Lufa llegó bastante temprano.
Habían pasado exactamente tres años desde que Lufa retornó de la muerte peleando contra Belkial.
Hubo muchos cambios en todo este tiempo. En un inicio, él esperaba no afectar mucho al futuro que conocía, al menos hasta volverse más fuerte, pero, lamentablemente, ya no era posible debido a todos los pequeños cambios que trajo consigo.
"Tal vez a esto se refieran con efecto mariposa", se le vinieron a la cabeza nuevos recuerdos de sus conversaciones con el grupo de Arthur.
Lufa sonrió irónicamente por los fragmentos de memoria inesperados que llegaban a veces.
En ese momento Lufa vio que un humano gigante se acercaba a la pila de troncos sistemáticamente colocados al medio de la plazuela.
Tudor, llegó con un pequeño artilugio de madera que usaban los pobladores para prender fuego.
Rápidamente, se arrodilló y juntó algo de paja con sus manos para luego comenzar a maniobrar el artefacto. Con la fricción de aquellos maderos se prendió una chispa que se convirtió en fuego al tocar las plantas secas.
Solo bastaron algunos minutos para que el fogón se encendiera gracias a la brisa otoñal.
Conforme fue pasando el tiempo, más y más pobladores se congregaron alrededor de la fogata, sentándose en los asientos de madera colocados al mediodía.
En algún momento llegaron los instrumentos musicales. Los adultos portaban tambores hechos rústicamente con pieles de bestias y flautas de madera. Estos comenzaron a practicar soltando melodías cada tanto.
Las conversaciones de los pobladores se hacían más animadas conforme avanzaba el tiempo y veían a sus amigos.
Trenor llegó con algunos jóvenes más. En sus hombros llevaban barriles de madera los cuales bajaron con sumo cuidado cerca de Crinar.
Una ovación alegre vino por parte de los hombres, quienes se reunieron alrededor de los barriles como abejas en un panal.
De las conversaciones Lufa comprendió el porqué del júbilo. Habían conseguido fabricar su propio alcohol.
Para los pobladores y aldeanos de distintas partes del imperio era bastante complicado llegar a disfrutar de una buena comida y bebida, en especial esto último.
El pueblo de los Noctas, aun estando mejor que muchos lugares, cosechaban lo necesario para mantenerse con vida y pagar sus impuestos, pero gracias a que no tuvieron que saldar cuentas durante tres años les sobró suficiente trigo para realizar su propia cerveza.
Se podía percibir la ansiedad de los más viejos por probar aquel néctar embriagador, pero Crinar los mantuvo en espera hasta que la fiesta avanzara un poco más.
Era bien sabido que los borrachos provocarían problemas y era lo que menos querían para la tan ansiada festividad.
Lufa divisó a Calmond, Puli y su banda junto a los adultos, también babeando por probar el licor.
Justo en ese momento escuchó una serie de pasos rápidos acercándose hacia él, lo que lo hizo girar la cabeza.
–Hermano –susurró Clorinde, quien se encontraba a solo centímetros de Lufa.
–Pequeña Cloro –saludó con una sonrisa.
–¡Lufa! – se escucharon más voces.
Junto a Clorinde llegaron Miena, Kalissa, Teodora y Abigail. Viendo lo bien vestidas que todas llegaron y percibiendo diferentes encantos por parte de cada una de ellas, Lufa soltó un silbido de asombro.
–Todas se ven muy hermosas –comentó con una sonrisa sincera.
–Gracias – mencionaron Kalissa, Clorinde y Teodora.
Kalissa fulminó con sus ojos a Lufa.
Abigail se escondió ligeramente tras su madre. Su rostro mostraba algo de tristeza, incomodidad y culpa, nada de enojo como antes.
Lufa giró hacia Clorinde con sospecha, solo recibiendo una sonrisa misteriosa como respuesta.
Sin perder más tiempo, todas se sentaron junto a Lufa y comenzaron a charlar. La única fuera de foco era Abigail, quien se aisló en la parte más alejada junto a su madre.
–¡Compañeros! –aplaudió Crinar, haciendo que todas las conversaciones cesaran –Estos años fueron bastante tranquilos para nosotros gracias a la bondad de Lord Frederic.
Hubo una serie de risas y agradecimientos.
–Pero a partir de este año debemos entregar los impuestos nuevamente. Espero que no se desanimen, sino, por el contrario, continuemos con el buen trabajo que realizamos hasta ahora. No les quitaré más tiempo, solo recuerden que esta fiesta tiene que ser memorable. Con mucha cerveza para brindar y carne para comer ¡Inicia la fiesta de cosecha!
–Jaja ya era hora –Tiempo de repartir los platos –¡Vamos! –¡Que suene la música!
