El polvo cubría el horizonte, envolviendo todo en una penumbra eterna. Los pasos de Kael se hundían en la tierra reseca de un planeta muerto. No quedaba nada. Ni vida, ni esperanza. Solo las ruinas de lo que alguna vez fue una civilización floreciente.
Tormentas de arena cubrían el planeta, viejos edificios enterrados entre los escombros, sólo él avanzaba sin rumbo como recordando un pasado distante.
—El enjambre ha destruido el puesto de avanzada abandonado en Alfa Centauri —dijo una voz mecánica, cortante, desde el dispositivo en su muñeca.
Kael alzó la vista, sus ojos resplandecían como estrellas en un vasto océano de oscuridad, imbuidos de indiferencia, como esperando esa noticia. No se detuvo.
—¿Es así? —murmuró, con la voz ronca—. ¿No estaban luchando contra los berserker de sangre?
—Negativo, señor. Los berserker junto con los elfos lunares fueron extinguidos hace dos meses en su planeta natal. La última información que recibió nuestra base de datos del sistema universal indica que usted es el último ser orgánico con vida.
Silencio.
El viento barrió con fuerza las dunas de arena, llevando consigo lo poco que quedaba de la antigua estructura frente a él. El último ser con vida. Las palabras resonaron en su mente como un eco interminable.
Kael sintió una punzada de desesperación, pero al mismo tiempo, algo dentro de él se encendió. Sabía que el orbe que latía en su corazón lo volvería a salvar, como siempre lo ha hecho.
—Tiempo estimado de llegada del enjambre: quince minutos —continuó la IA—. Recomendación: evacuación no disponible. Prepararse para el contacto.
Kael cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la soledad. Había estado acompañado por Nia, su IA personalizada, durante siglos, cortando relación con otros seres, solo acompañado por un robot.
—Nia... —dijo, su voz plana—. ¿Realmente no hay otra salida?
—Lo lamento, Kael. Mis algoritmos indican que la única opción es enfrentar lo inevitable. Podrías escapar pero eventualmente el enjambre te encontrara, no hay lugar en el universo seguro.
—Sí ?, entonces los enfrentaré —respondió, con frustración—. Y luego moriré.
—No hables así, Kael. Has sido un guerrero valiente y resiliente. Aunque mi existencia es inerte, mi propósito siempre ha sido ayudarte a encontrar fuerza, incluso en los momentos más oscuros.
—¿Qué fuerza me queda ahora, Nia? —preguntó, su voz sin ánimo—. ¿No ves lo que hay delante de mí?
—Eres más que un simple ser orgánico, Kael. Eres la culminación de una historia que se ha tejido a lo largo de los milenios. Siempre habrá un camino, aunque no lo veas. No te rindas ahora.
Kael sintió una mezcla de tristeza y gratitud hacia Nia, su única compañera. "Evacuación imposible? Ja, eso es falso, puedo verlo. Frente a mí veo una forma de escapar, así es, escapar otra vez..."
Sus pensamientos fluyeron, llenos de resentimiento hacia el maldito orbe que lo había mantenido vivo. "Es por ese orbe que he sobrevivido. Sé que podría escapar, ¿a dónde? No lo sé, tal vez otro universo, tal vez un lugar sin nada. ¿Pero luego qué? ¿Huiré como siempre? Ya no queda nadie, ni nada, es hora de acabar con esto."
Con un pesado suspiro, Kael se elevó hacia las estrellas. Su cuerpo comenzó a brillar, y runas de sangre cubrieron su piel, trazando patrones rúnicos de civilizaciones ya destruidas. Sus ojos, imbuidos de un fulgor divino, reflejaban las estrellas, mientras el orbe en su profundo ser latía como un segundo corazón, instándolo a escapar. Pero esta vez, no lo escucharía. No huiría. Por primera, primera y última vez, sería el mismo, luchando hasta el final.
La lucha fue feroz, y aunque derribó a millones, el enjambre no cesó, ni disminuyo, era interminable. El dolor se intensificó, su cuerpo se desgarró, eventualmente fue devorado por el enjambre, y de repente, todo se apagó. No había luz, ni oscuridad; solo un vacío abrumador. ¿Dónde estaba esto? Se preguntó, perdiéndose en la nada. Entonces, en la inmensidad, vio algo. Solo una cosa: el orbe. Brillaba con intensidad, lo atraía como si fuera un agujero negro, devorando todo a su alrededor, incluso a él.
