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Chapter 9 - Capitulo 7 : Batalla Final.1

La noche cayó sobre el paisaje, envolviendo el terreno en una oscuridad densa y silenciosa. En la distancia, Kiyohime y los tres demonios avanzaban a toda velocidad, sus figuras apenas visibles.

Mientras tanto, en la aldea cercana, la tensión se sentía en el aire. Zero y el Anciano se encontraban frente a frente, midiendo cada uno el poder del otro. Zero sujetaba firmemente su guadaña, sus ojos fríos y concentrados en su adversario. Frente a él, el Anciano empuñaba la espada divina, conocida como Destructor de Cielos.

Sin preámbulos, el combate comenzó. Zero fue el primero en atacar, lanzándose hacia el Anciano en un movimiento rápido y preciso. La hoja de su guadaña cortó el aire en un arco amplio, buscando debilitar la defensa de su oponente. El Anciano interceptó la guadaña de Zero, desviando el golpe con un solo movimiento de su espada. El sonido del metal chocando resonó en la quietud de la noche.

Ambos retrocedieron, evaluándose de nuevo. Los ojos de Zero brillaban con determinación, mientras ajustaba su postura, preparando el siguiente ataque. El Anciano mantenía su expresión imperturbable, su cuerpo relajado, pero su espada en alto, lista para responder a cualquier ofensiva.

Zero volvió a la carga, girando su guadaña en una serie de ataques rápidos, apuntando a los puntos vitales del Anciano. Cada golpe era preciso, y cada movimiento fluía con habilidad. El Anciano respondió con una defensa sólida, bloqueando y esquivando con agilidad.

¿Es todo lo que tienes? preguntó el Anciano.

La provocación encendió un destello de rabia en los ojos de Zero, quien apretó los dientes y redobló sus esfuerzos, lanzando una serie de ataques aún más intensos. A cada choque de sus armas, debido a esos golpes ,la tierra temblaba levemente.

Ambos combatientes estaban parejos en destreza con sus armas, pero el Anciano tenía una ventaja decisiva: la espada divina Destructor de Cielos, un arma que amplificaba su poder de manera significativa. Zero lo notó y decidió terminar el combate de un solo golpe antes de que la ventaja del Anciano se volviera insuperable.

Concentrando todo su poder, Zero agitó su guadaña y liberó su habilidad final: "Páramo de la Muerte". El entorno cambió de inmediato. Una niebla espesa cubrió el terreno, y un campo sombrío se desplegó alrededor de ellos. Zero controlaba cada sombra y cada brisa en este campo, preparado para drenar la vida de quien quedara atrapado.

El Anciano miró a su alrededor, asimilando el escenario creado por Zero. Pero en lugar de mostrar preocupación, soltó una carcajada potente. "¿Esto es todo lo que tienes?" exclamó. "¿Un truco ilusorio para intimidarme?"

Sin perder tiempo, el Anciano se plantó firmemente y levantó su espada divina. Con una precisión calculada, concentró su energía en el filo, que empezó a brillar intensamente. "¡Corte Dimensional!" gritó, desatando una técnica devastadora. El filo de la espada partió el aire con una fuerza incomparable y rompió la estructura de la habilidad de Zero.

El "Páramo de la Muerte" comenzó a desmoronarse y se desvaneció en el aire. El Anciano bajó su espada, sin ocultar la satisfacción en su mirada.

¿Eso es todo, Zero?" dijo con una sonrisa.

Pensé que alguien como tú podría ofrecer algo más interesante. Pero parece que te has sobrevalorado.

Zero respiraba con dificultad, el agotamiento evidente en su rostro. Pero el desprecio del Anciano no hizo más que encender su irritación.

El combate apenas comenzaba, y Zero sabía que tendría que arriesgarlo todo para enfrentarse a un oponente de tal magnitud.

Zero se dio cuenta de que su reserva de mana estaba casi agotada. Sabía que no podía prolongar el combate en un enfrentamiento directo; cada segundo le ponía en mayor desventaja. Era consciente de que, si usaba Teletransportación para huir, su señor podría haberlo vencido en su lugar. Pero la idea de escapar era impensable.

Él había proclamado, arrogantemente, que nadie podría derrotarlo, y ahora se veía atrapado en su propia promesa. Reconoció que subestimó a su enemigo, y eso le estaba costando caro. Sin embargo, no pensaba rendirse.

