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Chapter 75 - Memorias del asesino 14

Días después, Fullman seguido de Lufa y Prion salieron de las afueras de la ciudad.

Tal como veces anteriores, Fullman asesinó a un pobre hombre que tenía un carruaje listo para partir y se hizo cargo de su medio de transporte.

Así viajaron durante algunas semanas hasta llegar a Tolud, pueblo que, por las habladurías de la gente, Lufa descubrió que quedaba en la Gran Tacota. Este pseudo país quedaba a dos territorios del Imperio Silvarium y hacía falta un viaje de siete meses para llegar hasta allí.

Lufa sintió una opresión en el pecho al recordar su vida en aquel pueblo. Sus pensamientos sobre Miena y su madre humedecieron sus ojos, pero las lágrimas no salieron.

Su mentalidad era sobrevivir para volver al lugar que pertenecía.

La carreta pasó por las calles de piedra blanca.

Al igual que el Imperio Tánsico, la Gran Tacota era un territorio seco y algo frío. Su gente se caracterizaba por sus ojos afilados y piel blanquecina, además, por su propia cultura, eran bastante reservados y duros.

El mago oscuro se apropió de una de las casas a las afueras de la ciudad de Tolud. No hace falta decir que los ancianos inquilinos fueron desaparecidos.

Las piedras oscuras de la mansión le daban un aspecto lúgubre, pero no se sentía fuera de lugar ya que todas las viviendas eran parecidas. Estas contrastaban adecuadamente con las nubes grises del cielo que impedían el ingreso de la luz solar.

Fullman se instaló rápidamente en la habitación más grande de todas. Acto seguido, mandó a traer gente para sus experimentos.

Acostumbrados, Lufa y Prion caminaron hacia la salida del lugar, pero fueron detenidos por el mago.

–Solo ve tú –indicó señalando a Prion–. Tú te quedas aquí –indicó a Lufa.

Sin oponer resistencia alguna obedecieron.

Fuera de las expectativas de Lufa, el mago procedió a lanzarle un libro de magia elemental para que leyera.

Lufa nunca le había puesto el debido interés a la lectura ni a otras cosas, así que se le dificultó bastante leerlo.

Eso fue suficiente para que el mago estallara en molestia y comenzara a golpear a Lufa con sus sombras invocadas.

Los días se convirtieron en semanas.

Lufa tenía todo el cuerpo magullado, pero a cambio ya podía leer los libros y entender algunas cosas. Se podría decir que aprendió a golpes.

La primera vez que pudo controlar una bola de fuego no sintió alegría, sino alivio, pues no sería golpeado por el mago oscuro.

Poco a poco se volvió diestro con la magia. Si tenía alguna pregunta se la hacía hacia el mago. Sabía que iba a ser golpeado, pero de igual manera lo hacía, ya que, para Lufa, esta era una solución a largo plazo para superar las marcas grabadas en su espalda.

"Idiota", "estúpido", "esclavo de mierda" eran palabras a las que ya se había acostumbrado debido a Fullman.

Un año pasó.

Increíblemente se habían quedado en una locación por tanto tiempo. Durante todo ese año Prion llevó mucha gente de los barrios pobres para Fullman, pero, debido a que Lufa no pudo ayudarlo, solo secuestró gente moribunda de los barrios bajos.

Una mañana Fullman decretó su primera orden hacia Lufa en mucho tiempo.

–Mata a Dometrio Tolud –dijo, sin expresión.

Lufa se quedó estático ¿Matar? ¿Dometrio Tolud? ¿Tolud? ¿No era Tolud el lugar donde se encontraba?

Fue su primera orden de asesinato.

Prion le dio la confirmación que necesitaba. Dometrio Tolud era el señor de esas tierras.

Residía en la mansión más grande de aquella pequeña ciudad. Se encontraba justo en el centro. Además, como se trataba del señor, obviamente tenía guardias que lo resguardaban.

Con toda la información que Prion le dio, Lufa solo tuvo un pensamiento. Se trataba de una misión suicida.

Lufa pasó muchos días observando de lejos el modo de entrar y cumplir con su misión.

Por otro lado, dentro suyo sentía ansiedad, miedo y renuencia. Todo por dos razones: primero, nunca antes había matado a una persona y, segundo, por lo que la gente decía, Dometrio Tolud era un buen gobernante, así que iba contra sus pobres principios que trataba de mantener.

Más días pasaron y Lufa seguía alargando su cometido.

Una mañana la marca comenzó a quemar su espalda. Conforme pasaban las horas el dolor iba acrecentándose.

Lufa sabía que estaba obligado a actuar si quería seguir viviendo.

Con la oscuridad cubriendo aquella ciudad, Lufa avanzó hacia la brecha donde había menos guardias.

Con mucha ansiedad y miedo escapó de la vista de los guardias para subir entre los muros.

Cruzando, pasó la extensión de campos que trataban de mantener su verdor, pero, por el clima frígido, lucían opacos y carentes de vida.

