capitulo 6
La fama de su grupo había crecido, y con ella, la atención no deseada. Sara y Leo estaban en el laboratorio, rodeados de pantallas y componentes electrónicos, cuando Javier y Marco entraron con noticias alarmantes. Un grupo rival, conocido como "Los Desafiantes", había llegado a la ciudad con la intención de poner a prueba su poder. Mientras Javier y Marco se preparaban para atender a los intrusos, Leo se volvió hacia Sara.
—Necesitamos una solución rápida. Si ellos descubren nuestra base, estamos acabados —dijo Leo, mirando las pantallas que mostraban imágenes de los Desafiantes acercándose.
Sara pensó por un momento y propuso una idea audaz: crear placas que reflejaran la luz para volver invisible la base. La idea era simple pero arriesgada: generar una explosión controlada para desviar la atención mientras activaban las placas invisibles.
Con el plan en marcha, el grupo se dividió en dos. Javier y Marco se encargaron de enfrentar a los Desafiantes, mientras Leo y Sara trabajaban intensamente en las placas invisibles. Utilizando materiales avanzados que habían investigado, comenzaron a construir pantallas que no solo reflejarían la luz, sino que también se adaptarían al entorno.
—Si logramos hacer que estas placas funcionen como un camaleón, podrán ocultar nuestra base por completo —explicó Sara mientras conectaba cables.
Después de horas de trabajo arduo, lograron completar un prototipo. Justo cuando estaban listos para probarlo, escucharon la explosión en el exterior. Era el momento perfecto; los Desafiantes estaban distraídos por el estruendo. Leo activó las placas y, como por arte de magia, la base se volvió invisible ante los ojos curiosos.
Con su base oculta y los Desafiantes confundidos por la explosión, el grupo decidió que era hora de establecer nuevas medidas de seguridad. Se reunieron para discutir su próximo paso.
—Necesitamos entradas secretas por toda la ciudad —sugirió Marco—. Algo que nos permita movernos sin ser detectados.
Sara propuso un sistema de reconocimiento de voz para abrir estas entradas secretas. Cada miembro del grupo tendría su propio código vocal único para garantizar la seguridad.
Con la base bien protegida y nuevas estrategias en marcha, el grupo se sintió más seguro que nunca. Habían logrado superar una amenaza inminente y estaban listos para enfrentar cualquier desafío que viniera a continuación.
Pero en la ciudad, la tensión aumentaba. La explosión que había sacudido la noche había llamado la atención no solo de los Desafiantes, sino también de las fuerzas del ejército. En una sala oscura, iluminada solo por pantallas que mostraban mapas y datos, el Comandante Vargas observaba con interés.
El Comandante Vargas era un hombre temido y respetado. Con años de experiencia en el campo de batalla, había ascendido rápidamente en las filas del ejército gracias a su astucia y su enfoque implacable en la estrategia militar. Sus ojos, fríos como el acero, se posaron en un informe sobre la explosión.
—¿Un grupo sin importancia detrás de esto? —murmuró con desdén—. No puede ser. Hay algo más en juego aquí.
Vargas ordenó a sus soldados que se dirigieran al lugar de la explosión para investigar. Sabía que un grupo pequeño no podría haber causado tal destrucción sin ayuda. Mientras tanto, él comenzaba a trazar un plan. Si lograba desmantelar a este grupo emergente, podría consolidar su poder y demostrar su valía al alto mando del ejército.
Los soldados regresaron con informes contradictorios. Habían encontrado rastros de tecnología avanzada y un entorno cuidadosamente diseñado para ocultar cualquier actividad sospechosa.
—Esto no es obra de aficionados —afirmó uno de los soldados—. Hay algo más aquí.
Vargas decidió enviar un equipo especial para infiltrarse en la base oculta del grupo. Su objetivo era claro: obtener información sobre sus recursos y sus verdaderas intenciones. Creyendo que estaban ante una amenaza potencial, comenzó a movilizar sus tropas, preparando una operación encubierta.
Mientras tanto, Leo y Sara se dieron cuenta de que la calma antes de la tormenta estaba por terminar. Las placas invisibles habían funcionado bien, pero sabían que no podían confiarse. Con el ejército ahora tras sus pasos, debían prepararse para el enfrentamiento inevitable.
A medida que la investigación avanzaba, el Comandante Vargas sentía cómo la frustración se apoderaba de él. Tras semanas de búsqueda, sus tropas regresaron sin ningún hallazgo significativo. No habían encontrado la base del grupo que había causado la explosión ni pistas que los llevaran a ellos.
—Esto es inaceptable —rugió Vargas, golpeando la mesa con el puño—. Un grupo tan pequeño no puede haber desaparecido sin dejar rastro.
Los informes de sus soldados eran claros: habían explorado cada rincón de la zona afectada y no había señales de actividad inusual. La astucia de Leo y Sara estaba dando frutos, y su plan había funcionado a la perfección.
Mientras tanto, Leo y Sara celebraban en secreto su éxito. Habían creado un sistema de camuflaje que mantenía su base oculta de los ojos del ejército. Utilizando tecnología avanzada, habían logrado desviar cualquier señal que pudiera delatarlos.
—Lo logramos —dijo Leo, con una sonrisa de satisfacción—. Vargas no tiene idea de dónde estamos.
Sara asintió, sintiéndose más segura que nunca. Sabían que debían mantenerse alerta, pero el hecho de haber evadido al ejército les daba una ventaja crucial en su lucha por sobrevivir.
Sin embargo, Vargas no se rendiría tan fácilmente. Aunque no había encontrado pruebas concretas, su instinto le decía que algo no estaba bien. Decidió intensificar sus esfuerzos y utilizar métodos menos convencionales para obtener información.
—Si no puedo encontrarlos a través de mis soldados, buscaré aliados en lugares oscuros —murmuró para sí mismo—. Alguien debe saber algo sobre este grupo.
Con esta nueva determinación, Vargas comenzó a formar alianzas con mercenarios y espías, creando una red subterránea para rastrear a Leo y Sara. El conflicto se intensificaba, y aunque el dúo había ganado una batalla, sabían que la guerra apenas comenzaba.