Decidió usar una última habilidad, una técnica prohibida conocida como "Destructor de Almas". Esta técnica consumiría toda su energía restante y podría destruir el alma de su oponente.

Sabía que era una jugada desesperada, un ataque de doble filo. Si fallaba, no solo sería derrotado; él mismo podría quedar atrapado en el efecto devastador de la habilidad.

Con un profundo respiro, Zero transformó su guadaña en una espada, un arma final y letal. La energía negra comenzó a envolver la hoja, convirtiendo el aire a su alrededor en un campo denso y pesado.

¡Destructor de Almas! gritó Zero, lanzándose hacia el Anciano con todas sus fuerzas. La velocidad de su carga era abrumadora, cada paso resonando en el suelo.

El Anciano observó la aproximación de Zero con calma, una expresión de interés en su rostro. Levantó su espada divina, preparándose para el impacto.

Cuando la espada de Zero chocó con la suya, una onda de energía envolvió el campo de batalla, sacudiendo todo a su alrededor. El poder del Destructor de Almas comenzó a presionar al Anciano, intentando penetrar sus defensas.

Pero, contra todo pronóstico, el Anciano resistió. Un aura dorada rodeó su cuerpo, protegiéndolo de la energía oscura que amenazaba con devorar su alma.

"¿Esto es todo lo que tienes, Zero?" murmuró el Anciano, desestimando la habilidad prohibida con una calma inquebrantable.

Zero lo miraba, los ojos encendidos de furia y odio, pero también con la realidad de que se estaba enfrentando a un oponente que superaba todo lo que había imaginado.

En esos segundos de silencio, el Anciano, ya aburrido de alargar el combate, decidió acabar con Zero de un solo golpe.

Una luz dorada comenzó a emanar de su cuerpo, y varias barreras de anti magia aparecieron a su alrededor, irradiando un poder abrumador.

Estas barreras estaban diseñadas específicamente para debilitar a seres espirituales y demoníacos como Zero.

Zero, exhausto, reconoció esas barreras y se dio cuenta de que no podía escapar.

Su último ataque había consumido hasta la última gota de su energía, dejándolo sin fuerzas, en un estado en el que solo podía esperar la muerte. Su rostro reflejaba la desesperación y el agotamiento.

A su alrededor, círculos mágicos comenzaron a formarse en el suelo y en el aire, activándose con una precisión letal.

El Anciano levantó su espada, su voz resonando con un poder incuestionable. "Milagro Divino: ¡Desintegración!

Los círculos dorados respondieron a su llamado, activándose en perfecta sincronía.

De ellos surgió una luz devastadora, una energía pura y celestial que se alzó en el cielo y comenzó a descender hacia Zero.

El ataque estaba cargado con un poder descomunal, una energía que destruiría completamente a cualquier ser espiritual o demoníaco en un solo impacto.

La luz alcanzó a Zero, envolviéndolo con su poder implacable. Un grito de dolor y desesperación escapó de sus labios, mientras su cuerpo y alma parecían a punto de ser destruidos. En un último acto de impotencia, Zero clamó ayuda a su señor.

De repente, una voz femenina, fuerte y clara, resonó en el aire. La voz provenía de una figura distante, que se acercaba a toda velocidad. ¡Stella!

En un instante, una bala dorada atravesó el cielo y se estrelló contra las capas de anti magia del Anciano, desintegrándolas al instante.

La bala continuó, destruyendo los círculos mágicos de la habilidad *Desintegración* y anulándola por completo.

La luz celestial que caía sobre Zero se disipó en el acto, como si su fuerza nunca hubiese existido.

El Anciano observó, sorprendido y enfurecido, el ataque anulado y buscó en el aire al ser que había osado intervenir en su ejecución. Su rostro reflejaba una ira imaginable.

En esos segundos que el Anciano, desconcertado y aún buscando a su atacante, no notó de inmediato la figura imponente y hermosa que ahora estaba frente a Zero, rodeada por tres demonios de aspecto formidable.

Cuando finalmente reparó en ellos, la irritación se hizo visible en su rostro, fruncido en una expresión de enfado.

¿Quién eres, y por qué te atreves a interrumpir mi ejecución? demandó con severidad, el tono de su voz cargado de desprecio. Su mirada escrutadora se clavó en Kiyohime.

