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Chapter 14 - El hijo olvidado (gremory) 2

Cuando mi tío Wilbert me llamó a su estudio para darme la noticia, su expresión era la misma de siempre: severa y autoritaria. Sentado en su enorme escritorio, con los brazos cruzados, me miró fijamente mientras hablaba.

"Marcus, tu padre ha solicitado que regreses al tu hogar. Ya han hecho los arreglos necesarios, y partirás en dos días."

Sentí una mezcla de emociones al escuchar esas palabras. Por un lado, no había sentido una conexión profunda con mi tío ni con esta parte de mi familia. Por otro, regresar significaba volver al lugar donde todo parecía girar en torno a Rias, donde siempre era ignorado.

No respondí de inmediato. Me limité a asentir con la cabeza.

"Entendido, tío. ¿Algo más?"

Wilbert levantó una ceja, como si esperara una reacción más intensa de mi parte (acepto tal vez por sus primas). Cuando vio que no la habría, simplemente agitó la mano para despedirme.

"Eso es todo. Ve a prepararte."

- más tarde -

Pasé la tarde en la biblioteca del palacio, buscando a Mio y María. Había algo que necesitaba decirles antes de partir, aunque no estaba seguro de cómo serían sus reacciones.

Cuando las encontré, ambas estaban en un rincón apartado, aparentemente discutiendo sobre algún libro de hechizos. Mio, como siempre, tenía una expresión seria mientras leía en voz alta, mientras que María la interrumpía con preguntas que claramente estaban fuera de contexto.

"¿De qué hablan?" pregunté, entrando en la sala.

Ambas levantaron la vista, y sus rostros se iluminaron al verme.

"¡Marcus!" exclamó María, corriendo hacia mí. "¡Estábamos hablando de un nuevo hechizo! Mio dice que puedo aprenderlo si practico más, pero yo creo que ya soy lo suficientemente buena."

"Sigues lanzando hechizos al revés, María", respondió Mio con un suspiro, pero su voz contenía una calidez que rara vez mostraba.

"Quizá la próxima vez puedas mostrarme cómo lo haces bien", dije con una pequeña sonrisa, pero mi tono fue más melancólico de lo que pretendía.

Mio dejó el libro a un lado y me miró con atención. "¿Qué sucede?"

Suspiré, apoyándome en la pared cercana. "Me voy. Mi padre me ha ordenado regresar al territorio principal. Parto mañana por la mañana."

La sonrisa de María se desvaneció de inmediato. "¿Qué? Pero... ¡pensé que te quedarías más tiempo! Apenas te conocemos, y..."

"Lo sé", interrumpí, mirando primero a María y luego a Mio. "Tampoco es mi decisión. Pero parece que mis padres creen que necesitan mi presencia en casa. Aunque dudo que sea por algo importante."

Mio frunció el ceño, cruzándose de brazos. "¿Te lo pidieron, o te lo ordenaron?"

"Lo segundo", respondí, encogiéndome de hombros.

Hubo un silencio incómodo. María parecía al borde de las lágrimas, mientras que Mio mantuvo su habitual expresión seria, aunque era evidente que estaba molesta.

"No es justo", dijo María finalmente, con la voz temblorosa. "Apenas pasamos tiempo contigo, y ahora te vas. ¡No quiero que te vayas!"

Me incliné un poco para estar a su altura y le di un suave golpe en la cabeza. "Tendremos tiempo en el futuro, estoy seguro. Y además, siempre puedes escribirme. Prometo responder."

"Eso dijiste la última vez", murmuró ella, apartando la mirada.

Mio se acercó, colocando una mano en el hombro de su hermana. "Te despediremos mañana", dijo con voz firme. "Aunque no me guste esta situación, entiendo que no tienes opción."

- más tarde -

La mañana de mi partida, el ambiente estaba cargado. Mi tío Wilbert, como siempre, no mostraba ninguna emoción visible, mientras que mi tía Sapphire me dio un abrazo cálido.

"Espero que recuerdes lo que aprendiste aquí, Marcus", dijo Wilbert, mirándome con esos ojos críticos que siempre me habían incomodado.

"Asimilé más de lo que esperaba, tío. Gracias por el entrenamiento", respondí con una ligera inclinación de cabeza.

Mi tía sonrió. "Sé que no fue fácil para ti, pero hiciste un buen trabajo. Espero que encuentres tu camino, Marcus."

Mio y María fueron las últimas en despedirse. María no pudo evitar llorar mientras me abrazaba con fuerza, repitiendo que debía regresar pronto.

Mio, por su parte, me miró fijamente antes de hablar. "No dejes que te traten como un segundo plano. Haz que te respeten, Marcus. Aunque no sea fácil, tienes que luchar por ello."

Sus palabras resonaron profundamente en mí. Con un último asentimiento, subí al carruaje que me llevaría de regreso al territorio principal de los Gremory, dejando atrás a las únicas personas en mi familia que parecían valorarme por lo que era.

Mientras el carruaje avanzaba, una mezcla de emociones me invadía: tristeza, frustración y determinación. Mi tiempo en el norte había terminado, pero no iba a olvidar lo que había aprendido allí ni a las personas que me apoyaron.