Al medio de toda la extensión de pastos y árboles grises se encontraba una mansión azabache.

La luz proveniente de las lámparas adentro de la casa iluminaba segmentos entrecortados de formas rectangulares por las ventanas.

Lufa se escondió detrás de los árboles. En la entrada, dos guardias hablaban entre sí mientras se frotaban las manos por el frío de la noche.

Lufa se movió como un fantasma, subiendo los árboles e ingresando por el balcón del segundo piso que se encontraba abierto.

Aterrizó en una habitación cálida. Sus pasos no hicieron mucho ruido ya que todo el suelo se encontraba acolchado por alfombras.

Usando sus oídos al máximo se adentró entre las distintas habitaciones.

De los datos proporcionados por Prion, Lufa supo que Dometrio vivía junto a su esposa e hija. A esta hora, Dometrio debería encontrarse en su oficina, trabajando. O al menos esa era la rutina comentada por los guardias.

Lufa sudaba de ansiedad. Su corazón latía con tal intensidad que sentía que otros podrían escucharlo. Lo peor de todo fue que su marca estaba ardiendo como el fuego, provocándole aún más dolor.

Apretando los dientes avanzó al ras del suelo.

La puerta de la que debía ser la oficina se encontraba totalmente abierta.

Contrariamente a las acciones de un asesino, Lufa ingresó de frente, pues no tenía muchas opciones.

Allí lo vio. Dometrio Tolud de mediana edad tenía anteojos y una barba bien cuidada. Sus arrugas surcaban ligeramente su rostro, evocando la entrada a la vejez. Por su rostro Lufa podía determinar que se trataba de una persona de buen corazón que siempre sonreía.

El gobernante de esas tierras se mostró nervioso al notar a un hombre desconocido en su hogar.

–¿Quién eres? –preguntó.

Sin decir ninguna palabra, Lufa apretó la daga cubierta en sudor y avanzó con intensión de terminar rápidamente con su trabajo.

Lufa fue tan rápido que Dometrio no tuvo tiempo de reaccionar. La daga fue directo a su pecho.

–¡Escudo! –vociferó Dometrio.

Una capa azul translucido cubrió su cuerpo, parando la punta de la daga que parecía quedar atascada.

Lufa abrió los ojos con sorpresa extrema. No había ninguna información de Dometrio como mago.

–¡Accua nem! –gritó extendiendo una mano.

Lufa salió volando hacia un estante por el hechizo de agua que impactó en su pecho.

Lufa solo sintió el dolor del impacto gracias al escudo que lo recubrió con magia. Fue hecho inconscientemente.

Su espalda comenzó a palpitar con mayor fuerza, quemando sus entrañas. Necesitaba acabar con Dometrio o moriría definitivamente.

–¡Papá! –se escuchó desde la entrada.

Ambos hombres enfrascados en la pelea giraron la cabeza al mismo tiempo.

Una niña pequeña de nueve años cruzó por la puerta con evidente susto.

–¡Lucía! –corrió Dometrio, buscando protegerla de su agresor.

Lufa no estaba interesado en la niña, pero los instintos de aquel hombre lo hicieron actuar de esa manera.

Lufa se abañanzó.

Dometrio cubrió a su hija con su cuerpo, dándole la espalda a Lufa.

Miles de pensamientos cruzaron por su cabeza en ese momento, pero, debido al dolor que sentía en su espalda, su corazón latiendo con fuerza y la adrenalina recorriendo su cuerpo. Lufa hizo lo que tenía que hacer.

Sus manos apretaron su daga con fuerza y comenzó a blandirla de arriba hacia abajo.

–¡Escudo! –volvió a gritar Dometrio.

La barrera celeste bloqueó las puñaladas.

El padre abrazó a su hija con fuerza, sin darse cuenta usó todo el mana que tenía para protegerla, sin oponer resistencia u contratacar, lo cual demostraba que nunca antes había tenido una batalla de este calibre.

Por otro lado, Lufa seguía apuñalando con fuerza con los ojos inyectados en sangre.

Una puñalada, dos puñaladas. Con cada embestida la luz se volvía cada vez más tenue.

El golpeteo de metales provenientes de los guardias que se acercaban hizo que Lufa se apresure.

Como cristal rompiéndose, la barrera se destruyó y el puñal se clavó con fuerza en la espalda de Dometrio.

Lufa continuó como si fuera un loco.

Hasta que el cuerpo se derrumbó y la niña gritó con pánico.

–¡Ahhhhhhh! ¡Papá!¡Papá!

Solo al escuchar esa voz Lufa se detuvo.

Los ojos de la niña se clavaron en su padre totalmente cubierto de sangre, para luego pasar a Lufa y mirarlo con terror.

Lufa no soportó más y corrió hacia la ventana, saltando sin pensarlo, esperando escapar de aquella mirada aterrorizada que lo seguiría por muchos años.