Al día siguiente, con un leve dolor de cabeza y creyendo que lo sucedido en la noche anterior fue un placentero sueño, desperté como siempre para ir a ducharme y esperar a que Carla apareciese.
Como era ella quien tomaba las decisiones en nuestro periodo de vacaciones, me llené de expectativas y esperé con ansias su regreso conforme revisaba mi celular.
Carla entró a la habitación a pocos minutos para las diez de la mañana, a buena hora para ir a desayunar y seguir disfrutando de nuestra estancia en Mar del Plata.
Era una situación normal como en cada mañana, salvo la vez en que la vi desnuda, pero cuando se me acercó y se sentó con total confianza a mi lado para besarme en los labios y saludarme con los buenos días, supe que esas imágenes candentes en mis pensamientos no eran producto de un sueño.
—¿Qué sucede? —preguntó Carla, confundida.
—¿Eh? Nada, no pasa nada —respondí a duras penas y con nerviosismo.
—¿Quieres repetir lo de anoche? —preguntó con repentina voz traviesa.
—¿¡Qué!? —exclamé alarmado.
—No me digas que sos de los que solo estando ebrio se transforma —replicó, inconforme.
—No, lo siento, es solo que no logro asimilarlo. Creí que lo de anoche era un sueño —dije, avergonzado.
—Bueno, poco importa, solo quería ver tu reacción —dijo, esbozando una sonrisa traviesa—. Lo que vine a decir fue que debemos volver hoy mismo a Buenos Aires… Acabo de recibir una llamada de papá, y solicitó mi presencia cuanto antes.
En parte me sentí aliviado, aunque también como un idiota al mostrarme tan inmaduro, pues no era la primera vez que me ofrecían sexo en tono de broma. Pero, tras unos minutos de reflexión, comprendí que mi timidez se debía al respeto que le tenía a Carla, o eso pensé al principio.
Entonces nos dedicamos a empacar nuestras cosas, pues Carla ya había cancelado nuestro hospedaje y comprado dos boletos aéreos con destino a Buenos Aires, por lo que no tuvimos tiempo para hablar de lo ocurrido en la noche anterior.
En recepción, conforme Carla realizaba algunos trámites con el recepcionista, estuve distraído en el lobby mientras pensaba en nuestro apasionante encuentro. Si no fuese por el apego que empezó a tener ella conmigo y la confianza de abrazarme como si fuésemos pareja, hubiese seguido creyendo que era un sueño.
El lobby era bastante elegante y amplio, como esperaba de un hotel lujoso.
Conforme seguía recorriendo el lugar, llegué a un área en el que había una cartelera con varios pósters con los que promocionaban eventos. Todos se veían llamativos, pero el que capturó mi atención fue uno ubicado en el centro y el más grande para mi asombro.
Este póster anunciaba la gira de Cata Florencia por Argentina, quien se presentaría dos veces en Buenos Aires y una vez en Mar del Plata.
Sin embargo, lo que más me sorprendió fue la forma en que presentaron a Eva, pues mencionaban que era la artista revelación del momento y quien se encargaba de abrir cada concierto.
Fue inesperado enterarme de ello por medio de un póster, pues mantenía contacto con Eva todas las semanas, aunque solíamos hablar de nuestras vidas como siempre; tal vez olvidó mencionarlo o quería darme una sorpresa.
—¿Sucede algo? —preguntó Carla de repente.
Comprendí su cuestionamiento debido a lo estático que me mantuve frente al póster, y aunque estaba bastante emocionado, traté de responder calmado y sin llamar la atención.
—Eva vendrá a Argentina —respondí.
—¿Eva? ¿Tu hermana? —preguntó, confundida.
Le señalé a Eva en el póster y se mostró pensativa.
—Ah, ya, vos hablas de Eva Sofía… Bueno, desde que Cata Florencia anunció su gira antes de la pandemia, mencionó a Eva Sofía como una artista revelación, y vaya que tuvo razón —comentó.
—¡Sí! Muero por verlas. Se presentarán en el Luna Park —dije, sin ocultar mi emoción.
—No imaginé que fueses aficionado de Cata Florencia y Eva Sofía.
—Creo que no me comprendes, Carla… Eva Sofía es mi hermana.
Carla abrió los ojos del asombro y no entendí por qué, ya que siempre le contaba cosas de Eva y su carrera musical, aunque nunca mencioné su nombre artístico ni la influencia de Cata.
—Un momento… ¿Eva Sofía es esa Eva que siempre mencionas? —preguntó asombrada.
—La misma… Creo que hice mal en no darte detalles —respondí, un poco nervioso y dejando escapar una risa tonta.
