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Chapter 5 - capítulo 5

Un mes después…

/ Ventana de poderes /

Poder principal: Copiar ( Tiempo restante para copiar de nuevo: Listo para usar), Poderes copiado: control de gravedad (mejorado a expansión de gravedad) , Súper fuerza ( x 1,5 a la fuerza base), Velocidad ( x 1,4 a la velocidad base), visualizar poderes (mejorado a Sistema de poderes)

El humo flotaba en la cantina de los Pizarro como una nube pesada, atrapada bajo las luces tenues que parpadeaban en el techo. Las conversaciones en voz baja llenaban el espacio, creando un ruido de fondo constante, pero aquellos que conocían bien este lugar sabían que había un rincón donde siempre reinaba el silencio. Era la mesa donde Smiling, el enigmático aliado de los Pizarro, solía sentarse. Pocos conocían su verdadero nombre: Reith. Para la mayoría en los bajos mundos, era simplemente Smiling, un apodo que había ganado por su máscara blanca inmutable y la sonrisa grabada en ella, una sonrisa que nunca cambiaba sin importar la situación.

Smiling estaba sentado, como siempre, en la esquina más oscura del lugar. Frente a él, un vaso de whisky, medio vacío, reflejaba la luz del ambiente. La máscara descansaba sobre la mesa, pero nadie en la cantina se atrevía a acercarse, excepto aquellos que sabían que podían hacerlo. A su alrededor, había respeto y, sobre todo, miedo. Smiling no era un hombre que se buscara como enemigo.

Desde el otro lado de la cantina, se oyeron pasos pesados. Nacho Pizarro, el más fuerte de los hermanos Pizarro, avanzaba hacia la mesa. Con su imponente altura y musculatura, Nacho siempre destacaba en cualquier lugar donde estuviera, pero frente a Smiling, la dinámica de poder era diferente. Nacho respetaba a Reith, no solo por su habilidad para pelear, sino por la temible reputación que había construido a su alrededor.

—Smiling —dijo Nacho con su voz grave y ronca, inclinándose ligeramente hacia él—. Oskar quiere hablar contigo. Hay una misión en la que necesitas estar.

Reith, sin levantar la mirada, dio un pequeño sorbo a su whisky. Sabía que, aunque Oskar lo buscara para misiones importantes, el verdadero poder detrás de todo esto era Víctor, su mentor y figura clave en las sombras. Los Pizarro eran aliados, pero no los consideraba sus líderes. Víctor era quien realmente tenía la autoridad en su vida. Oskar, por su parte, aunque poderoso, era solo una parte más de este entramado de influencias.

—¿De qué se trata esta vez? —preguntó Reith, aún sin mirar a Nacho.

Nacho, manteniendo su postura de respeto, cruzó los brazos sobre su pecho antes de continuar.

—Es algo serio. Los Hyeok. Han estado moviéndose en nuestro territorio, buscando algo que no les corresponde. Oskar quiere que les des una lección. Pero ya sabes, no son cualquier grupo de delincuentes. Son organizados, letales.

Los Hyeok. Reith había escuchado de ellos antes. Una familia poderosa, estructurada casi como un escuadrón militar, con habilidades que no debían tomarse a la ligera. Cada uno de ellos era peligroso por derecho propio, y juntos eran una fuerza imparable. Reith, o más bien Smiling, sentía un leve destello de emoción ante la idea de enfrentarse a ellos. No porque le gustara el combate en sí, sino porque lo empujaba a mejorar, a evolucionar.

—Los Hyeok… interesante —dijo Smiling con una ligera sonrisa bajo la máscara, finalmente colocando el vaso vacío en la mesa.

—Oskar quiere verte antes de que vayas. Él te explicará los detalles —agregó Nacho, inclinándose un poco más cerca, como si lo que fuera a decir necesitara mantenerse en secreto—. Y sé que esto es importante, hermano. Así que, ¿vienes?

Reith se puso de pie, sin decir más. Sabía que si Oskar estaba involucrado, el asunto debía tener un peso considerable. Pero también sabía que antes de cualquier enfrentamiento importante, había una ventaja que necesitaba obtener. Oskar Pizarro poseía un don único, conocido como Zenkai, que le permitía adaptarse en medio de una batalla, volviéndose más fuerte a medida que su oponente lo superaba en poder. Ese era un don que Reith necesitaba copiar, y sabía exactamente cómo hacerlo.