La figura femenina, de largo cabello verde y ojos dorados, lo miró con una sonrisa calmada pero desafiante.

Su voz dulce y melodiosa resonó con una firmeza inesperada, mientras mantenía una postura erguida y confiada.

Me presento. Mi nombre es Kiyohime, leal subordinada de mi señor Sora-sama. Por el orgullo de servirle, te aseguro que hoy te voy a matar.

El Anciano se quedó en silencio un instante, sorprendido por su seguridad, y luego rió con una mueca de burla.

¿Así que eres otra de las criaturas de ese monstruo que se dedica a nombrar a los espíritus y darles cuerpos físicos?. Su tono estaba cargado de sarcasmo mientras miraba de reojo a los tres demonios.

Y estos… no parecen demonios comunes. Son demonios mayores, ¿no? Solo alguien temerario le daría un nombre a seres como ellos, sabiendo en qué podrían convertirse."

Mientras procesaba esto, el Anciano no dejaba de pensar en lo que implicaría enfrentarse a archidemonios o duques demoníacos si evolucionaban tras recibir sus nombres.

Pero Kiyohime, sin perder la calma, dio una orden firme a los demonios: "Atiendan a Zero." Su voz no dejó lugar a dudas.

Zero estaba arrodillado, apenas consciente, su cuerpo al borde de la destrucción.

Su traje estaba rasgado y cubierto de quemaduras, mientras su piel mostraba heridas profundas y sangrantes, consecuencia de haber soportado el impacto directo de la Desintegración.

Gotas de sangre caían de su cuerpo, y su mano temblaba al sostener su espada, ahora bañada en su propia sangre.

Uno de los demonios se acercó rápidamente, colocando una mano sobre el hombro de Zero y comenzando a aplicar energía curativa. Zero apenas podía mantenerse en pie, su respiración entrecortada mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo.

El Anciano observó, su expresión de superioridad desvaneciéndose lentamente ante la amenaza inesperada que Kiyohime y sus demonios representaban.

En un parpadeo, Kiyohime desapareció de la vista del Anciano, y antes de que él pudiera siquiera reaccionar, un golpe impactante en su espalda lo lanzó contra un grupo de árboles, rompiéndolos como si fueran meras ramas. Aturdido, intentó recuperarse, pero no tuvo ni un segundo para reaccionar.

Kiyohime ya estaba frente a él, su rostro severo y determinado, con una mirada fría y resuelta.

Antes de que el Anciano pudiera siquiera levantar su espada, Kiyohime lo golpeó con una velocidad abrumadora.

Sus ataques no cesaban; cada movimiento era rápido y preciso, un asalto constante que dejaba al Anciano sin aire ni oportunidad para defenderse.

Cada golpe resonaba con fuerza, y el Anciano sentía que cada impacto rompía sus defensas y debilitaba su cuerpo.

Intentó retroceder, buscando un espacio para tomar aliento, pero Kiyohime no le concedió un instante de respiro.

Su velocidad era tal que él apenas lograba percibirla antes de recibir el siguiente impacto.

Desesperado, el Anciano intentó un contraataque, lanzando un golpe directo hacia ella.

Pero Kiyohime esquivó el ataque sin esfuerzo y, en ese momento, su mirada se volvió fría y calculadora.

Su brazo comenzó a brillar con una energía draconiana, mientras una figura espectral de un dragón emergía de su puño, envolviéndolo en un aura de poder puro.

La figura del dragón era imponente, con escamas negras y ojos rojos que brillaban con intensidad.

"¡Puño del Dragón!" gritó Kiyohime, lanzando un golpe destructivo hacia el Anciano.

El dragón espectral se lanzó directo hacia su objetivo, atravesando las defensas del Anciano como si fueran de papel.

El impacto fue devastador: el dragón perforó su cuerpo, destrozando cualquier barrera mágica y defensiva que pudiera haberle protegido.

Un dolor agudo recorrió el cuerpo del Anciano mientras caía de rodillas, su respiración entrecortada, consciente de que sus defensas habían sido destruidas por completo.

Sin fuerza para levantarse y con su cuerpo debilitado, el Anciano levantó la vista, apenas capaz de comprender el abrumador poder que tenía ante él. Su rostro reflejaba la sorpresa y la derrota.

