Lufa caminaba con dificultad entre el negro asfalto de una ciudad desconocida.
Su mano derecha jalaba un enorme saco negro con un contenido que raspaba el suelo.
Solo la luz de la luna iluminaba sus pasos.
El olor pútrido impregnó sus fosas nasales.
Lufa ya estaba acostumbrado a moverse entre las zonas pobres de las ciudades donde no se acercaban los guardias.
Su pierna derecha estaba herida por un corte del tamaño de una mano. Su fémur era visible y la sangre chorreaba a borbotones demostrando la gravedad de su pelea.
El rostro lánguido de Lufa no tenía expresión alguna, solo serenidad y unos ojos carentes de vida.
Había pasado casi un año desde la muerte de Telmina y los esclavos a manos de Fullman.
Durante ese lapso no tuvo tiempo de llorar sus muertes debido a los pedidos inhumanos de Fulman.
Luego de la masacre, Fullman se llevó a Lufa y Prion a otro lugar alejado. No sin antes quemar la mansión que funcionaba como laboratorio.
Todos los cuerpos quedaron sin un entierro digno.
Con todo el odio desgarrador desbordando de Lufa, este trató de oponerse a Fulman solo para ser golpeado al borde de la muerte.
El dolor de sus heridas, sumado al provocado por el círculo de esclavitud y el pesar emocional por la muerte de Telmina, hicieron que Lufa sufra aún más.
Para su mala suerte, aun deseando la muerte, su cuerpo era tan resistente que no pudo conseguir el descanso eterno.
Pasó un corto tiempo antes de que sus heridas sanasen y llegaran a la primera ciudad.
Fue en ese entonces cuando Fulman ordenó a Lufa y Prion conseguir más esclavos para sus experimentos.
Lufa se opuso con fuerza solo para ser quemado por la marca de obediencia.
–Solo sígueme –mencionó Prion.
Apretando los dientes Lufa avanzó con el esclavo.
– Al principio fui como tú, pero no pude soportar el rebote de la marca. ¡Tienes que vivir! –declaró –. Además, no es tan malo como crees.
–A qué te refieres –Lufa respondió con dificultad. Eran sus primeras palabras luego de mucho tiempo.
–Iremos a secuestrar personas del barrio bajo. Sé muy bien que está mal, pero es la única manera de sobrevivir.
Lufa no estaba de acuerdo.
–Las personas de estos barrios tienen una vida muy mala. Algunos de ellos incluso no tienen qué comer y están a punto de morir.
Lufa dio un rápido vistazo a los cuerpos inertes cubiertos de mugre.
–Esos ya están muertos –dijo Prion –vayamos con ellos –señaló un par de jóvenes también tirados que tenían espasmos cada cinco segundos.
Lufa se quedó petrificado, viendo como Prion sacaba un saco y metía a las personas dentro como si de basura se tratara.
–El día de hoy tuvimos suerte y encontramos a estos drogadictos –suspiró.
Lufa seguía inmóvil.
–Tienes que ayudarme o la marca actuará –los ojos de Prion lo miraron fijamente –. Con personas como ellos no te sentirás tan mal –declaró con firmeza –. Los drogadictos de los barrios bajos como ellos pueden vender hasta a sus madres para conseguir su veneno. Será mejor que te acostumbres y reces para que nos toquen más como ellos.
Lufa abrió la boca para responder, pero de repente sintió un dolor punzante proveniente de su espalda. La marca comenzó a funcionar y su rostro se distorsionó por el dolor.
–¡Tonto! –Prion corrió hacia él –¡Toma el saco! –puso la tela en la mano sudorosa de Lufa.
Al instante que Lufa tomó el saco, escuchó el grito de Prion.
–¡Estás secuestrando a los esclavos para Fullman! –afirmó al oído de Lufa.
Solo cuando su conciencia sintió la culpa por lo que estaba haciendo fue que su dolor comenzó a disminuir.
–¡Cómo! –expresó buscando respuestas.
–Las órdenes de Fullman son absolutas para nosotros. Solo cuando tu cerebro sepa que las estás cumpliendo es cuando no recibiremos el dolor.
Lufa comprendió con lentitud.
–¡Vamos! –Prion dirigió a Lufa a donde se encontraba Fullman –Estos servirán por hoy.
Ambos avanzaron hacia las afueras del pueblo donde el mago oscuro los esperaba en una cabaña abandonada.
Lufa supo que no era la primera vez que Fullman y Prion llegaron a esa ciudad debido a la naturalidad del trabajo del esclavo.
Cuando mostraron a los drogadictos, el mago oscuro golpeó tanto a Lufa como a Prion, enojado por la pobre calidad de sus experimentos.