El despacho de Oskar estaba decorado con una opulencia que parecía desentonar con el entorno oscuro y subterráneo de la base de los Pizarro. La madera oscura y los muebles de cuero transmitían una sensación de poder y autoridad, algo que a Oskar le gustaba proyectar. Cuando Reith entró, Oskar estaba detrás de su escritorio, revisando algunos papeles. Al notar la entrada de Smiling, levantó la vista y sonrió, aunque como de costumbre, era una sonrisa vacía.

—Smiling. Justo a tiempo. Toma asiento, tenemos algo importante que discutir —dijo Oskar, señalando la silla frente a él.

Reith se acercó, pero en lugar de sentarse, permaneció de pie, observando a Oskar con una calma calculada. Sabía que, aunque Oskar intentara proyectar autoridad, no era más que un aliado temporal, un engranaje en el plan mayor de Víctor.

—Nacho me habló de los Hyeok. ¿Qué quieres que haga? —preguntó Reith, su tono impasible.

Oskar sonrió una vez más, claramente disfrutando de la sensación de control que creía tener. Sin embargo, en su mente, sabía que Smiling no era un simple subordinado. Reith operaba a su manera, y eso lo hacía impredecible.

—Los Hyeok han estado interfiriendo en nuestras operaciones. No sabemos exactamente qué buscan, pero están invadiendo territorio que no les pertenece. Necesito que vayas y los frenes. No me importa cómo lo hagas, pero quiero que entiendan que no pueden moverse por aquí sin nuestro permiso. Si puedes, destrúyelos. Si sobreviven, que sea solo porque han aprendido a respetar nuestros términos —explicó Oskar, mientras su mirada se endurecía.

Reith no respondió de inmediato. En su mente, ya estaba analizando la situación, pero había algo que necesitaba antes de ir tras los Hyeok: el poder de Oskar. Si iba a enfrentarse a una familia tan poderosa, necesitaría algo más que sus habilidades habituales. Necesitaba la capacidad de adaptarse a cualquier situación, tal como lo hacía Oskar con su Zenkai.

Se acercó lentamente a Oskar, tendiendo una mano hacia los papeles sobre el escritorio como si estuviera interesado en los detalles de la misión.

—¿Algo más que deba saber antes de ir? —preguntó Smiling mientras, de manera casi imperceptible, sus dedos rozaban la piel de Oskar.

En ese breve contacto, el Sistema de Poderes de Reith se activó. La sensación era casi eléctrica, y en un instante, Zenkai fue copiado. Una ventana invisible apareció frente a sus ojos, mostrando el nuevo poder que había adquirido.

Poder copiado: Zenkai

Poder mejorado: Adaptación súper avanzada (incremento exponencial en capacidades físicas y mentales en función del nivel de amenaza).

Reith dejó que la sonrisa oculta bajo su máscara se expandiera. Ahora tenía lo que necesitaba.

—Eso es todo lo que necesitas saber —respondió Oskar, aparentemente inconsciente de lo que acababa de ocurrir.

—Bien. Me encargaré de los Hyeok —dijo Smiling, dándose la vuelta y saliendo del despacho sin mirar atrás.

Horas más tarde, Smiling se encontraba en las afueras de un almacén abandonado, donde los Hyeok habían establecido una base temporal. Desde afuera, el edificio parecía deteriorado, pero Reith sabía que lo que se ocultaba dentro era una fortaleza. Los Hyeok no eran un grupo común de delincuentes; cada uno de ellos tenía habilidades formidables, y juntos formaban un equipo casi imbatible.

Dentro del almacén, Morgan Hyeok estaba organizando a sus hermanos. Su ojo izquierdo brillaba intensamente mientras invocaba a varios guerreros espectrales. A su lado, Cris, el maestro de los átomos, ajustaba sus estructuras invisibles, preparándose para descomponer cualquier amenaza. Ameli estaba dibujando rápidamente en su cuaderno, proyectando figuras que cobrarían vida, y Nick, con su enorme físico, estaba listo para la pelea.

—Smiling, viene por nosotros. Esto no será fácil —dijo Morgan, su voz calmada pero firme.

—Entonces, vamos a demostrarle de lo que somos capaces —respondió Nick, con una sonrisa feroz.

Smiling se adentró en el edificio como una sombra. Su poder de Adaptación Súper Avanzada lo hacía sentir invencible. Cada paso que daba era una demostración de precisión. Podía sentir las trampas y los ataques antes de que ocurrieran. Mientras avanzaba por los pasillos oscuros, sus sentidos se agudizaban, y su cuerpo respondía a cada amenaza antes de que esta se materializara.

