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Chapter 28 - Episodio 27: No cuadra.

Después de varios días de aparente calma, Luci comenzó a notar una extraña distancia en Victor. Su esposo, normalmente tan enfocado y lleno de vida, estaba sumido en pensamientos que parecían más oscuros de lo habitual. Pasaba largos ratos mirando al horizonte, en silencio, como si estuviera observando algo que los demás no podían ver. Luci, preocupada, intentó acercarse en varias ocasiones, pero Victor se limitaba a sonreír y le decía que todo estaba bien, aunque su sonrisa no llegaba a sus ojos.

Una noche, mientras Luci estaba en una habitación aparte, ese sentimiento de inquietud se volvió más fuerte. Sentía en lo profundo de su corazón que el hombre que había compartido sus días y sus noches parecía… diferente. Algo en su esencia había cambiado, y ese presentimiento se hacía más insoportable a medida que pasaban los días.

Luci cerró los ojos, tratando de calmarse y entender lo que estaba sintiendo. A lo largo de los años, habían pasado por pruebas inimaginables, y aunque Victor había vuelto a casa, parecía que algo de él se había quedado en esas batallas. Quizás una parte de su alma aún estaba atrapada en la oscuridad, o tal vez el peso de sus acciones, de sus pérdidas y decisiones, había dejado una marca que ahora se hacía evidente.

Finalmente, incapaz de ignorar más sus presentimientos, Luci decidió hablar con él directamente. Entró en la habitación donde él se encontraba, la sombra de la preocupación nublando su mirada.

—Victor… ¿qué te sucede? —preguntó suavemente, su voz cargada de emoción—. Siento que… que no eres tú. ¿Qué está pasando?

Victor la miró en silencio durante unos largos segundos. Su expresión era tranquila, pero en sus ojos había una tormenta. Finalmente, suspiró y bajó la mirada, como si estuviera debatiendo con algo dentro de sí mismo.

—Luci… —comenzó, con un tono que denotaba el peso de sus pensamientos—. Hay cosas que he intentado dejar atrás, pero… algunas de ellas siguen conmigo. Es como si una parte de mí se hubiera quedado allá… en esas sombras.

Luci, comprendiendo la profundidad de su dolor, se acercó y tomó sus manos con ternura. Sabía que las cicatrices de Victor no eran solo físicas; eran heridas en su alma que aún estaban abiertas. Aunque no podía borrar su pasado, Luci estaba dispuesta a estar a su lado y recordarle quién era en realidad.

—No estás solo, Victor. Estoy aquí, y no importa lo que haya pasado o lo que pase en el futuro. Siempre estaré aquí, contigo.

Victor, tocado por sus palabras, finalmente la abrazó, permitiéndose, aunque solo por un momento, dejar que el peso de sus pensamientos se disipara en sus brazos.

Victor, sintiendo el calor de las manos de Luci y viendo la calma en sus ojos, esbozó una sonrisa suave y le dijo con firmeza:

—Siempre estaré contigo, Luci. No importa lo que pase ni lo que enfrente… mi lugar está aquí, a tu lado.

Luci lo miró, sus propios labios curvándose en una sonrisa de alivio y gratitud. Sus palabras llenaron de fuerza su corazón, disipando las dudas y miedos que había tenido en los últimos días. Se acercó aún más a él, tomando su rostro entre sus manos.

—Si tú estás conmigo —respondió ella, con una ternura inquebrantable—, sé que puedo enfrentar cualquier cosa.

Ambos se miraron en silencio, en una conexión profunda que trascendía las palabras. En ese instante, el peso del pasado y las sombras que habían enfrentado se desvanecieron, dejando solo a dos almas unidas, fuertes e inquebrantables. En medio de las dificultades, sabían que siempre podrían apoyarse el uno en el otro, encontrando en su amor la fuerza para seguir adelante.

Mientras tanto, en las profundidades del cosmos, dos fuerzas antiguas y poderosas comenzaban a converger. El concepto de Xal'Azar, una entidad formada en los vacíos de la soledad infinita, y el concepto de Karla'k, el dios del caos que habitaba en los recovecos oscuros del universo, se entrelazaban como dos ríos que, después de recorrer distintos caminos, se unían en un punto de colisión inevitable.

La soledad de Xal'Azar, insondable y densa, era una fuerza que absorbía todo a su alrededor. Representaba el vacío en el que nada ni nadie existía; una quietud tan profunda que desafiaba la propia existencia. A su vez, Karla'k, el caos indomable, traía consigo una energía salvaje e incontrolable, una vorágine de destrucción y cambio. Allí donde él existía, la realidad se torcía, y el orden se convertía en desorden.