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Y entonces despertó.
La luz entraba por la ventana, acariciando su rostro con suavidad. Miró a su alrededor, confundido.
—¿Dónde estoy? —exclamó—.
Kael miraba alrededor, aún aturdido por el brillo del sol que se colaba por la ventana. Antes de que pudiera ubicarse en su nuevo entorno, la puerta se abrió de golpe.
—¡Kael! —gritó un chico de pelo naranja y pecas, mientras se apresuraba a entrar en la habitación—. ¡Nos vamos a retrasar para la escuela si sigues aquí!
Kael parpadeó, aún confuso. El joven que tenía enfrente le resultaba vagamente familiar, pero no lograba recordar su nombre. Una sensación extraña lo invadía, como si algo en su mente tratara de encajar las piezas de un rompecabezas que no comprendía del todo.
—¿Jax…? —murmuró Kael, tratando de procesar lo que el chico había dicho—. ¿Escuela?
—¡Sí! ¿Qué te pasa hoy? Vamos, no podemos llegar tarde. —Jax soltó una carcajada y le lanzó una camisa—. ¡Vístete rápido!
Kael tomó la camisa, pero algo dentro de él no encajaba. No recordaba nada de esta vida, de este lugar. El sol brillaba, el aire era cálido y ligero, pero había algo dentro de él, una sensación de que todo esto era... ¿real? O tal vez no lo era.
"Escuela..." pensó, su mente luchando entre el recuerdo de las runas brillantes, el orbe y la batalla titánica que acababa de presenciar. Pero ahora estaba aquí, en esta habitación, como si nada hubiera pasado.
El chico lo miró con una mezcla de impaciencia y curiosidad.
—Vamos, Kael. ¡No te quedes ahí parado!
Ya estamos tarde —insistió Jax, saliendo de la habitación.
Kael lo siguió en silencio, intentando recordar más detalles de su vida actual. El aire fresco de la mañana lo golpeó al salir a la calle. La ciudad, llena de vida, lo abrumaba. Los sonidos de los niños corriendo, los vendedores ofreciendo sus productos, y el constante murmullo de una comunidad activa lo sacudieron. Era un escenario tan ordinario que contrastaba fuertemente con la brutalidad de la batalla que había vivido hace apenas… ¿minutos? ¿siglos?
—¿Todo bien, Kael? Estás muy callado hoy —comentó Jax mientras caminaban por la calle adoquinada, sus manos en los bolsillos.
Kael lo miró de reojo. La naturalidad con la que hablaba lo hacía sentir fuera de lugar, como si estuviera interpretando un papel en una vida que no era realmente la suya.
—Sí… —respondió al fin, con una voz vacilante—. Solo tuve… un sueño extraño.
El chico soltó una risa.
Seguro soñabas con alguna chica de la escuela, ¿eh? —bromeó, golpeando a Kael suavemente en el hombro—. No me digas que ya quieres ser un adulto.
"Una mujer?... o algo mucho peor", pensó Kael, mientras sus recuerdos del orbe y la batalla volvían a su mente. Las runas de sangre, los millones de criaturas, Nia. Todo parecía tan real. "¿Qué está pasando?"
—No exactamente —respondió, manteniendo un tono casual.
—¡Oh, vamos! —insistió el chico, riendo—. Sabes que no puedes ocultarme nada. Así que dime, ¿Quién fue? ¿Lena? ¿Tal vez Sara?
Kael dejó escapar un suspiro, evitando la mirada inquisitiva de su compañero mientras observaba el paisaje a su alrededor. Las risas de los niños, el bullicio de la ciudad... Todo parecía normal. Pero él no se sentía parte de eso. "¿Lena? ¿Sara? ¿Quiénes eran?"
—Fue... algo más raro que eso —murmuró.
El chico levantó una ceja, pero no insistió.
Mientras seguían caminando hacia la escuela, Kael seguía perdido en sus pensamientos, repasando lo que había vivido, o lo que creía haber vivido. ¿Había sido solo un sueño o algo más profundo, más real?
Finalmente, Kael y Jax llegaron
—Academia Lumina—dijo, en voz baja.
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