Cuando llegó al centro del almacén, los Hyeok ya lo estaban esperando. La tensión en el aire era palpable. Morgan estaba de pie, con sus invocaciones espectrales a su lado, mientras Cris, Ameli y Nick formaban una barrera defensiva. Sabían que Smiling no era un oponente cualquiera.

—Hyeok —dijo Smiling, su voz resonando en el salón—. Espero que estén listos.

Morgan no perdió el tiempo. Con un gesto, envió a su guerrero samurái hacia Smiling, el cual se lanzó con su katana desenvainada, buscando un corte mortal. Pero Smiling, usando su poder de adaptación, simplemente desvió el ataque, aumentando la gravedad a su alrededor y haciendo que el samurái colapsara en el suelo.

Cris intentó atrapar a Smiling descomponiendo la estructura del suelo bajo sus pies, pero Reith contrarrestó el ataque al instante, alterando los átomos de vuelta a su forma original.

La pelea continuó con una violencia creciente. Nick consiguió conectarle un puñetazo, enviando a Smiling contra una pila de cajas, pero en cuestión de segundos, Smiling se levantó. Su capacidad de adaptación lo hacía más fuerte con cada golpe recibido.

—Nada mal, Hyeok —dijo Smiling con una calma inquietante.

La batalla estaba en su punto álgido cuando Smiling, con su poder de gravedad, desintegró el golem que Ameli había proyectado. En ese momento, decidió que ya era suficiente.

—Esto no tiene por qué acabar así —dijo Smiling, su voz resonando en la sala.

Morgan, jadeando por el esfuerzo, lo miró detenidamente. Sabía que, aunque todavía podían seguir luchando, la ventaja ya no estaba de su lado.

—¿Qué sugieres? —preguntó Morgan con cautela.

—Una alianza. Podrán moverse en este territorio, pero bajo nuestras reglas. Tendrán que pedirle permiso a Oskar… y a Víctor. Si siguen adelante sin él, las consecuencias serán peores que esta pelea —respondió Smiling.

Los hermanos Hyeok intercambiaron miradas, sopesando sus opciones. Era claro que Reith no había venido solo a destruirlos. Había algo más en juego.

—De acuerdo —dijo finalmente Morgan—. Pediremos audiencia con Oskar.

Una semana después…

Los Hyeok y los Pizarro habían sellado su alianza. Félix Hyeok, desde su oficina improvisada en los suburbios, observaba el paisaje mientras revisaba varios documentos que consolidaban los términos del acuerdo. Félix era un hombre astuto, con una mente estratégica que siempre estaba tres pasos por delante. Sabía que esta tregua con los Pizarro era temporal, pero necesaria para sus planes futuros.

—Es solo el comienzo —murmuró Félix, mientras su mirada fría escrutaba los papeles en su escritorio.

Una semana había pasado desde la pelea con los Hyeok, y las calles del territorio Pizarro estaban más tranquilas de lo habitual. La tensión latente que normalmente vibraba entre las facciones del submundo había disminuido, pero el acuerdo entre los Hyeok y los Pizarro no era una garantía de paz duradera. Todo era temporal, y tanto Reith como Oskar lo sabían. Para la mayoría, Smiling —el apodo bajo el que todos conocían a Reith— había asegurado un momento de estabilidad, pero para aquellos que sabían leer los movimientos en el tablero del crimen, esto era solo una pausa antes de la siguiente jugada.

Reith caminaba por las calles iluminadas por los débiles faroles, su figura envuelta en sombras, con la máscara blanca cubriendo su rostro, como siempre. Había cumplido con su parte del trato, enfrentándose a los Hyeok y estableciendo la alianza, pero algo más lo mantenía alerta. Sabía que Félix Hyeok, el verdadero cerebro detrás de los hermanos, tenía planes más grandes, y no le sorprendía que todo esto solo fuera el comienzo de algo más profundo.

Mientras avanzaba por las calles silenciosas hacia el cuartel de los Pizarro, Reith no pudo evitar repasar en su mente los eventos de la semana anterior. Los Hyeok no eran el enemigo que había imaginado. A pesar de su reputación de ser una familia feroz y despiadada, había sentido algo más durante la batalla: una sensación de propósito, de estrategia calculada más allá de la mera supervivencia.

