El pequeño príncipe de Laurentia, aun no lo suficientemente mayor para querer dejar los brazos amorosos de su madre, escuchaba atentamente las leyendas que esta señalaba sobre su reino natal, Stonehaven.
—... la leyenda dice que Stonehaven fue el primer lugar de los ocho reinos que la Diosa pisó al descender del cielo —susurró la reina Alysa mientras acariciaba el cabello rizado del pequeño niño en sus brazos.
Cassel miró hacia la luna, sus labios se fruncieron en un pequeño puchero.
—¿Y su amigo? —preguntó—. Abuela siempre dice que llegaron juntos al mundo.
—Oh —Alysa sonrió—. Se dice que el Dios del Sol llegó a Solarea primero, el hogar de los dragones, y que su poder sigue manteniendo cálido al reino, pero ¿qué crees tú, cariño? ¿Quién llego primero, la Luna o el Sol?
—¡Emberion! —gritó, acercando su pequeño dragón de madera al rostro de su madre, casi golpeándola con el entusiasmo.
—Los dragones no son Dioses, amor. —Alysa rio mientras trataba de alejar la mano del pequeño príncipe de su rostro, sus pies comenzando a llevarlos a ambos hacia sus aposentos para dar por finalizado su día.
—Pero Emberion nació durante la Gran Guerra...
Lo que el pequeño niño ignoraba, y que su madre no señaló en ese momento, era que todas las criaturas mágicas lo habían hecho.
[…]
El pequeño niño, ahora lo suficientemente grande como para sostenerse en pie sin ayuda de sus vigilantes padres, pero no lo suficiente mayor como para desistir de los cuentos antes de dormir, solicitó apropiadamente:
—¡El Gran Dragon, por favor!
El pequeño príncipe se dejó guiar por la suave y amorosa voz de su padre, adormecido lentamente en un sueño profundo y tranquilo, mientras el rey Kael narraba los cuentos sobre Emberion, un legendario personaje usualmente enlazado con las fuerzas de la luz durante la gran batalla que marco el inicio de la nueva era.
—Alguien quiere convertirse en un dragón, parece —bromeó Alysa, su mirada risueña recorriendo el cuerpo dormido del pequeño, casi como si esperase verlo convertido en un pequeño y travieso dragón—, siempre quiere los cuentos de Emberion.
—Te presento a mi heredero, el príncipe Cassel —Kael rio ante la mirada ofendida de su esposa—, madre siempre dice que yo era igual, anhelando la magia antes que mis deberes.
—Pero algún día deberá comprender que la realidad no es como las leyendas —Alysa profesó en voz baja mientras salían de los aposentos del príncipe heredero, con ligero pesar—, nunca he escuchado de ataques de parte de los Dragones, pero aun así no son más que...
—Meras bestias —completó Arianae, la reina madre, caminando hacia ellos con paso rápido—, al igual que los otros. Ha llegado una carta desde Stonehaven, las rencillas con las manadas se han vuelto cada vez más frecuentes.
—¿Orión escribió? —preguntó Alysa con preocupación. Orión, del que tan preocupada se había referido, era el rey Orión del reino de Stonehaven, hermano mayor de la reina Alysa.
La reina madre asintió, y para su gran tranquilidad, dijo—. No es grave, pero solicita ayuda para evitar la guerra, por lo que he solicitado una audiencia de emergencia, el consejo ya debiese estar reunido.
—Gracias, madre —dijo Kael, antes de volverse hacia su esposa—. Querida, haremos todo lo que esté a nuestro alcance.
—Lo sé... —afirmó mientras tomaba su mano con fuerza.
Sus pasos la guiaron con firmeza hacia donde el consejo se había reunido para acompañar a su esposo en esta travesía, su corazón deseoso de serle de ayuda a su valeroso hermano mayor en su momento de mayor necesidad.
Y que la Diosa acompañe a quienes le impidan el ingreso al consejo de emergencia para defender el reino de su hermano, porque ella era Alysa De Laurence, reina de Laurentia, pero sus padres la habían nombrado en honor a Alissane, primera sacerdotisa de la Luna y forjadora de la corona de Stonehaven.
Alysa podría ser madre y esposa, pero ella fue la hija de Stonehaven primero.
[…]
Con el paso del tiempo, la frágil paz entre los humanos y criaturas mágicas se mantenían en un delicado equilibrio, pendiendo de un hilo tan fino como el reflejo de la luna sobre los estanques lunares.
Una tregua frágil, que ha logrado mantenerse con el paso del tiempo.
Y pronto, las estaciones se sucedieron en un ciclo casi interminable mientras el tiempo dejaba huellas casi imperceptibles a su paso, y el pequeño príncipe, tal vez ya no tan pequeño a la edad de siete años, ya era lo suficientemente mayor como tener conocimientos sobre los reinos que le rodeaban.
Arianae, la reina madre, asentía ante la oratoria del pequeño príncipe.
—... Los ocho reinos mantienen en un equilibrio precario —continuó Cassel—, los Reinos de Eldore y de Aetherea se encuentran en conflictos constantes debido a la prohibición de la magia del Reino Eldore y la naturaleza mágica del Reino Aetherea, mientras que el Reino Argentia se mantiene aislada de las luchas que tienen lugar en la isla del Sureste. Neutral en los conflictos entre Eldore y Aetherea.
—¿Ocho reinos? —preguntó Arianae con seriedad, casi como si estuviese evaluando la motivación de su pequeño nieto para finalizar sus deberes.
—Sí, Reina Madre, la republica pirata de Nassau no es reconocida como un Reino —explicó con tono solemne. Arianae asintió con aprobación, así que Cassel continuo—. Si bien todos los habitantes de Stonehaven son seguidores de la Diosa, se mantienen en una tregua forzada por la intervención de otros reinos, y por eso...
—La Diosa de las bestias, ¿eh? —refirió la Reina Madre con escepticismo—. ¿Qué te ha enseñado tu madre, pequeño?
Cassel se enderezó, con una mirada orgullosa, listo para defender la devoción que su madre le había inculcado.
—La Diosa de la Luna, también llamada Triple Diosa —comenzó con una formalidad un poco torpe—, es la invocación de la doncella, la madre y la anciana.
Arianae sonrió con profundo cariño al contemplar a su nieto, una réplica diminuta de su propio hijo, pronunciar aquellas palabras con tanta seriedad.
—Se le debe respeto, Reina Madre —continuó Cassel con convicción, como si no estuviese regañando a su abuela, la mismísima reina viuda—, porque mi Madre Real siempre dice que, en un momento de necesidad, podríamos necesitar invocar uno de los tres aspectos de la Diosa.
Arianae asintió, siguiendo con la solemnidad de su nieto.
—El Príncipe heredero es muy sabio, como siempre. Aunque espero nunca tener que recurrir a ello.
[…]
El pequeño príncipe Cassel De Laurence, cuyo hogar se encontraba en el corazón mismo del reino de Laurentia, no sería pequeño por mucho tiempo más, y su destino, que estaba escrito en las estrellas, sería forjado por el fuego.
Y cuando el momento de mayor necesidad azote al mundo y amenace con destruir la frágil paz en el mundo mortal, mientras la oscuridad que ha comenzado a infiltrarse en el corazón de los ocho reinos amenace con destruir la armonía del mundo, las leyendas cobrarán vida en un mundo de magia y fantasía.
Y así, el rey que fue y será, se levantará de nuevo.