En la vasta y caótica Región 139, los héroes son algo más que simples protectores: son símbolos de esperanza, íconos de poder y justicia, venerados por las masas que depositan en ellos su fe. Entre todos los héroes que la Liga de Héroes J ha formado y promovido, hay un nombre que pocos se atreven a cuestionar: Rubén Conthrer. Para la mayoría, Rubén es el líder ejemplar, un héroe intachable, dispuesto a sacrificarlo todo por el bienestar de la humanidad. Su rostro aparece en carteles publicitarios, se alaba su valentía en los medios, y su liderazgo es visto como la razón por la cual la Liga sigue siendo tan poderosa.
Sin embargo, detrás de esa fachada pública, Rubén oculta secretos que, de salir a la luz, destrozarían su reputación. Manipulador, calculador, y despiadado, Rubén ha estado usando la Liga para sus propios fines, tejiendo una red de control que involucra la corrupción, el asesinato, y la explotación de los héroes bajo su mando. Aquellos que descubren la verdad, o bien desaparecen misteriosamente, o bien son obligados a servir bajo su influencia, convertidos en peones de su oscuro juego.
Dentro de la sede central de la Liga de Héroes J, un rascacielos imponente hecho de acero y cristal que domina la skyline de la ciudad, Rubén se encuentra en su despacho, una amplia sala de paredes oscuras decoradas con medallas, premios y fotografías que relatan su éxito como héroe. Su escritorio de madera maciza está cubierto de informes, uno de los cuales tiene especial importancia: el informe sobre la desaparición de Álex, el héroe conocido como El Guerrero de Luz.
Rubén, con una expresión tranquila pero fría, repasa el documento con detalle. Álex había sido un problema creciente. Un héroe demasiado noble, demasiado enfocado en la justicia, que se había convertido en una amenaza para los planes de Rubén. La última vez que Álex fue visto, estaba investigando las operaciones secretas de Rubén, buscando pruebas para exponer su corrupción.
Rubén cierra el informe, satisfecho. Álex ya no es un problema. Su destino se había sellado cuando decidió enfrentarse a Rubén.
Rubén (pensando): "Álex… siempre tan ingenuo. No podías entender que en este mundo, la verdadera fuerza no se encuentra en la luz, sino en las sombras. Y las sombras… siempre ganan."
Rubén, además de ser un astuto estratega, posee un don oscuro: la capacidad de manipular las sombras. Es un poder que ha perfeccionado a lo largo de los años, un arma letal que usa para dominar y eliminar a sus oponentes. Las sombras se mueven a su alrededor, casi como si tuvieran vida propia, reflejando su control sobre ellas. Y fue ese mismo poder el que usó para eliminar a Álex en un callejón oscuro de la ciudad, lejos de las miradas curiosas.
Justo en ese momento, el silencio de la sala se interrumpe por un suave golpe en la puerta. Rubén aparta la mirada del informe y, con un leve movimiento de la mano, indica que se puede pasar. La puerta se abre despacio, revelando la pequeña figura de un niño de doce años. Es Maximiliano, su hijo, quien entra con pasos cautelosos en la habitación. A pesar de la oscuridad del entorno, los ojos de Maximiliano brillan con admiración al ver a su padre, un héroe a quien idolatra por completo.
Maximiliano es diferente a su padre. Aunque ha heredado un don, su poder está lejos de la ofensiva y la intimidación que Rubén emana. Maximiliano puede curar, un poder de sanación único, y aunque valioso, él mismo lo considera insuficiente para estar a la altura de las expectativas que siente sobre sus hombros.
Maximiliano: "Papá, he estado practicando mi don, pero... no es suficiente. Quiero ser más fuerte, como tú. Quiero que los demás confíen en mí, que me respeten como te respetan a ti."
Rubén mira a su hijo en silencio durante unos segundos. Aunque es un hombre frío y calculador, Maximiliano representa para él algo más profundo: el único lazo emocional que le queda. A pesar de sus oscuros métodos, Rubén siente un amor genuino por su hijo, aunque evita mostrarlo abiertamente.
Rubén (con una leve sonrisa): "Maximiliano, el poder no siempre se mide por la fuerza o la habilidad para luchar. Tu don es raro, mucho más valioso de lo que crees. En un mundo lleno de destrucción, ser capaz de sanar es un don que pocos tienen."
Maximiliano baja la mirada, pensativo.
Maximiliano: "Pero... quiero proteger a los demás, como tú lo haces. Quiero que la gente me vea como alguien fuerte, alguien en quien puedan confiar."