Al llegar al cuartel, la gran puerta de metal oxidado se abrió ante él con un chirrido. Los guardias lo observaron, sabiendo que aunque Smiling no respondiera directamente a los Pizarro, su presencia era siempre una señal de que algo importante estaba a punto de suceder. Reith caminó por los largos pasillos oscuros hasta llegar a una sala más pequeña y privada donde lo esperaban Víctor y Oskar.

Víctor, el mentor y verdadero eje central de la operación, estaba de pie junto a una mesa llena de documentos. No era un hombre que mostrara su poder de manera ostentosa, pero todos sabían que detrás de su semblante tranquilo se escondía uno de los jugadores más peligrosos del submundo. Oskar, por su parte, estaba sentado en una silla de cuero, con una expresión seria mientras examinaba un mapa del territorio.

—Smiling —dijo Oskar sin levantar la vista—. Ha pasado una semana desde que hiciste el trato con los Hyeok. Y aunque ahora nos permiten operar sin interferencias, sabemos que esto no durará para siempre.

Reith asintió, permaneciendo en silencio, como era su costumbre. Su máscara blanca reflejaba la tenue luz del lugar, pero bajo ella, su mente trabajaba rápidamente.

—Félix Hyeok —continuó Oskar, dejando el mapa a un lado—. Ese hombre es un problema. Sabemos que controla a sus hijos y que este acuerdo que hicimos con ellos no es más que una distracción mientras mueve sus fichas en otros lugares.

Víctor, que hasta ese momento había estado en silencio, levantó la mirada y se dirigió a Reith.

—Félix es más listo de lo que aparenta. Pero no podemos mostrarle nuestra mano todavía. Quiero que te acerques a los Hyeok de nuevo. Hazles creer que la alianza es sólida y que estamos dispuestos a colaborar más estrechamente. Félix es un hombre que valora la información, así que déjalo creer que puede confiar en ti. Mientras tanto, quiero que descubras qué está tramando —ordenó Víctor con una calma calculada.

Reith asintió una vez más, sin decir nada. Sabía que Víctor siempre jugaba el largo plazo, y que la verdadera batalla no se libraba solo con puños y dones, sino con información y estrategia.

—Los Hyeok son peligrosos, pero no invencibles. Mantente cerca, pero sin comprometerte demasiado. No podemos perder nuestra ventaja —añadió Oskar, su mirada finalmente encontrando los ojos morados tras la máscara de Reith.

—Lo haré —respondió Reith con su tono habitual, frío y firme.

Un par de días después, Reith se encontraba de nuevo en el territorio de los Hyeok, esta vez con un propósito diferente. No había venido a pelear, sino a negociar, o al menos, eso era lo que Félix debía pensar. Sabía que Morgan, Cris, Ameli y Nick aún lo veían con una mezcla de respeto y cautela. Después de todo, había derrotado a sus mejores habilidades, pero esta vez, no estaba allí para pelear. No aún.

El lugar era el mismo almacén donde se había llevado a cabo la batalla la semana pasada. Esta vez, sin embargo, el ambiente era más relajado, aunque la tensión seguía presente en el aire.

Félix Hyeok estaba sentado en una mesa al fondo del almacén, acompañado por sus hijos. Era un hombre de apariencia tranquila, pero su mente siempre estaba trabajando. Félix no era alguien que se dejara llevar por las emociones; cada movimiento que hacía estaba calculado. Reith lo sabía, y también sabía que Félix no se fiaba completamente del acuerdo con los Pizarro. Pero en ese momento, las apariencias eran importantes.

—Smiling —dijo Félix, alzando la vista cuando Reith entró en la sala—. Me alegra verte. Parece que el acuerdo con los Pizarro está funcionando… por ahora.

Reith se acercó lentamente a la mesa, su presencia siempre imponente, aunque no pronunciara una sola palabra más allá de lo necesario.

—Por ahora —respondió Reith, manteniendo su voz neutral—. Pero vine con el propósito de Hablar un rato, estoy aburrido la verdad.

Félix entrecerró los ojos, estudiando cada palabra. Sabía que había algo más detrás de ese ofrecimiento.

—Así que hablar, bueno yo estoy muy ocupado, tienes a mis hijos, vayan y conózcanse, por tu voz debes ser de la misma edad de mis hijos. —Dijo Félix

En otro lugar…

— En una oscuridad, se demuestra una figura sombría donde una sonrisa se le ve… Eso es muy interesante los Hyeok y Pizarro se unieron, las cosas se pondrá muy interesante— Hablo la figura desconocida .