En su unión, un nuevo concepto emergió: la soledad del caos y el caos de la soledad, una fuerza que no solo separaba todo a su paso, sino que descomponía la realidad misma. Aquellos que percibían su presencia sentían la desesperanza de un cosmos que no brindaba consuelo ni estabilidad. Este nuevo concepto era una paradoja viva: el vacío absoluto junto al eterno movimiento, la calma devastadora y la tormenta infinita. Era un concepto que borraba la distinción entre existir y no existir, trayendo consigo un silencio aterrador que contenía todos los gritos del universo.

Este nuevo ser, esta entidad nacida de la unión de Xal'Azar y Karla'k, se volvía una presencia que resonaba en las mentes y corazones de aquellos sensibles a los cambios del cosmos. Para algunos, era una señal de la inevitable decadencia; para otros, un recordatorio de la soledad que rodea cada acto de creación y destrucción. Y así, la soledad y el caos se convirtieron en una sola entidad, más poderosa que nunca, y su presencia oscura comenzaba a abrirse paso hacia el universo conocido, donde la calma de sus habitantes pronto se vería perturbada.

Esta entidad, nacida de la soledad infinita y el caos indomable, tomó el nombre de Xar'Khal, un nombre que evocaba tanto la quietud abismal como la tempestad incontrolable. Xar'Khal representaba la paradoja de existir y no existir, de la paz inquietante y la destrucción silenciosa. Aquellos que se atrevían a pronunciar su nombre sentían el peso de un vacío que consumía toda certeza y la fuerza de un caos que deshacía cualquier orden.

Xar'Khal era la manifestación de un equilibrio imposible, un recordatorio de que incluso en el abismo de la soledad y la furia del caos, algo podía surgir, algo que trascendía tanto la vida como la muerte.

Victor, consciente de los lazos profundos que lo unían a cada una de sus esposas, se encontraba ante el desafío de equilibrar su tiempo y su energía para que cada una de ellas se sintiera amada y valorada. Luci, María, Bianca y Karen tenían personalidades únicas, y Victor comprendía que debía ofrecerles momentos especiales, tanto en grupo como de manera individual, para fortalecer sus relaciones.

Luci apreciaba las charlas profundas y los paseos tranquilos, donde ambos podían desconectarse del mundo y simplemente disfrutar de la compañía del otro. Con María, las cosas solían ser más aventureras; juntos exploraban y vivían experiencias emocionantes, fortaleciendo su conexión a través de momentos inolvidables. Bianca, con su alegría contagiosa, inspiraba a Victor a disfrutar de citas llenas de diversión y espontaneidad, mientras que con Karen, la relación se centraba en la conexión emocional, donde las conversaciones sinceras y los pequeños gestos románticos creaban una unión fuerte y sincera.

Victor se esforzaba por darles a cada una el tiempo y el amor que merecían. Organizaba cenas, salidas y hasta escapadas románticas cuando podía, asegurándose de que cada una se sintiera especial. Aunque era un desafío mantenerse equilibrado en sus sentimientos y atenciones, Victor encontraba en sus relaciones el pilar de estabilidad que necesitaba para no perderse en las sombras de su propio pasado. Ellas eran su ancla, y con cada día que pasaba, su amor por cada una crecía, reforzando el lazo único que compartían juntos.

Victor había encontrado en su trabajo en la Academia Historia una nueva fuente de satisfacción y propósito. Ahora, como un mentor y educador para los jóvenes estudiantes, experimentaba una alegría genuina al transmitir sus conocimientos y experiencias a la nueva generación. Aunque había pasado por duras batallas y enfrentado momentos oscuros en su vida, ver el entusiasmo y la curiosidad en los ojos de sus alumnos le recordaba que aún había esperanza y que sus experiencias podían servir para algo más grande.

Cada día, Victor se esforzaba por ser un modelo a seguir, compartiendo no solo enseñanzas de combate y defensa, sino también lecciones de vida, responsabilidad y la importancia de proteger a los seres queridos. Los estudiantes admiraban su valentía y sabiduría, y muchos se acercaban a él para buscar consejo y apoyo. Con el tiempo, Victor se había convertido en una figura paterna para muchos de ellos, alguien a quien podían acudir en busca de orientación.

A pesar de la disciplina y seriedad que mantenía en el aula, Victor también sabía cómo hacer que el aprendizaje fuera emocionante. A menudo narraba sus historias épicas y aventuras pasadas, lo que capturaba la atención de todos, dejándolos asombrados e inspirados. Ahora, más que nunca, Victor sentía que había encontrado su lugar, y que podía dejar una marca positiva en el mundo, ayudando a estos jóvenes a convertirse en la próxima generación de héroes y guardianes de la historia.

