Kiyohime, una vez nombrada, experimentó una transformación extraordinaria. Su figura se tornó en una mezcla perfecta de fuerza y gracia, como si cada línea de su cuerpo hubiese sido esculpida por los dioses.
Ahora, su presencia exudaba una belleza tan deslumbrante que no solo atraería miradas, sino que atrapaba el alma de quienes la observaban.
Su piel, suave y luminosa, parecía emanar una cálida luz, destacando cada contorno de su impecable figura. Su cabello, de un verde marino brillante, caía como una cascada de seda, enmarcando su rostro angelical y otorgándole un aura sobrenatural. Sus ojos, de un dorado profundo, parecían contener secretos infinitos y destellos de inteligencia ancestral. Cuando miraba, lo hacía con una intensidad que penetraba hasta el corazón, transmitiendo un encanto hipnótico que desafía toda lógica.
Vestida en un uniforme de secretaria militar tras su evolución, Kiyohime portaba una blusa ajustada de alto rango, resaltando sus proporciones de una manera que irradiaba poder y sensualidad. La minifalda negra, junto con medias oscuras que cubrían sus largas piernas, añadía un toque de provocación y elegancia. Cada movimiento de su cuerpo era fluido y calculado, proyectando una confianza arrolladora. Su porte, ahora perfeccionado por la energía de su evolución, se convertía en el ideal de la perfección misma, capaz de desatar pasiones y dejar una huella profunda en el corazón de cualquiera.
Kiyohime no solo drenó Mana; también capturó la esencia de una belleza etérea, imposible de olvidar, y de un poder que prometía ser tan devastador como cautivador
Me quedé sin aliento al ver a Kiyohime. Era una belleza absoluta. "Es perfecta para ser mi secretaria personal", pensé.
Sofía intervino con sarcasmo: "Su cuerpo fue creado según tus gustos, mi señor."
"Gracias", respondí, aún impactado por la belleza de Kiyohime.
Kiyohime se inclinó ante mí, su voz dulce y melodiosa: "Mi señor, prometo no defraudarle. Traeré a Zero de vuelta."
Le entregué un arma de luz con una bala única. "Usa esto cuando sea necesario. Solo tienes que apuntar y decir Stella."
Kiyohime asintió y se retiró con los tres demonios. Les había prometido nombres y cuerpos físicos si regresaban vivos de la misión.