Chapter 6 - Pt.3

Adara permaneció inmóvil por unos segundos una vez que sus pies tocaron el suelo, su respiración agitada aún en un intento por estabilizarse. El impacto emocional de la caída la golpeaba con tanta fuerza como la propia ráfaga que la había derribado. Sabía que estaba en las primeras fases de su entrenamiento, pero la frustración de haber fallado una vez más se mezclaba con el miedo que había sentido mientras caía en picada hacia el suelo.

Aideen se colocó a su lado, aún sin decir palabra. El viento alrededor se había calmado un poco, pero las nubes oscuras que anunciaban la tormenta seguían avanzando lentamente en el horizonte. No había espacio para más errores.

-"Vamos a seguir"-, dijo él de repente, rompiendo el silencio con la frialdad que siempre lo caracterizaba.

Adara lo miró con incredulidad. ¿Seguir? Apenas podía mantener sus piernas firmes después de la caída, y su mente estaba aún nublada por el terror de estar tan cerca del peligro. ¿Cómo podía pensar en seguir entrenando ahora?

-"No puedo"-, murmuró, su voz apenas audible, cargada de agotamiento. -"Mis alas... mis músculos. Estoy exhausta."

Aideen la observó en silencio por unos segundos. Sus ojos, siempre serios y calculadores, parecían leer cada centímetro de su agotado cuerpo. Pero él no tenía intención de detenerse, y mucho menos de darle tiempo para recuperarse. Sabía que el mundo fuera del campo de entrenamiento no mostraría compasión. Los enemigos no esperarían a que ella estuviera lista para enfrentarlos.

-"Cuando el enemigo llegue, no tendrás tiempo para descansar"-, dijo, con voz áspera. -"Tienes que aprender a volar, a luchar, aun cuando creas que no puedes más. Si dejas que el cansancio te domine, estás perdida."

Adara cerró los ojos, apretando los puños en un intento de calmar la frustración que se agolpaba en su pecho. Sabía que Aideen tenía razón, pero cada fibra de su ser clamaba por detenerse, por tomar un respiro. Sin embargo, también comprendía que no había vuelta atrás. Desde el momento en que había escapado de su ciudad en ruinas, su destino había quedado sellado. Su única opción era seguir adelante.

-"¿Qué sigue entonces?"- preguntó finalmente, obligándose a levantarse por completo y a mirar a Aideen de frente. Su cuerpo estaba cansado, pero su voluntad se mantenía firme.

Aideen la observó por un momento, luego asintió con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos. Él también sabía lo difícil que era, pero esto era exactamente lo que esperaba de ella. No mostraba compasión porque sabía que la compasión no la prepararía para el mundo que les esperaba.

-"Subiremos esa colina de nuevo"-, dijo señalando hacia una colina más alta y empinada que la anterior. -"Y volaremos antes de que la tormenta llegue."

Adara sintió cómo un nudo se formaba en su estómago. Esa colina era el doble de alta que la que acababan de usar, y la tormenta ya estaba acercándose rápidamente. El viento empezaba a cambiar, volviéndose más fuerte, más impredecible. Pero no podía retroceder ahora.

Ambos comenzaron a caminar hacia la colina en silencio. A medida que ascendían, las gotas de sudor caían por la frente de Adara, no solo por el esfuerzo físico, sino por la tensión creciente que sentía ante la proximidad de la tormenta. No había seguridad en este entrenamiento; era una lucha constante contra el peligro.

Una vez llegaron a la cima, Adara pudo ver claramente las enormes nubes negras que se cernían sobre ellos. El viento era ahora mucho más fuerte, y su cuerpo entero vibraba con la energía que anticipaba lo que estaba por venir.

-"Esta vez, no habrá margen para el error"-, dijo Aideen, levantando la voz para hacerse oír por encima del viento que silbaba con furia. -"Si no controlas el vuelo desde el primer momento, el viento te arrastrará."

Adara miró el abismo frente a ella y tragó saliva. Sabía que este salto no sería como los anteriores. La tormenta lo haría más peligroso, más impredecible. Pero no podía permitirse vacilar.

Se preparó, extendiendo sus alas mientras sentía cómo el viento las sacudía violentamente. El cansancio seguía presente en su cuerpo, pero su mente estaba enfocada. Recordó lo que había aprendido durante los entrenamientos anteriores: no luchar contra el viento, sino volverse uno con él.

Con un último suspiro, saltó.

El viento la atrapó de inmediato, pero esta vez, Adara se entregó a él. No intentó resistir las corrientes, sino que dejó que la guiaran. A medida que descendía, sus alas respondían con más agilidad, ajustándose a los movimientos del aire. A pesar de la fuerza del viento, se sentía más en control que antes.

Volaba.

Por un momento, sintió una paz inesperada mientras se mantenía en el aire, rodeada por la furia de la tormenta que comenzaba a desatarse a su alrededor. Era como si estuviera desafiando la naturaleza misma, pero no desde la resistencia, sino desde la colaboración.

Pero la tormenta no tardó en golpear con fuerza. Las ráfagas se volvieron más violentas, y una enorme corriente de aire la empujó hacia un lado. Adara luchó por mantenerse en control, pero el viento era implacable. Estaba perdiendo altura rápidamente, y el pánico comenzaba a regresar.