Kiyohime soltó una risa fría, burlándose abiertamente del Anciano mientras lo miraba con desdén..

Su rostro reflejaba una sonrisa burlona y divertida. "¿No crees que estás un poco viejo para intentar hacerte el héroe?" dijo con tono burlón, sin borrar la sonrisa de su rostro.

Es una lástima… realmente esperaba más de alguien que casi extermina a Zero. Pero mírate ahora, apenas puedes levantarte.

El Anciano apretó los dientes, intentando ignorar sus palabras.

Su rostro estaba tenso y enrojecido por la ira y la frustración. Con esfuerzo, se puso de pie rápidamente, lanzándose hacia ella en un último intento de ataque.

Sin embargo, Kiyohime se movió con facilidad, esquivando su embestida con una velocidad y precisión casi inhumanas, dejándole claro que ni siquiera su máxima velocidad era suficiente para alcanzarla.

¿De verdad creías que podrías tocarme con esa patética velocidad? , comentó Kiyohime, con su tono cargado de desprecio.

¿Pensamiento rápido? No tienes idea de lo inútil que es contra alguien como yo. Kiyohime lo miró con una expresión de diversión, mientras continuaba humillándolo.

Desde que empezó este combate, he usado Percepción Universal y Pensamiento Universal. explicó Kiyohime.

Cada movimiento que intentas está a años luz de siquiera rozarme.

El Anciano, atónito y cada vez más agotado, sintió cómo el peso de la impotencia crecía en él. Su rostro reflejaba la derrota y la desesperación.

Había enfrentado incontables enemigos, pero nunca alguien que le hiciera sentir tan pequeño.

Kiyohime lo miró de arriba abajo, su expresión despectiva y burlona.

Podría matarte aquí y ahora, dijo, acercándose lentamente mientras él intentaba mantenerse en pie.

Pero… ¿dónde estaría la diversión en eso? Prefiero seguir jugando contigo un poco más.

Se inclinó, su voz descendiendo a un susurro que lo perforaba. "Oh, cierto, olvidé que ya te dejé casi inválido.

Y por si te lo preguntas… el golpe de antes apenas fue una fracción de mi fuerza.

Cada palabra de Kiyohime era como un golpe directo al orgullo del Anciano, quien, a pesar de sus heridas, luchaba por mantenerse firme.

Pero en su interior sabía que estaba frente a una fuerza muy superior, una que lo estaba aniquilando no solo físicamente, sino también mentalmente.

En medio de la tortura que Kiyohime infligía al Anciano, ella comenzó a aburrirse.

Ya no encontraba emoción alguna en prolongar la lucha con alguien tan patéticamente débil.

Estaba a punto de acabar con él cuando, de repente, notó algo inusual. El Anciano, con las últimas fuerzas que le quedaban, agarró su espada con ambas manos y pronunció en voz baja: "Señor de las Artes, Susano…"

En ese instante, un aura devastadora rodeó al Anciano, envolviéndolo en una luz blanca y brillante que parecía desafiar la oscuridad del entorno.

Kiyohime sintió cómo su Percepción Universal fallaba por primera vez: esta técnica iba más allá de los límites normales.

Sofía, analizando la escena, confirmó con frialdad:

Alerta: habilidad definitiva detectada.

Susano tiene la capacidad de ignorar leyes y conceptos, estableciendo su propia realidad absoluta.

La energía del Anciano creció exponencialmente, desatando un poder que hizo que el aire pareciera vibrar y distorsionarse.

Un campo de fuerza invisible se formó alrededor de él, emitiendo una energía que parecía capaz de aniquilar cualquier defensa. Kiyohime, aunque consciente del peligro, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el ataque se lanzara hacia ella, con un poder capaz de aniquilar cualquier defensa.

El golpe definitivo de Susano estaba destinado a matarla.

Sin embargo, justo en el último segundo, una figura imponente y alta, con armadura negra y ojos rojos brillantes, apareció de la nada, interponiéndose entre Kiyohime y el ataque mortal.

Con una precisión impecable, la espada de la figura bloqueó el ataque del Anciano, deteniendo el poder de Susano en seco.

La energía colisionó, desatando una onda expansiva que resonó como un trueno, pero el escudo que la espada había formado resistió sin titubear.

Análisis de habilidad definitiva completado. La voz resonó.