Victor, en medio de una de sus clases, miró a sus alumnos con una expresión seria pero llena de empatía. Hizo una pausa, dejando que el silencio diera peso a sus próximas palabras, y luego comenzó a hablar con una sinceridad que capturó la atención de todos.

—No quiero que pasen por lo mismo que yo o mis amigos —dijo, recordando los sacrificios y pérdidas que había experimentado—. La vida puede ser dura, y en algún momento, cada uno de ustedes enfrentará desafíos que pondrán a prueba su fuerza y su carácter. Pero créanme, no se trata solo de ser fuerte físicamente. La verdadera fortaleza está en la mente y el corazón.

Victor les invitó a no dejarse vencer por las adversidades y a construir una resiliencia que los ayudara a mantenerse firmes, incluso cuando las cosas parecieran difíciles. Les contó cómo había aprendido, en el camino, que la fuerza mental podía ser incluso más poderosa que cualquier arma.

—Sean fuertes mentalmente —prosiguió—. La disciplina, el coraje, y el deseo de proteger aquello que aman son cualidades que no se entrenan en el campo de batalla, sino en cada decisión que toman y en cómo enfrentan las pequeñas pruebas de la vida diaria. Cada paso que dan hacia convertirse en alguien mejor es un paso hacia ser verdaderamente invencibles.

Sus palabras resonaron profundamente en los estudiantes. No solo los inspiraron, sino que también les dieron un sentido de propósito y motivación para superarse y aprender a ser más que luchadores; a ser personas fuertes, compasivas y con una misión en la vida.

Rigor y Dariel compartían una noche tranquila en casa, disfrutando de un tazón de fideos humeantes en la mesa junto a sus hijos. La atmósfera era cálida y relajada, llena de risas suaves y conversaciones alegres. Los niños, emocionados, intentaban comer sus fideos con entusiasmo, aunque de vez en cuando alguno terminaba fuera del plato, lo que provocaba una ronda de risas entre todos.

Dariel sonreía mientras observaba a Rigor, notando en él una paz que había sido difícil de encontrar en tiempos pasados. Era un momento sencillo, pero para ellos, era especial. Después de todo lo que habían atravesado, estos instantes en familia se sentían como un verdadero regalo. Rigor, por su parte, se sentía increíblemente agradecido por tenerlos a su lado; cada sonrisa de Dariel y cada carcajada de sus hijos le recordaban que su esfuerzo y sus sacrificios habían valido la pena.

Con un toque de humor, Rigor intentó atrapar un fideo rebelde en su plato, haciendo una mueca exagerada para hacer reír a sus hijos, que lo miraban con ojos llenos de alegría y cariño. Dariel, riendo, le dio un suave golpe en el brazo, y él respondió con una sonrisa tranquila, disfrutando de esa paz tan merecida. En ese momento, Rigor se prometió a sí mismo que protegería estos momentos a cualquier costo, sin importar los desafíos que el futuro pudiera traer.

A la mañana siguiente, Rigor se dirigió a la Academia Historia con una energía renovada. Su recuperación había avanzado más de lo que esperaba, y aunque aún sentía algún leve tirón en su mano de vez en cuando, ya no sufría los espasmos musculares que antes le dificultaban el trabajo. Al caminar por los pasillos de la academia, saludaba a algunos colegas y alumnos que lo miraban con respeto y admiración; era evidente que Rigor había recuperado su vigor característico.

Al entrar a su oficina, se sentó frente a su escritorio, lleno de papeles y documentos que habían quedado pendientes. Respiró hondo, apreciando el simple placer de poder volver a su rutina sin el dolor o las molestias que habían sido una constante durante su recuperación. Sin embargo, no olvidaba lo que había aprendido en ese tiempo: era consciente de que la vida podía cambiar en un instante, y eso le daba una perspectiva diferente sobre su trabajo y sobre el tiempo que compartía con su familia.

Mientras revisaba algunos documentos importantes para la academia, un grupo de estudiantes se asomó a la puerta para darle la bienvenida de vuelta y preguntarle cómo se sentía. Rigor les dedicó una sonrisa genuina y les agradeció por su preocupación. Les recordó, con una mirada firme y sabia, que superar las dificultades era parte del crecimiento y que, al igual que él, ellos también podían superar cualquier obstáculo con determinación.

Ese día, Rigor se sentía en paz consigo mismo. Sabía que, aunque todavía quedaba trabajo por hacer, había recuperado su fuerza y su propósito, y estaba listo para enfrentar lo que viniera con una renovada determinación.

