo para dejarle el colchón a John, quién seguía descansando—Te quiero—mencionó para darle otro besito en la frente.
Juxs, por otro lado, salió a tirar la basura junto con Casey. La mañana había sido calurosa, pero ahora esa noche comenzaban los vientos.
—Hace frío, ¿Cierto?—Preguntó Casey mientras tiraba la basura en un contenedor que había en un callejón al lado del hotel.
—Lo hace.
Casey se recargó sobre la pares del hotel, continuando con la conversación. Notó como Juxs se veía inquieto y callado. —¿Estás bien?—preguntó preocupado.
Los pequeños pasos de Juxs se acercaron a Casey, quién se sorprendió, porque no parecía dejar de acercarse—¿Juxs?—preguntó algo alterado. Su respiración agitada demostraba aquel nerviosismo que sentía en esos momentos.
Juxs no paró de acercarse hasta que, finalmente, acababa de juntar sus delgados labios con los de Casey. No fue cualquier beso, Juxs jugaba con su lengua.
Casey, sorprendido, no dijo nada, aunque no esperaba eso. Se dejó besar, ya que, en lo más profundo de él, quería.
Deslizando sus dedos entre las piernas de Casey, Juxs comenzó a acariciar—¿Te gusta?—preguntó con un tono muy raro. —¿Quieres ir al cuarto conmigo?—fuera de broma, su tono de voz se escuchaba chistoso, porque sonaba como si se le fuera la voz.
—Bi-Bien—Dijo Casey tragando saliva y nervioso por lo que sucedería a continuación. Así que, Juxs lo tomó de la mano y lo llevó de regreso al hotel.
Parecían adolescentes urgidos, eso sí, pero no serían los únicos que vivirían una aventura durante esa noche.
¡La Banda por fin descansaba! Lo que nadie sabía, es que Igor ya se encontraba cerca.