Habilidad definitiva Susano adquirida.

Eliminando restricciones y optimizando capacidad para su uso completo."*

El Anciano quedó paralizado, atónito ante lo que acababa de presenciar.

No solo habían detenido su ataque definitivo, sino que esa misma habilidad había sido dominada y perfeccionada en un instante.

Con voz firme y cargada de ira, mi rostro severo y tenso reflejaba la furia que sentía, dije: Soy Sora, señor de Kiyohime y Zero. He observado tus intenciones asesinas hacia mis subordinados, especialmente hacia Zero, quien se negó a combatir desde un principio. Ese error no puede perdonarse; la consecuencia es la muerte.

Kiyohime se inclinó ante mí, su expresión mostraba una mezcla de respeto y satisfacción, con una ligera sonrisa en sus labios.

Gracias por salvarme, mi señor. Pero no es necesario que se ensucie las manos con alguien tan insignificante.

Sus palabras me hicieron reflexionar. Era cierto que Kiyohime había dominado a este anciano sin esfuerzo aparente, pero no podía ignorar que él había llevado a Zero al borde de la muerte.

Pese a todo, su insolencia y el riesgo que representaba justificaban mi intervención.

Sin prestarle mayor atención a sus protestas, respondí:

Kiyohime, encárgate de curar a Zero y esperen allá.

Mi aura dorada comenzó a emanar de mi cuerpo, envolviéndome en una energía intensa y amenazante mientras me dirigía hacia el anciano.

Al acercarme, lo miré con una frialdad implacable, mis ojos clavados en los suyos.

¿Tienes nombre, anciano? pregunté con un tono de desdén.

Quiero saber el nombre del hombre al que voy a matar por atreverse a tocar a mis preciados subordinados.

El anciano, aún conmocionado y apenas manteniéndose en pie, respondió con voz temblorosa

Mi nombre es Alexander von Schwarzenberg. Soy el Primer Héroe de la Humanidad… y ex príncipe de la realeza alemana.

Su rostro reflejaba una mezcla de orgullo y desesperación. Con esas pocas palabras, supe que este anciano era un reencarnado o había sido invocado en este mundo.

Héroe Alexander, dije en un tono desafiante, mis ojos clavados en los suyos. Muestra tu verdadero poder y luchemos a muerte.

Kiyohime, Zero… ustedes, mis tres demonios, presenciarán lo fuerte que soy. Y verán cómo el primer héroe de la humanidad cae hoy.

Al oír esto, Alexander liberó todas las restricciones que mantenían su fuerza contenida. Su apariencia envejecida se transformó ligeramente, rejuveneciendo su cuerpo mientras una energía dorada y devastadora comenzaba a emanar. Su aura era imponente, casi aplastante. Kiyohime y Zero observaban con interés.

En ese momento, Sofía anunció:

Análisis de la Espada Destructor de Cielos completado… Espada copiada exitosamente. Iniciando evolución… Espada Destructor de Leyes, creada con éxito.

Ante mí apareció una espada colosal, radiante con una luz celestial fusionada con sombras profundas, distorsionando el espacio a su alrededor. La mera presencia de esta espada inspiraba un temor que superaba lo divino.

Su apariencia, elegante y mortal, parecía hecha para imponer respeto y horror en igual medida.

Alexander retrocedió un paso, su rostro pálido y lleno de incredulidad.

¿Qué… qué es eso?, preguntó con voz temblorosa. Kiyohime y Zero intercambiaron una mirada, sus expresiones reflejando una admiración.

Al empuñar la espada, sentí su poder fluir hacia mí, y de un solo tajo, anulé la transformación del héroe.

Fue como si todo el poder que él había desplegado se disolviera ante el filo absoluto de la espada.

Vaya, dije, impresionado.

Esta espada no solo destruye las leyes, las trasciende.

Sofía entonces añadió una explicación de sus habilidades:

La Espada Destructor de Leyes es un arma que desafía y rompe cualquier concepto existente y no existente.

No importa la defensa, ni siquiera una barrera absoluta puede detenerla; si un ser posee una resistencia superior, esta espada simplemente ignora todas las barreras lógicas y anula cualquier defensa.

Sonreí, comprendiendo plenamente el poder en mis manos.

Perfecto, Sofía. Con un solo corte, puedo acabar con este anciano.