Mientras Rigor estaba concentrado en llenar los últimos papeles pendientes, la puerta de su oficina se abrió suavemente y, al levantar la vista, vio a Victor entrando con una expresión pensativa. Era la hora del recreo, un momento de tranquilidad, y Rigor supo de inmediato que su amigo tenía algo importante en mente. Victor cerró la puerta tras de sí y se acercó, tomando asiento frente a él sin decir palabra al principio, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

Rigor lo miró con curiosidad y una leve sonrisa, rompiendo el silencio:

—¿En qué puedo ayudarte, Victor? Parece que tienes algo en mente.

Victor, con una mirada seria pero algo dubitativa, soltó un suspiro y se inclinó hacia adelante.

—Rigor… hay algo que siempre he querido preguntarte, pero nunca he encontrado el momento. Tú siempre has sido una persona de principios, alguien que ha pasado por cosas difíciles pero siempre sigue adelante. Quiero entender… ¿cómo logras mantenerte tan firme? A veces siento que me pierdo en mis propias luchas, y tú, a pesar de todo, sigues adelante con una paz que no logro comprender.

Rigor, sorprendido por la honestidad de la pregunta, se quedó en silencio unos segundos, reflexionando. Luego respondió con calma:

—No voy a mentirte, Victor. A veces no es fácil. He tenido que aprender a aceptar mis propias heridas, pero también a buscar fuerza en las personas que amo y en las responsabilidades que asumo. Cada uno de nosotros tiene sus propias batallas, pero lo importante es recordar por qué luchamos y mantener cerca a las personas que nos ayudan a seguir adelante.

Victor asintió lentamente, dejando que las palabras de Rigor calaran. En ese momento, entendió que el verdadero equilibrio de su amigo no venía de la ausencia de dolor, sino de la fuerza que encontraba en su propósito y en sus seres queridos.

Victor, tras una pausa reflexiva, miró a Rigor con una mezcla de curiosidad y seriedad.

—La segunda pregunta que quería hacerte es sobre algo que siempre me ha intrigado: ¿de dónde sacas tanto dinero cuando hay que reconstruir una ciudad? Cada vez que un estudiante o un villano causa estragos durante un combate, parece que la Academia y la ciudad recuperan sus pérdidas casi de inmediato. No puedo evitar preguntarme cómo logras financiar esas reconstrucciones tan rápidas.

Rigor sonrió ligeramente, comprendiendo la inquietud de su amigo. Se acomodó en su silla y, con un tono más ligero, comenzó a explicar:

—La verdad es que no soy yo quien financia todo. Cuando se producen esos desastres, la Academia tiene acuerdos con varias organizaciones y donantes, además de fondos que provienen del gobierno y de las alianzas que hemos establecido con otras academias y entidades. También hay contribuciones de antiguos alumnos que ahora son exitosos en sus respectivas carreras. Pero lo más importante es que hemos creado un fondo de emergencia específico para estas situaciones.

Victor frunció el ceño, intrigado.

—¿Un fondo de emergencia? ¿Y cómo lo han acumulado?

—A lo largo de los años, hemos establecido un sistema donde una parte de las matrículas y donaciones se destina a este fondo. Además, realizamos eventos y actividades que generan ingresos para la Academia, y esos recursos se utilizan para ayudar a las comunidades afectadas. La idea es que, en vez de ver la destrucción como un obstáculo, la convertimos en una oportunidad para unir a la comunidad y fortalecer nuestras relaciones.

Victor asintió, impresionado por la visión de Rigor.

—No puedo creer que hayan pensado en todo esto. Realmente eres un gran líder, Rigor.

Rigor sonrió modestamente, consciente de que el esfuerzo no era solo suyo, sino de todo un equipo comprometido con el bienestar de la Academia y sus alrededores. Era un recordatorio de que, aunque enfrentaban desafíos, siempre había maneras de transformarlos en oportunidades para crecer y reconstruir.

Victor, con una mirada inquisitiva, inclinó ligeramente la cabeza hacia Rigor mientras reflexionaba sobre la magnitud de las reconstrucciones que habían llevado a cabo.

—¿Y cuánto de ese dinero han gastado hasta la fecha, en estos 7 u 8 años? Me refiero a todas las veces que hemos estado en combate y hemos destruido alguna ciudad o incluso algún país. Debe ser una suma considerable, ¿no?

Rigor se tomó un momento para considerar la pregunta. Su rostro se tornó serio al recordar las muchas batallas y sus consecuencias. Finalmente, respondió:

—Es difícil precisar una cifra exacta, pero podría estimar que hemos gastado varios millones de créditos en reconstrucciones a lo largo de los años. Cada vez que hay un conflicto, ya sea causado por estudiantes en prácticas o villanos, los costos pueden ascender rápidamente.

Victor frunció el ceño, sorprendido por la magnitud de la cifra.