Prion solo recibió los golpes bajando la cabeza, mientras que Lufa aún tenía un espíritu de negación. Por ese motivo lo golpearon hasta dejarlo casi muerto.
–Tu prioridad es sobrevivir la mayor cantidad de tiempo –comentó Prion mientras trataba de curar las heridas de Lufa con algunas plantas silvestres –. Si Fullman te golpea solo recíbelo con la cabeza baja.
Lufa se desmayó luego de escuchar la reprimenda.
Los días siguientes ambos salieron buscando más personas.
Lufa comprendió que Prion trataba de buscar a los más débiles o quienes tuvieran problemas de drogas en sus últimas etapas.
Aunque recibían una golpiza por eso, para Lufa era mejor que llevar a personas inocentes. Se sentía un poco mejor consigo mismo al saber que eran adictos.
Los días continuaron de la misma manera.
Luego de una semana Prion comentó decaído:
–Ya no hay más adictos en esta zona. Esta vez tenemos que llevar a un joven normal.
–¡Tiene que haber alguno en otra parte! –respondió Lufa.
–Estuve revisando a todos en este tiempo. Ya no quedan más. Ayer vi a un chico que no durará mucho tiempo, llevemos a ese.
Lufa negó con vehemencia. Luego, corrió hacia las distintas calles repletas de suciedad buscando a algún adicto que pueda llevarle a Fullman.
Tras algunos minutos más de búsqueda se detuvo jadeando para descansar.
Prion llegó en ese momento.
–¡Idiota! ¡No hagas estupideces! El dolor está a punto de llegar. Por tu estupidez ahora debemos llevar al más cercano –Prion empujó a Lufa con molestia.
El esclavo comenzó a divisar las calles sucias en busca de la persona más cercana pues el dolor se estaba acrecentando en su espalda.
En ese instante se escuchó un grito femenino cercano.
Ambos se miraron antes de acerarse al lugar del sonido.
En un pasadizo cercano a la zona concurrida de los bares de mala muerte, un adolescente jalaba de los cabellos a una mujer mayor.
–¡Maldita perra! ¿¡Crees que no te puedo matar en este momento!? –vociferaba mientras intentaba quitarle la ropa – ¡Deja de moverte maldita sea!
A diferencia de las demás personas con las que había tratado Lufa, este joven lucía bastante sano y con fuerza.
Prion había sido bastante claro con Lufa. Ellos debían llevarse a las personas débiles o que tuvieran problemas, pues en los barrios bajos existían dos tipos de personas: uno, los débiles a punto de morir y, dos, quienes se sometían a las bandas criminales y operaban robando a los demás.
Claramente ese joven era del último tipo y meterse con él sería un gran problema.
Lufa, olvidando las palabras de Prion y sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia el joven que luchaba por desnudar a la mujer.
El puño de Lufa viajó con fuerza golpeando la sien del joven.
Al instante el tipo cayó desmayado sobre el sucio suelo.
La mujer sin perder el tiempo escapó mientras pudo. No soltó ninguna palabra o muestra de agradecimiento.
–¡Que haces! –gritó Prion jalándose los cabellos – ¡No debemos…
EL dolor de la marca comenzó a carcomer los cuerpos de ambos.
Apretando los dientes y sin opciones, metieron al saco al joven y huyeron.
Solo después de salir de la ciudad se detuvieron a descansar.
–Maldita sea, no vuelvas a hacer eso. Esta vez nos metimos en un gran problema –Prion recriminó jalándose el cabello.
Lufa no respondió.
Para cuando llegaron ante Fullman y este desenvolvió su regalo del costal, ambos escucharon la risa feliz del mago.
–Al fin estos estúpidos hicieron un buen trabajo –rio con ganas –. Un cuerpo sano con el que puedo experimentar.
Como si fuera un niño con un regalo, el mago oscuro comenzó a probar sus pociones recién hechas en el cuerpo del joven.
Observando al tipo que rogaba por su vida, mientras se disculpaba por violar, robar y matar personas, Lufa se decidió.
Al día siguiente Lufa y Prion salieron nuevamente a buscar más personas.
–Tú quédate aquí –mencionó Lufa mientras se llevaba el saco.
–¡Idiota! ¿¡A dónde crees que vas!? –Prion lo cogió el hombro.
–Tú puedes tener miedo, pero yo no. Voy a buscar a otra maldita basura para Fullman.
Lufa quitó la mano de su hombro y avanzó con los puños apretados hacia la zona más concurrida de los barrios pobres, buscando a su próxima víctima.
El tiempo pasó.
Un año había pasado y el chico seguía buscando la basura de las distintas ciudades para que sean los sacrificios del mago oscuro que odiaba.