Rubén siente una punzada de culpa, un sentimiento extraño para él. Maximiliano lo ve como un héroe, pero si alguna vez llegara a descubrir la verdad sobre las acciones de su padre, esa admiración se desvanecería por completo. Sin embargo, Rubén no puede dejar que su hijo lo vea como alguien débil o erróneo. Mantener la fachada es crucial.
Rubén: "Ser fuerte no siempre significa pelear o ser el más poderoso, hijo. A veces, ser un líder significa tomar decisiones que otros no entenderán, pero que son necesarias para el bien mayor. Un día, comprenderás esto."
Maximiliano asiente, aunque no parece completamente convencido. Su mirada aún refleja una mezcla de admiración e inseguridad. Rubén lo observa mientras el niño sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Ahora, solo en su despacho, Rubén se recuesta en su silla y contempla la ciudad a través de la gran ventana que domina la vista desde su oficina. A pesar del poder y control que ejerce sobre la región, hay algo que no puede controlar: el momento en que su hijo descubrirá quién es realmente.
Cambio de escena
Mientras tanto, en la periferia de la Región 139, en un pequeño apartamento ubicado en una zona más humilde, Lucía, una heroína con el don de la clarividencia, se encuentra sentada en el suelo de su sala de estar. Está rodeada de velas apagadas y papeles desordenados. Desde la desaparición de Álex, su mente ha estado intranquila. Álex, su mejor amigo y confidente, había estado investigando a Rubén en secreto, tratando de reunir pruebas sobre su corrupción. Lucía lo había ayudado en varias ocasiones, utilizando su poder para prever posibles amenazas. Pero desde hace días, una sombra oscura se cierne sobre sus visiones.
Álex no es cualquier héroe. Su capacidad para manipular la luz lo convirtió en un símbolo de esperanza para los ciudadanos. Era una antítesis directa de Rubén: honesto, noble y siempre dispuesto a hacer lo correcto. Pero cuando comenzó a cuestionar el liderazgo de Rubén, sus días estaban contados. Rubén no iba a permitir que Álex destruyera todo lo que había construido.
Aquella noche, Lucía cierra los ojos e intenta concentrarse, buscando alguna señal de su amigo. Pero lo que ve no es la salvación que espera. En su mente, una visión clara la arrolla con una fuerza aterradora. En ella, ve a Álex enfrentándose a Rubén en un oscuro callejón.
Álex: "¡Sé lo que has estado haciendo, Rubén! No permitiré que sigas manipulando a la Liga para tu propio beneficio."
Rubén, envuelto en las sombras, sonríe con una calma inquietante.
Rubén: "Eres demasiado idealista, Álex. El mundo no funciona según tus principios de justicia y honor. El caos que intentas evitar es lo que nos da poder."
De repente, las sombras se alzan como si respondieran a la voluntad de Rubén. Álex, con sus ojos llenos de determinación, genera una luz cegadora que intenta contrarrestar la oscuridad, pero es inútil. Las sombras envuelven su cuerpo con una fuerza inhumana, ahogando su luz hasta que finalmente, Álex cae al suelo, sin vida.
Lucía se despierta de la visión con un grito ahogado, el miedo y el horror se apoderan de ella. No hay duda: Álex está muerto. Rubén lo ha asesinado, y ella lo ha visto todo. Su corazón late con fuerza, el sudor cubre su frente, y la desesperación la consume. Si Rubén descubre que Lucía lo sabe, la buscará para silenciarla de la misma manera que hizo con Álex, Así que mas pronto que nunca iba a escapar de ahí.
Después de la devastadora visión de la muerte de Álex a manos de Rubén, Lucía sabía que su tiempo en la Región 139 había llegado a su fin. La opresión en el ambiente se hacía palpable, y sus compañeros héroes, aunque aún no sabían lo que había visto, empezaban a mirarla con sospecha. Ya que empezó a deja el cuartel en plena noche, sin dar explicaciones, eso generaba desconfianza.
Con el corazón acelerado y la mente en alerta, Lucía salió del cuartel general, intentando mantener la calma. No había dicho una palabra a nadie, pero su partida sin previo aviso había despertado las alarmas. Sabía que no podía escapar sin ser notada; los héroes estaban en todas partes, y muchos de ellos seguían ciegamente las órdenes de Rubén.
Héroe 1: "¿A dónde crees que vas, Lucía? No hemos recibido órdenes de registro para salir del cuartel a un patrullaje."
Lucía (pensando): "No puedo permitirme dudar ahora."