—¿Varios millones? ¿Y cómo manejan eso sin que se convierta en un problema financiero para la Academia?

Rigor asintió, reconociendo la preocupación de su amigo.

—Hemos implementado medidas de transparencia y responsabilidad fiscal. Además, trabajamos estrechamente con las autoridades locales y organizaciones no gubernamentales para asegurar que los fondos se utilicen de manera efectiva. Parte de la clave ha sido crear alianzas estratégicas que nos ayuden a compartir los costos. También hemos aprendido a negociar con constructores y proveedores para reducir gastos.

Victor reflexionó sobre lo que Rigor había dicho, admirando su capacidad para gestionar no solo la educación, sino también las repercusiones de las batallas que libraban.

—Es impresionante, realmente. No solo eres un director, sino que también actúas como un verdadero gestor de crisis —dijo Victor, sintiendo una renovada admiración por su amigo—.

—Lo importante es aprender de cada experiencia y adaptarnos. Sabemos que la paz no siempre es eterna, pero eso no significa que no podamos hacer un esfuerzo para mantener el orden y ayudar a aquellos que se ven afectados —respondió Rigor, con un brillo de determinación en sus ojos.

Victor sonrió, reconociendo la sabiduría en las palabras de Rigor. Sabía que juntos podían enfrentar cualquier desafío, no solo como guerreros, sino también como líderes comprometidos con el bienestar de su comunidad.

Victor, sintiendo un peso en su corazón por la situación reciente con Evil Victor, miró a Rigor con sinceridad en sus ojos. Quería abordar el tema de manera directa, pero también con delicadeza.

—Rigor, antes de que se me olvide —comenzó Victor, tomando un respiro profundo—. Quería pedirte disculpas por todo lo que ocurrió con Evil Victor. Sé que las cosas se salieron de control y que eso te causó molestias y complicaciones.

Rigor levantó una ceja, sorprendido por la sinceridad de su amigo.

—Victor, no tienes por qué disculparte. Sabemos que eso fue parte de la maldición que llevas contigo. Nadie puede controlar lo que no es parte de su voluntad.

—Lo sé, pero aun así, lamento que hayas tenido que lidiar con las consecuencias. Nunca quise que llegáramos a ese punto, especialmente sabiendo lo que has pasado recientemente.

Rigor asintió, entendiendo el dilema de Victor. La culpa y la responsabilidad podían ser cargas pesadas, incluso cuando no eran justas.

—Victor, todos enfrentamos nuestras propias batallas. Lo que pasó con Evil Victor no fue tu culpa. Solo… cuídate a ti mismo. Hay mucha presión sobre tus hombros, y sé que lo estás manejando como mejor puedes.

Victor sonrió débilmente, agradecido por la comprensión de su amigo.

—Gracias, Rigor. Tu apoyo significa mucho para mí. Prometo que haré lo mejor para mantenerme firme y proteger a los que amo.

Rigor se reclinó en su silla, un destello de orgullo en su mirada.

—Y yo estaré aquí para ayudarte, como siempre. No tienes que cargar con todo solo. Lo enfrentaremos juntos, como siempre lo hemos hecho.

La conversación dejó a Victor con una sensación de alivio. La amistad entre ellos era un refugio en medio del caos, y sabía que juntos podrían superar cualquier desafío que se presentara.

Victor se intentó levantar de la silla, pero al hacerlo, sintió una punzada de incomodidad en su pierna. Se detuvo, mirando hacia abajo con sorpresa al notar que se le había dormido, resultado de haber estado sentado durante demasiado tiempo.

—Oh, espera un momento —murmuró, intentando mover su pierna para restablecer la circulación—. Parece que la aventura de sentarse demasiado tiempo ha tenido sus consecuencias.

Rigor se echó a reír, observando la situación con un tono de camaradería.

—Te dije que necesitas moverte más. La próxima vez, intenta no sentarte tanto en la misma posición. Eso le pasa a cualquiera.

Victor trató de reírse también, pero la incomodidad era evidente en su rostro mientras intentaba estirar la pierna. Al final, se sentó de nuevo, buscando una posición más cómoda.

—Supongo que no estoy tan acostumbrado a estar quieto como antes —respondió, intentando encontrar el equilibrio—. Quizás deberíamos tomar un descanso y dar una vuelta por la Academia. A veces un poco de movimiento ayuda.

Rigor asintió, levantándose también de su silla con una sonrisa.

—Buena idea. Un poco de ejercicio y aire fresco nunca viene mal. Además, tengo algunas cosas que necesito revisar en el patio. Tal vez podamos hablar con algunos estudiantes sobre sus proyectos.

Victor, aliviado de poder moverse, se levantó con más cuidado esta vez y caminó lentamente junto a Rigor, moviendo las piernas para reactivar la circulación.