De repente, una voz firme y clara resonó en su mente. Era Aideen, pero esta vez no gritaba desde abajo, sino que sus palabras parecían susurrar en lo más profundo de su ser: "Confía en tus alas. Ellas te sostendrán."

Adara cerró los ojos y dejó de luchar. En lugar de resistir, dejó que sus alas tomaran el control. Sintió cómo el viento volvía a levantarla, esta vez con suavidad, como si la tormenta misma la estuviera protegiendo.

Cuando abrió los ojos, estaba volando de nuevo, con más estabilidad que nunca antes. Las nubes de tormenta rugían a su alrededor, pero ella se mantenía firme. Volaba más alto, más fuerte, y esta vez, lo hacía completamente sola.

Desde la distancia, Aideen observaba, una leve sonrisa de orgullo curvando sus labios. Adara estaba comenzando a entender.

A medida que Adara continuaba su vuelo, la tormenta parecía un enemigo al que finalmente estaba aprendiendo a entender. Las nubes giraban, los truenos resonaban como una advertencia, pero ella se mantenía firme. Sus alas, que alguna vez le habían parecido un peso, ahora se sentían ligeras y poderosas, como si fueran una extensión natural de su cuerpo. Los músculos que antes temblaban de agotamiento se movían con precisión, ajustándose al viento con una confianza recién descubierta.

El aire a su alrededor parecía hablarle, guiándola en el camino correcto, y aunque la tormenta seguía rugiendo, ella ya no sentía el miedo paralizante que había experimentado antes. Había algo liberador en la forma en que el viento la desafiaba; era una prueba de que podía soportar cualquier cosa si dejaba de luchar contra lo inevitable y aprendía a fluir con ello.

De repente, una corriente descendente la atrapó por sorpresa. La sensación de caer volvió con fuerza, pero esta vez Adara reaccionó con rapidez. Sus alas se tensaron y luego se relajaron, ajustándose al cambio de viento. Era una maniobra difícil, una que nunca había logrado dominar en los entrenamientos, pero esta vez lo hizo con naturalidad. Recuperó altura con un solo movimiento fluido, y por primera vez, sintió algo que nunca antes había experimentado: control total.

Desde la distancia, Aideen la observaba con la mirada atenta. Sabía que este momento era crucial. Adara no solo estaba aprendiendo a volar en condiciones extremas; estaba aprendiendo a confiar en sí misma. A medida que la joven surcaba el cielo con una nueva confianza, él sabía que su progreso no se trataba solo de dominar una técnica, sino de transformar su mentalidad. Este era el verdadero propósito del entrenamiento.

Adara comenzó a descender lentamente, calculando cada movimiento. El viento aún intentaba desequilibrarla, pero ella lo manejaba con la destreza de alguien que había volado durante años. Cuando finalmente aterrizó de nuevo, sus piernas temblaban, pero esta vez no por el miedo o el agotamiento, sino por la adrenalina. Aterrizó con gracia, sus alas todavía extendidas, sintiendo el latido de su corazón acelerado, pero no por el terror, sino por la euforia de haberlo logrado.

Aideen caminó hacia ella, sus pasos tranquilos pero cargados de propósito. Adara no necesitaba que le dijera nada; lo veía en sus ojos. El orgullo, mezclado con la frialdad habitual, pero esta vez también había algo más, algo que ella no había visto antes: respeto.

-"Lo has hecho bien"-, dijo él, su voz baja, pero firme. -"Pero esto es solo el comienzo."

Adara asintió, aún recuperando el aliento. Sabía que no se trataba solo de un logro en su entrenamiento. Había cruzado una línea invisible, una que la separaba de la inseguridad que siempre la había frenado. No solo había aprendido a volar mejor; había aprendido a confiar en sí misma.

-"Estoy lista para lo que sigue"-, respondió, con una determinación renovada en su voz.

Aideen asintió, pero en su mirada había una advertencia. Aunque había superado esta prueba, sabía que lo que venía sería aún más difícil. El mundo fuera del campo de entrenamiento no solo le lanzaría tormentas; enfrentaría enemigos que no dudarían en destruirla si mostraba la más mínima duda.

-"El próximo paso es entender que las tormentas no siempre vendrán del cielo"-, dijo él, señalando las nubes que comenzaban a dispersarse lentamente. -"Algunas vendrán desde dentro, desde el miedo, la duda y la desesperación. Si puedes volar en esas tormentas, serás imparable."

Adara entendió la profundidad de esas palabras. El vuelo físico era solo una parte del entrenamiento. El verdadero reto sería aprender a navegar las tormentas internas, esas que no podían verse venir, pero que eran igual de devastadoras si uno no estaba preparado.

La tormenta en el horizonte comenzaba a disiparse, pero una nueva se gestaba dentro de ella. No era una tormenta de destrucción, sino una de cambio. Sentía que cada vez más partes de sí misma estaban despertando, cada una lista para luchar por lo que realmente era.

Mientras Aideen comenzaba a caminar de vuelta hacia la base del entrenamiento, Adara lo siguió, sus alas plegadas con cuidado a su espalda. Ya no sentía el peso que había sentido antes. Las alas no eran una carga, sino un símbolo de su fuerza. Caminaba con la cabeza en alto, lista para lo que viniera.

El viento había cambiado, y con él, también había cambiado Adara. Y aunque sabía que todavía tenía un largo camino por recorrer, una parte de ella ya había decidido que nunca volvería a caer sin levantarse.