Activando su don de clarividencia, Lucía preveía los movimientos de sus oponentes con rapidez y precisión. No podía detener el tiempo ni ralentizarlo, pero su habilidad le permitía adelantarse a las intenciones de los héroes que la perseguían. El primero intentó detenerla con un ataque frontal, pero ella lo vio venir con suficiente antelación. Con un golpe preciso, desarmó al héroe y lo dejó inconsciente antes de que pudiera dar la alarma.
Siguió corriendo hacia la salida del edificio principal, pero varios héroes de bajo nivel ya la estaban esperando. Sus miradas sospechosas indicaban que algo no andaba bien, aunque aún no sabían qué había visto ella.
—¡Detente! —gritó uno de los héroes—. ¡No tienes permiso para irte! ¡Rubén querrá hablar contigo!
—¿Por qué te vas tan rápido? —preguntó otro—. ¿Qué estás escondiendo?
Lucía tragó saliva. Sabía que no podía simplemente huir sin pelear. No quería lastimar a nadie, pero tampoco podía permitirse ser capturada. Con un movimiento rápido, lanzó una pequeña bomba cegadora que llevaba escondida en su chaqueta. Al explotar, una luz brillante llenó la zona, desorientando a los héroes por unos segundos. Sin perder tiempo, corrió entre ellos mientras recuperaban la vista.
Un héroe con supervelocidad intentó interceptarla, pero Lucía ya había previsto su trayectoria. Con una rápida desviación, esquivó su ataque y se deslizó por una calle lateral, ganando unos metros de ventaja.
—¡No dejen que escape! —se escuchó a otro héroe gritar.
Más héroes se unieron a la persecución, pero eran simples peones, sin las habilidades necesarias para detenerla. Lucía, usando su clarividencia para prever los ataques, se movía con destreza entre ellos. Esquivaba golpes, desarmaba a algunos con movimientos calculados y dejaba a los demás incapacitados temporalmente. Aunque había sido entrenada para pelear, siempre prefería evitar el combate directo cuando fuera posible.
Mientras corría hacia los límites de la Región 139, las sombras de los edificios parecían cerrarse sobre ella, una señal de la influencia de Rubén. El aire se volvía más denso, y la presión sobre sus hombros aumentaba. Sabía que no tenía mucho tiempo.
Al llegar al borde de la región, un grupo de héroes más experimentados bloqueaba su salida. Eran más resistentes y habilidosos que los anteriores. Esta vez, Lucía sabía que tendría que usar todos sus recursos para escapar. Sacó otra bomba cegadora y la lanzó hacia el grupo. La explosión de luz fue suficiente para desorientarlos momentáneamente. Aprovechando su clarividencia, anticipó cada movimiento de los héroes restantes y, con precisión, los neutralizó uno por uno.
Finalmente, tras incapacitar a los últimos héroes, cruzó el límite de la región y se adentró en las tierras desérticas que rodeaban la ciudad. A medida que su corazón se calmaba, supo que había ganado tiempo, pero también era consciente de que el verdadero desafío estaba por venir.
Horas después...
Mientras tanto, Rubén observaba desde su oficina la vasta ciudad iluminada por las luces nocturnas. Su mirada no era la de un hombre relajado. El asesinato de Álex había sido necesario, un movimiento calculado para mantener el control de la Liga de Héroes. Pero Lucía había escapado, y eso complicaba todo.
Rubén: (pensando) "No puedo permitir que ella viva. Las sombras siempre encuentran a quienes tratan de escapar..."
Las sombras alrededor de Rubén se movían con una energía latente, una extensión de su voluntad. Desde joven, había perfeccionado el control de su don, permitiendo que las sombras fueran no solo su arma, sino su red de información. Nadie en la Liga sospechaba que Rubén era capaz de ver y escuchar a través de las sombras, controlando cada rincón de la ciudad.
Un hombre vestido de negro entró en la oficina de Rubén, moviéndose sin hacer ruido. Era uno de los espías de Rubén, entrenado para seguir las órdenes sin cuestionarlas.
Espía: "Señor, hemos encontrado indicios de que Lucía está en la Región 142."
Rubén (frunciendo el ceño): "La Región 142... Crimson gravitor."
El nombre de Gravitor era bien conocido por Rubén, aunque nunca lo había conocido en persona. Ambos operaban en círculos muy distintos, pero el nombre del mercenario tenía un peso en el mundo clandestino. Crimson Gravitor no se involucraba en la política de la Liga, pero era alguien a quien Rubén había aprendido a respetar, al menos de lejos.
Rubén: "¿Gravitor la está protegiendo?"
Espía: "No lo sabemos con certeza, pero creemos que ella se dirige hacia él."
Rubén: "Envía a nuestros mejores hombres a la Región 142. No quiero que Lucía llegue hasta Gravitor. Y si lo hace... Avisenme."