—Espero que mis pies no me traicionen de nuevo —dijo entre risas, sintiendo que la incomodidad había comenzado a desaparecer.

—Si tus pies comienzan a hablarte, quizás deberías considerar una carrera como comediante —bromeó Rigor mientras ambos se dirigían hacia la puerta.

A medida que caminaban por los pasillos de la Academia, Victor se sintió agradecido por la amistad de Rigor y por la oportunidad de disfrutar de un momento de relajación. Sabía que, a pesar de las dificultades, siempre habría un espacio para la risa y la camaradería.

Después de que Victor se despidió, Rigor se quedó solo en la oficina, sintiéndose un poco más ligero tras su conversación. Sin embargo, sabía que había asuntos importantes que atender, especialmente en lo que respecta a las finanzas de la Academia.

Se sentó de nuevo en su escritorio y comenzó a buscar en los documentos esparcidos. Sabía que necesitaba un informe detallado sobre las facturas y los pagos pendientes relacionados con servicios como la electricidad, la comida, y otros suministros escolares.

Rigor abrió un par de carpetas y empezó a revisar meticulosamente cada documento.

—Vamos, tiene que estar aquí en alguna parte —murmuró para sí mismo, revolviendo papeles. Encontró algunos recibos de compras recientes y documentos de actividades escolares, pero no lo que realmente necesitaba.

Finalmente, después de unos minutos de búsqueda, encontró un archivo marcado con una etiqueta que decía "Finanzas Pendientes." Su corazón se aceleró al abrirlo, esperando encontrar la información que buscaba. Dentro, encontró una lista organizada de todas las facturas y los pagos que debían realizarse en las próximas semanas.

Rigor revisó los detalles, asegurándose de que todo estuviera en orden. Se dio cuenta de que había algunos pagos atrasados en servicios esenciales, lo que podría causar problemas si no se solucionaba pronto.

—Perfecto, esto es lo que necesitaba —dijo para sí mismo, tomando un bolígrafo para anotar las fechas de vencimiento y las cantidades.

Mientras revisaba las cifras, reflexionó sobre la importancia de mantener todo en orden, no solo por la estabilidad de la Academia, sino también por el bienestar de los estudiantes y el personal. Cada pequeño detalle contaba, y la gestión responsable era fundamental para garantizar que todos tuvieran acceso a lo que necesitaban.

—Quizás sea momento de hablar con el consejo directivo sobre estos asuntos —pensó Rigor, sabiendo que necesitaba hacer ajustes en el presupuesto para abordar las deudas acumuladas.

Con un nuevo sentido de propósito, Rigor organizó los documentos y preparó un plan de acción para presentar ante el consejo. Sabía que, aunque había desafíos, con la colaboración adecuada podrían encontrar soluciones efectivas. Su determinación lo llevó a sentirse más preparado para enfrentar cualquier adversidad que se presentara.

Después de organizar los documentos y planificar su estrategia financiera, Rigor sintió que necesitaba un respiro. La presión del trabajo y las responsabilidades como director de la Academia Historia comenzaban a acumularse, y sabía que un buen entrenamiento le ayudaría a despejar la mente y liberar el estrés acumulado.

Se dirigió a la habitación temporal, un espacio que había diseñado para entrenamientos intensos y ejercicios de combate. La habitación, equipada con tecnología avanzada, le permitía experimentar diferentes escenarios y condiciones, lo que era perfecto para mejorar sus habilidades y prepararse para cualquier eventualidad.

Al entrar, sintió una oleada de energía. Las paredes estaban revestidas de material absorbente de impactos y el suelo, acolchonado, ofrecía una superficie segura para moverse. Encendió el sistema de entrenamiento y vio cómo se iluminaban las pantallas, proyectando varios escenarios y datos de su rendimiento previo.

—Es hora de ponerme a prueba —murmuró Rigor, estirando los músculos y preparándose para comenzar.

La habitación se ajustó automáticamente a sus configuraciones, creando un entorno que replicaba diferentes condiciones de combate. Rigor comenzó con ejercicios de calentamiento, haciendo series de golpes y patadas, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a fluir en su cuerpo.

A medida que avanzaba, aumentó la intensidad del entrenamiento. Activó un modo de simulación que le permitió practicar con varios oponentes virtuales. Las proyecciones de combate se movían rápidamente, lanzando ataques que Rigor tenía que esquivar y contrarrestar. A pesar de que había pasado por momentos difíciles, su cuerpo respondía con agilidad y precisión.

Rigor se enfocó en perfeccionar sus técnicas, combinando sus movimientos con los que había aprendido de su entrenamiento en artes marciales. Cada golpe, cada movimiento, era un recordatorio de que, a pesar de las secuelas que había sufrido, seguía siendo un luchador formidable.

