Chapter 5 - Pt.2

Otro dia..otro entrenamiento.

Adara había logrado cambiarse de ropa a algo más cómodo. El aire era fresco y cálido, nada tan caliente honestamente. Ella salió de la casa pequeña y se dirigió al campo verde qué los rodeaba.

-"Buenos días cascarrabias. ¿Cual es el entrenamiento de hoy?"- Pregunto Adara.

-"Tus alas, son muy débiles las tienes que levantar y volar, si no serás comida viva."- Respondió Aideen con una mirada seria.

-"Necesitas fortalecer tus músculos de la espalda, aprender a volar y ser una guerrera, por que mercenaria jamas. Seguirás mis órdenes de entrenamiento hasta que estés lista. ¿Comprendido?"- Pregunto el. Mientras la miraba con mirada calculadora y fría.

El era rudo, y aunque apenas llevaban tan solo un día de conocerse, parecía como si el fuera su entrenador de toda la vida.

Adara observó a Aideen en silencio por un momento, analizando su postura firme y su expresión severa. Sabía que él tenía razón. Sus alas eran su mayor debilidad, pero también su única esperanza en aquel mundo salvaje y despiadado. A pesar de lo duro que era, Aideen tenía la experiencia que ella necesitaba para sobrevivir. Volar no era una simple habilidad; era la diferencia entre la vida y la muerte.

-"Comprendido"- respondió Adara con un tono firme, pero internamente aún sentía dudas.

El día anterior había sido brutal. Aideen no había mostrado ninguna piedad con sus métodos de entrenamiento. Después de unas horas, cada músculo de su cuerpo gritaba de dolor, sus alas pesaban como si estuvieran hechas de plomo, y la fatiga mental había sido abrumadora. Sin embargo, no había dado marcha atrás. Sabía que su vida dependía de esto.

Aideen asintió, satisfecho con la respuesta de Adara, y sin perder más tiempo, comenzó a caminar hacia una colina cercana que dominaba el campo. Mientras lo seguía, Adara no pudo evitar recordar el primer encuentro con Aideen. Él había aparecido de repente aquel dia cuando ella encontró su hogar, como si hubiera salido de las sombras. No era común ver a alguien tan fuerte y seguro en aquella región desolada, y menos a alguien dispuesto a ayudar a una chica que escapo de su propia cuidad en ruinas.

-"Hoy volaremos más alto"-, anunció Aideen al llegar a la cima de la colina. Desde allí, la vista era impresionante. El horizonte se extendía interminable, con verdes praderas ondulantes y montañas imponentes que se alzaban en la distancia. A lo lejos, se podía ver una tormenta formándose, oscureciendo una porción del cielo.

Adara sintió una punzada de nervios. Aún no dominaba el vuelo por completo, y la idea de elevarse desde una altura tan pronunciada le causaba inquietud. Pero no podía permitirse mostrar debilidad.

-"¿Y si caigo?"- preguntó, tratando de mantener su voz neutral, aunque un leve temblor la delataba.

Aideen la miró con esos ojos fríos y calculadores que ya había aprendido a temer. No era cruel, pero tampoco era alguien que ofreciera consuelo. Él no le daría palabras reconfortantes, y Adara lo sabía.

-"Entonces te levantarás y lo intentarás de nuevo. Y si caes otra vez, te volverás a levantar. Así hasta que aprendas a volar como es debido"- dijo, sin un atisbo de compasión en su tono.

Adara respiró hondo. Sabía que no había espacio para la duda, ni para el miedo. Si no aprendía a volar, su futuro estaría sellado. Sería incapaz de defenderse, de escapar de los peligros, de cumplir con su destino. Ella había sido elegida para algo más grande, o al menos eso ella pensaba dado a las circunstancias que ella fue ejecutada y de la nada sobrevivio. Pero en ese momento, todo lo que importaba era superar ese reto inmediato.

-"De acuerdo"-, murmuró, más para sí misma que para Aideen.

Él la observó por un momento más, y luego, sin decir una palabra, extendió sus propias alas. A diferencia de las suyas, las de Aideen eran enormes, poderosas, como si hubieran sido talladas en el viento mismo. Con un movimiento fluido, se lanzó al aire, subiendo rápidamente hacia el cielo.

Adara lo vio ascender con una mezcla de asombro y envidia. Aideen hacía que volar pareciera tan fácil, como si fuera lo más natural del mundo. Pero para ella, cada segundo en el aire era una batalla constante.

-"Es ahora o nunca"-, pensó.

Extendió sus propias alas, sintiendo la tensión en sus músculos. El viento soplaba con fuerza, agitándolas ligeramente. Dio un paso hacia el borde de la colina y, con el corazón latiendo descontrolado, saltó.

El primer impacto con el aire fue duro, casi brutal. Las corrientes la desestabilizaron de inmediato, y durante un segundo que pareció eterno, creyó que caería en picado. Pero logró mantener el control a duras penas. Agitó sus alas, tratando de recordar las instrucciones de Aideen. Debía sincronizar sus movimientos con el viento, sentir la corriente en su espalda, permitir que la levantara.

-"No luches contra el viento, sé parte de él"-, le había dicho él más temprano.

Y entonces, por primera vez, Adara lo sintió. El viento no era su enemigo, sino su aliado. En lugar de resistirse, comenzó a moverse con él. Lentamente, su vuelo se estabilizó. Ya no sentía la desesperación de caer, sino una conexión creciente con el aire que la rodeaba. Cada aleteo la llevaba más alto, y por un breve momento, comprendió lo que era volar de verdad.

Miró hacia abajo y se dio cuenta de que había dejado la colina muy atrás. Aideen la observaba desde una distancia, sin decir nada, pero con una leve inclinación de cabeza que indicaba su aprobación.

-"Vuela más alto"- gritó, su voz apenas audible por el viento.

Adara no necesitaba más instrucciones. Impulsó sus alas con fuerza renovada y ascendió más. El mundo bajo ella se volvía más pequeño a medida que subía, y por primera vez desde que había comenzado su entrenamiento, sintió una chispa de confianza. Quizás, después de todo, podría lograrlo.

Pero entonces, algo cambió. La tormenta que había visto en la distancia se acercaba rápidamente. Las nubes oscuras se desplazaban a una velocidad alarmante, y el viento, que antes había sido su amigo, comenzó a volverse más traicionero. Adara luchó por mantenerse en el aire, pero las ráfagas eran demasiado fuertes. Sentía que el control que había logrado empezaba a escaparse.

-"¡Adara, desciende ahora!"-, gritó Aideen desde abajo, pero su voz se perdió en el estruendo del viento.

Las alas de Adara se sacudieron violentamente, y aunque intentó mantener el control, una poderosa ráfaga la golpeó de lleno. Perdió el equilibrio, y antes de que pudiera reaccionar, comenzó a caer en picada. El suelo se acercaba rápidamente, y aunque trataba de corregir el vuelo, sus alas no respondían.

El pánico se apoderó de ella. La sensación de caer era peor de lo que había imaginado. Todo sucedía demasiado rápido. Sus pensamientos se volvieron confusos, y lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos y esperar el impacto.

Pero en el último segundo, algo la atrapó. Sentía un fuerte tirón en sus brazos, y de repente, dejó de caer. Abrió los ojos y vio a Aideen sujetándola con fuerza, usando sus propias alas para estabilizarlos a ambos.

-"Aún no estás lista para volar sola"- dijo él con dureza mientras la descendía lentamente hasta el suelo.

Adara no respondió, aún en estado de shock por la caída. Sabía que había fallado, pero también sabía que era solo el comienzo.