Las ovaciones y vítores se fundieron con la música que empezó a sonar instantáneamente dando inicio al bullicio.
Lufa estuvo de ponerse de pie para pedirle a Abigail que baile con él, incoando la danza de parejas, cuando de repente una figura corrió hacia donde se encontraba su grupo.
Trenor, haciendo gala de sus prendas nuevas y ostentando su futuro título de líder, se paró frente a Miena con una sonrisa llena de confianza.
Los ojos de Lufa se entrecerraron con molestia y abrió la boca con el objetivo de avergonzarlo, pero un par de manos se deslizaron hacia su rostro, obstruyendo sus palabras.
–Tú concéntrate en Abigail –mencionó Clorinde.
Habiendo perdido el momento crucial, escuchó las palabras de Trenor.
–¡Miena! ¡Por favor baila conmigo! –fue casi una orden.
Algunos adultos aplaudieron y otros rieron, por otro lado, las mujeres mayores quienes estimularon a que Miena acepte.
Con su sonrisa característica, Miena respondió tranquilamente –Lo siento, ya tengo pareja, ¿ves? –mencionó radiantemente mientras abrazaba a Kalissa.
Trenor se quedó boquiabierto. Ni en sus pesadillas esperaba ser rechazado de esa manera y, peor aún, frente a toda la gente.
–Carlo, ¿esa no es tu esposa? –mencionó un anciano, conteniendo a la risa.
Carlo, quien se encontraba felizmente bebiendo su vaso lleno de cerveza, solo se encogió de hombros ante la mención.
–Chico, parece que estás en problemas, será mejor que salgas de allí –añadió el mismo anciano dirigido a Trenor.
Las risas provenientes de todos lados hicieron que su rostro se torne rojo y sonriera con torpeza, intentando ocultar su obvia vergüenza.
En ese momento, como buen tío, Crinar levantó la voz e invitó a una mujer soltera a bailar con él. La mujer aceptó gustosa en medio de los vítores enardecidos de la gente.
–Ya era tiempo de sentar cabeza –Jefe, no sabía que tenías esos gustos –En poco tiempo habrá un heredero.
Lufa casi estalla en carcajadas al notar la expresión forzada de Crinar. Claramente no esperaba ese tipo de reacciones por ayudar a su sobrino.
El baile inició gracias a Crinar.
Miena se paró con evidente excitación y jaló a Kalissa, quien aceptó con felicidad.
Pero, antes de adelantarse a bailar, Kalissa soltó algunas palabras hacia Lufa –mocoso, es tu última oportunidad antes de corregirte a golpes –bufó y se alejó con Miena que sonreía torpemente.
Por su parte, Clorinde acercó sus labios al oído de Lufa –No olvides que luego es mi turno –mencionó con picardía, antes de ponerse de pie y jalar a su madre hacia la fogata.
Lufa suspiró y giró con decisión, pero su nariz sufrió un espasmo al ver a Puli al frente de Abigail.
–Abigail, y-yo… –tartamudeó.
–¡Alto ahí! –Lufa avanzó con molestia y se interpuso entre ellos –Ella tiene planes conmigo.
Abigail tenía la boca abierta por la conmoción. Nunca esperó ser invitada por Puli y menos aún ver a Lufa tan enojado por ella. Su mente se quedó en blanco mientras observaba la espalda del chico.
–Shu shu –Lufa espantó con la mano a Puli quien se fue avergonzado.
–Yo –Abigail pronunció lentamente –, no tengo planes contigo.
–¿Quieres que lo vuelva a llamar?
Lufa giró y levantó la mano. Abigail rápidamente se puso de pie y lo detuvo.
–¡Oye! –mencionó alterada mientras le tapaba la boca.
La expresión de Lufa era de burla.
–¡Eres tan molesto! –reprendió Abigail, mientras se alejaba y soltaba un puchero.
–Señorita –Lufa enderezó su cuerpo –. ¿Me concedería este baile? –extendió su única mano con elegancia.
Abigail sintió que su rostro se calentaba y su espalda se tensaba. Ella todavía se encontraba enojada y no hallaba la respuesta deseada para tratar con Lufa. Así que estaba decidida a hacerle pasar un mal momento. Pero, contrarias a sus expectativas, su cuerpo no obedeció y su mano fue subiendo por inercia.
Lufa no perdió tiempo y la cogió suavemente, antes de bajar la cabeza y plantar un ligero beso en sus suaves dedos.
–¡Ahhhhhh! –un grito de fanática se escuchó desde el centro del baile.
Abigail perdió todo el raciocinio que le quedaba. Su cerebro no funcionó correctamente y solo se dejó llevar como una muñeca por Lufa, quien avanzaba con una sonrisa triunfante.
La noche era larga y Lufa no quería desaprovecharla.