Mientras sudaba y se esforzaba, se permitió sumergirse en la concentración y la disciplina que siempre le habían caracterizado. En la habitación temporal, encontró un refugio donde podía dejar atrás sus preocupaciones y centrarse solo en su entrenamiento.

Después de una sesión intensa, finalmente se detuvo para recuperar el aliento, sintiéndose revitalizado. La habitación comenzó a enfriarse y las luces se atenuaron, señalizando el final de la simulación.

—Definitivamente necesito más de esto en mi rutina —pensó Rigor, sintiendo que había encontrado una forma de lidiar con el estrés y las presiones del día a día. Con una sonrisa de satisfacción, se dirigió a la salida, sabiendo que había dado un paso más hacia su recuperación y fortaleza personal.

Rigor estaba profundamente concentrado en su entrenamiento cuando, de repente, la puerta se abrió y Dariel entró con sus hijos. La habitación temporal, adaptada para este tipo de situaciones, era un espacio donde podían pasar tiempo juntos, aunque el tiempo se comportara de manera diferente.

—¡Papá! —gritó uno de los niños, corriendo hacia él con entusiasmo. La risa de los pequeños resonó en la habitación, pero Rigor sabía que ahora estaban en un lugar donde el tiempo se expandía. Tendrían que esperar cinco años antes de salir, y eso significaba que tendrían que hacer de esos años una experiencia productiva.

—Hola, mis pequeños guerreros —saludó Rigor, sonriendo mientras se secaba el sudor de la frente. Luego, miró a Dariel con un aire de preocupación—. Sabes que la espera va a ser larga. ¿Estás lista para esto?

Dariel asintió, aunque sabía que sería un desafío. Rigor buscó entre sus cosas y sacó una pequeña pastilla, con un brillo especial.

—Esto te ayudará —dijo, ofreciéndole la pastilla temporal que había reservado para momentos como este. —Es para que mantengas tu juventud sin cambiar tu edad. Lo he estado usando también para mis entrenamientos, así que ten cuidado. Solo me quedan unas pocas.

Dariel tomó la pastilla con gratitud, reconociendo la importancia de mantener su vitalidad durante su tiempo en la habitación. Los niños los observaban, intrigados por el intercambio.

—¿Qué es eso, mamá? —preguntó el mayor, con los ojos abiertos de par en par.

—Es solo algo que nos ayudará a mantenernos fuertes y saludables mientras estamos aquí —explicó Dariel con una sonrisa. —Y ustedes también pueden entrenar, si quieren.

Los niños miraron a su padre, emocionados por la idea de entrenar junto a él en este entorno especial. Rigor se agachó para estar a la altura de sus pequeños.

—Podemos convertir este lugar en un campo de entrenamiento. Hay mucho que podemos aprender juntos. Pero primero, ¿están listos para un poco de ejercicio?

Los niños asintieron con entusiasmo. Dariel tomó la pastilla y se la tragó, sintiendo el efecto inmediato de la energía que la envolvía.

—Vamos a hacer algo divertido, ¿les parece? Primero, algunos ejercicios para calentar. Luego, podemos hacer algunas simulaciones de combate para que vean lo que hago —dijo Rigor, sintiéndose revitalizado con la presencia de su familia.

Mientras comenzaban, Rigor se sintió agradecido por tener a su esposa y a sus hijos a su lado. Sabía que estos momentos, aunque extraños en la percepción del tiempo, serían fundamentales para su conexión familiar y el crecimiento de todos ellos. Con cada movimiento y cada risa, se sintió más fuerte, más enfocado, y listo para enfrentar lo que vendría.

A medida que transcurrían las cinco semanas en la habitación temporal, el ambiente se llenaba de risas y aprendizaje. Aunque el tiempo había pasado de manera diferente, los niños habían crecido en habilidades y en confianza. Rigor y Dariel se mantenían en su apariencia original, gracias a la pastilla temporal, lo que les permitía seguir siendo un ejemplo para sus pequeños.

Los niños, ahora de cinco a seis años, habían aprendido mucho durante su tiempo en la habitación. Rigor les enseñó no solo combate y habilidades de defensa, sino también lecciones de vida sobre la valentía, la responsabilidad y la importancia de proteger a los demás. Las simulaciones de combate que habían realizado les habían dado una ventaja; sus movimientos eran ágiles y precisos, reflejando las enseñanzas de su padre.

Un día, después de una intensa sesión de entrenamiento, Rigor decidió hacer una pausa y hablar con sus hijos. Los reunió en un círculo, con la habitación aún brillando con la luz artificial.