—¿Hiciste mal en no darme detalles? —replicó—. Sos un pelotudo, Paúl… Cuando me hablaste de ella, no pensé que te referías a Eva Sofía. Tu hermana es famosa… ¡Famosa, Paúl! Y vos estás aquí perdiendo tiempo. ¿No pensaste que con Cata Florencia y tu hermana podías tener un buen trabajo como fotógrafo?
—Pues… nunca lo vi de ese modo —respondí avergonzado.
En ese instante Carla sacó su celular y se comunicó con su asistente, a quien le pidió que se contactase con el promotor del evento y comprase dos entradas VIP para el concierto de Cata y Eva.
Me sorprendió que lo hiciese, ya que me estaba permitiendo, sin que yo se lo pidiese, reencontrarme con Eva después de tanto tiempo; había olvidado lo mucho que la extrañaba.
—¿Sabes? Eva fue la que evitó mi muerte junto a mi hermano y una gran amiga con quien perdí contacto —revelé.
—¿Podrías explicármelo con detalles? —preguntó.
—Bueno, alguna vez te conté de mis problemas con las drogas, ¿cierto? Y que, a causa de ello, tuve un accidente del que apenas sobreviví. De hecho, dependía de un bastón debido a las secuelas del mismo —respondí.
—Entiendo —musitó.
—Lo bueno fue que conté con las terapias de Samuel y ahora estoy como nuevo, aunque debo cuidarme de todos modos —dije con intención de animarla.
—¿Por qué decís que Eva, tu hermano y esa amiga evitaron tu muerte? —inquirió de repente.
—Porque estuve mucho tiempo en coma… Y tanto mis padres como el resto de mis hermanos creyeron que lo mejor para evitar mi sufrimiento era desconectarme de los artefactos que me mantenían vivo.
Cuando revelé ese detalle de mi pasado, el semblante de Carla cambió por completo, incluso sus ojos se humedecieron, anunciando así las lágrimas que estaban por salir.
—Ahora todo tiene sentido, por eso estás tan triste cuando te encuentro solo… Lo siento mucho, Paúl, no tenía idea de cuánto habías sufrido —musitó con voz temblorosa.
—Eso ya es cosa del pasado, ahora ya no sufro por eso y mantengo mis pensamientos en el presente —contesté, aunque no pude animarla con esas palabras.
A partir de entonces, Carla y yo no nos dirigimos la palabra.
Fue como si estuviese sufriendo a causa de mi pasado, aunque no tuve la osadía de pensar que se trataba de eso.
Durante el vuelo de retorno a Buenos Aires, apenas sugirió que descansase y tratase de relajarme, aunque no estaba estresado ni agotado. Hice caso a su sugerencia, y me vino de maravillas la siesta que tomé, ya que al llegar a nuestro destino, me sentí enérgico y con ganas de retomar mis labores.
Llegamos a pocos minutos para las ocho de la noche a Buenos Aires, y cuando pensé que podía despedirme de Carla, me retuvo al pedirme que me quedase con ella; seguía mostrándose afligida.
El trayecto hasta su apartamento también fue silencioso, y por mucho que quise animarla, no encontré las palabras para hacerlo.
Era como si el aire se me escapase cada vez que intenté dirigirle la palabra.
Entonces, llegamos a su apartamento y entramos en silencio a la sala de estar, donde dejamos nuestro equipaje para luego ir a la cocina, dónde nos preparamos unos sándwiches conforme esperábamos el pollo frito que pedimos a domicilio; teníamos bastante hambre.
—Carla —musité, cuando nos sentamos en el comedor.
Ella trató de ignorarme, pero me tomé el atrevimiento de colocar mi mano sobre su mejilla con delicadeza para que girase en mi dirección.
—Muchas gracias —dije.
—¿Por qué? —preguntó, confundida y afligida.
—Por preocuparte por mí al punto de entristecerte. Eso me demuestra lo mucho que te importo, y la verdad es que me siento afortunado por ello, así que muchas gracias y espero que…
Carla me interrumpió con un beso en mis labios, demostrando sin decir una palabra que me apreciaba, por eso no dudé en corresponderle.
Luego, con algunas lágrimas en sus ojos que limpié con mis pulgares, dijo que haría todo lo posible para ayudarme a superar el pasado que me seguía torturando; eso me hizo muy feliz.
Esa noche me pidió que durmiésemos juntos, y cuando pregunté la razón de tal petición, respondió que solo deseaba el calor de un buen hombre que correspondiese a su tacto.
Lo dijo de una manera honesta y sin segundas intenciones. Tan solo quiso que nos acompañásemos y nos abrazásemos hasta quedarnos dormidos.