—He estado pensando en lo que hemos aprendido juntos —comenzó Rigor, sonriendo—. Ustedes han crecido mucho en estas semanas, y estoy muy orgulloso de cada uno de ustedes.

Dariel se unió a la conversación, mirando a sus hijos con ternura.

—Sí, han demostrado mucha valentía y determinación. Esas son cualidades que siempre deben llevar con ustedes, sin importar a dónde vayan —les dijo, haciendo hincapié en la importancia de esos valores.

Los niños escuchaban atentamente, sus ojos brillando de admiración por sus padres.

—¿Qué les gustaría hacer cuando salgamos de aquí? —preguntó Rigor, deseando escuchar sus pensamientos.

—¡Jugar en el parque! —exclamó el mayor, emocionado.

—¿Y ver a nuestros amigos? —agregó la pequeña, su voz llena de entusiasmo.

Rigor asintió, sabiendo que la vida fuera de la habitación les esperaba con aventuras.

—Eso suena perfecto. Vamos a hacer un trato: cuando salgamos de aquí, pasaremos un día completo en el parque y haremos una gran fiesta con todos. Pero primero, ¿les gustaría hacer una última ronda de entrenamiento antes de salir?

Los niños gritaron de alegría y se pusieron en posición, listos para aprender más. Rigor se sintió agradecido por el tiempo que habían pasado juntos; había sido una experiencia que los unió más que nunca.

Mientras se preparaban para su última sesión de entrenamiento, Dariel observó con una sonrisa. En su corazón, sabía que, independientemente de los desafíos que enfrentaran en el futuro, la unidad y el amor de su familia siempre serían su mayor fortaleza.

Cuando finalmente llegó el momento de salir de la habitación, todos estaban llenos de energía y emoción. Rigor tomó la mano de Dariel, y juntos, con sus hijos delante de ellos, se dirigieron hacia la puerta que los llevaría de regreso a su vida en el mundo real. Con un último vistazo hacia atrás, Rigor supo que estaban listos para enfrentar cualquier cosa que les esperara.

Cuando finalmente cruzaron la puerta que los llevó de regreso al mundo real, Rigor, Dariel y sus hijos sintieron la diferencia inmediata en el ambiente. Aunque en términos cronológicos habían pasado solo cinco semanas, la experiencia vivida dentro de la habitación temporal se sintió como cinco años llenos de aprendizajes, desafíos y momentos significativos.

Los niños, ahora más maduros y hábiles, miraban a su alrededor con ojos curiosos y llenos de asombro. Habían desarrollado una percepción del tiempo y de sí mismos que iba más allá de lo físico; habían crecido en sabiduría, confianza y unidad familiar.

—¿Dónde estamos, papá? —preguntó el menor, sus ojos brillando con curiosidad.

—Estamos de vuelta en casa —respondió Rigor con una sonrisa, sintiéndose emocionado por la nueva vida que los esperaba. —Y hemos aprendido mucho. Ahora es el momento de poner en práctica lo que hemos vivido.

Dariel miró a su alrededor, sintiendo una mezcla de nostalgia y alivio. Habían pasado semanas encerrados, pero dentro de ese espacio, habían creado recuerdos que atesorarían para siempre.

—¿Recuerdan lo que hemos hablado sobre ser valientes y proteger a los demás? —preguntó Dariel, mirando a sus hijos. Ambos asintieron con entusiasmo.

—Sí, mamá. Vamos a ser como los héroes que hemos visto en las historias —dijo el mayor, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Rigor se sintió orgulloso al escuchar esas palabras. Sabía que, aunque el tiempo real había sido breve, la conexión y el crecimiento que habían experimentado juntos eran invaluables.

Mientras caminaban, se dieron cuenta de que el mundo seguía girando a su alrededor. Las calles estaban llenas de gente, y el bullicio de la vida cotidiana era un recordatorio de que habían vuelto a la normalidad. Pero para ellos, nada sería como antes. Llevaban consigo las lecciones aprendidas y un fuerte sentido de propósito.

Rigor se agachó y tomó las manos de sus hijos.

—Prometamos que siempre estaremos ahí unos para otros, sin importar lo que pase. Estamos juntos en esto, y siempre seremos una familia fuerte.

—¡Sí! —gritaron los niños, llenos de energía.

Mientras se dirigían hacia su hogar, Rigor y Dariel se miraron y sonrieron, sabiendo que este nuevo capítulo de sus vidas estaría lleno de aventuras, amor y, sobre todo, la fortaleza que habían cultivado juntos en aquel tiempo que se sintió tan largo y significativo. En su corazón, cada uno sabía que los retos futuros solo reforzarían los lazos que habían construido, y enfrentarían lo que viniera con coraje y unidad.

Fin.