- Wilbert -

Wilbert observaba cómo el carruaje que llevaba a Marcus se alejaba por el camino de grava, envuelto en el frío aire de la mañana. Su rostro, como de costumbre, estaba inmutable, pero sus ojos seguían con atención cada movimiento, cada detalle. Cuando finalmente el vehículo desapareció entre los árboles, dio media vuelta y caminó de regreso hacia la mansión.

En el salón privado de la familia, Sapphire ya lo esperaba, sentada junto a una ventana. Sostenía una copa de té, pero su mirada también estaba fija en el paisaje. Cuando Wilbert cerró la puerta tras de sí, ella habló sin voltear.

"¿Crees que lo entenderá? Lo que estamos planeando para él."

Wilbert se acercó y tomó asiento frente a su esposa, cruzando las manos sobre la mesa. "Tal vez no ahora. Marcus es inteligente, pero aún está atrapado en la sombra de lo que cree que es su lugar en esta familia. No ve su potencial... aún."

Sapphire giró la cabeza hacia él, arqueando una ceja. "Eso no responde mi pregunta, querido. ¿Crees que lo aceptará cuando lo entienda?"

Wilbert hizo una pausa, meditando la respuesta. "Marcus ha sido moldeado por años de negligencia y desprecio. Pero eso también lo ha hecho fuerte, aunque no lo sepa. Cuando vea lo que hemos preparado para él, y lo que puede ganar, no creo que se resista. Es su derecho, después de todo."

Sapphire asintió lentamente, colocando la taza en la mesa. "Y Mio... ¿crees que aceptará ser parte de esto? Ella es fuerte, pero también testaruda."

"Por eso Mio es perfecta para el rol que hemos diseñado", respondió Wilbert sin dudar. "Desde el momento en que nació, he sabido que tenía el temple necesario para liderar. No tiene las inseguridades de Marcus, ni las distracciones que otros miembros del clan han desarrollado. Puede ser la próxima Lady Gremory, y con Marcus a su lado, consolidaríamos una facción capaz de rivalizar con cualquiera."

"Hablas como si el Consejo ya estuviera bajo nuestro control", comentó Sapphire, con una sonrisa astuta.

Wilbert se recostó en su silla, relajando la postura por primera vez en la conversación. "No están bajo nuestro control, pero muchos ya están del lado correcto. Sirzechs, por más poderoso que sea, está fuera del juego como posible heredero. Su papel como Rey Demonio lo ata a las necesidades del inframundo entero, no a las del clan Gremory. Y Rias... por mucho que lo intenten, es evidente que su futuro está en otra dirección. No tiene la ambición necesaria para liderar."

"¿Y qué pasa con los que aún se resisten a nuestra idea?" preguntó Sapphire, aunque parecía más curiosa que preocupada.

Wilbert soltó una leve risa. "El Consejo no es monolítico, pero entienden el poder cuando lo ven. Marcus es el hijo mayor, y aunque lo hayan ignorado por años, su posición no puede ser disputada cuando llegue el momento. Con Mio como Lady Gremory y él como su esposo, tendrán que aceptarlo, o arriesgarse a una división interna en el clan. Eso es algo que nadie puede permitirse."

Sapphire se inclinó hacia adelante, entrelazando sus dedos bajo su barbilla. "Y tú, querido, ¿estás completamente seguro de que esta es la mejor opción? Mio es nuestra hija, y no puedo evitar preocuparme por lo que esto podría significar para ella. Aceptar esta carga no será fácil."

Wilbert suavizó su expresión, algo poco común en él, y colocó una mano sobre la de su esposa. "Mio está destinada a algo grande. Lo sabemos desde el día en que nació. Lo que estamos haciendo no es solo por el bien del clan, sino por su propio futuro. Junto a Marcus, será imparable. Y él... él necesita a alguien como Mio para guiarlo, para recordarle quién es y lo que puede llegar a ser."

Sapphire guardó silencio por unos momentos, reflexionando sobre sus palabras. Finalmente, asintió. "Entonces, debemos proceder con cuidado. Marcus necesita tiempo para entender su valor, y Mio debe ser preparada para su papel. No podemos cometer errores."

"Lo sé", afirmó Wilbert, su tono firme pero tranquilo. "Pero tenemos el tiempo y los aliados necesarios. Esto es solo el comienzo. Cuando el Consejo vea lo que hemos construido, no tendrán más remedio que aceptar nuestra visión."

Sapphire sonrió, una mezcla de orgullo y determinación brillando en su mirada. "Entonces hagámoslo bien. Por Marcus, por Mio, y por el futuro del clan Gremory."

Wilbert se levantó, mirando por la ventana una vez más, donde las nubes comenzaban a disiparse. "Por el clan Gremory" repitió en voz baja.

- Marcus -

Pasaron varios días desde mi regreso de la región del norte. Aunque mi estadía con mi tío Wilbert había sido útil para pulir mis habilidades y aprender a manejar mis reservas mágicas con mayor eficiencia, no podía decir que había sido una experiencia placentera. Mi relación con él era funcional, nada más.

Cuándo regresé a hogar Gremory, esperaba encontrar todo tal como lo había dejado: la atención de mis padres centrada en Rias y la rutina diaria ignorándome por completo. Y, efectivamente, no me equivoqué. Lo que no anticipé fue el anuncio repentino de mi padre.

"Marcus, Rias, he tomado una decisión", dijo Zeoticus con tono solemne mientras ambos estábamos en la sala de reuniones junto con mi madre y algunos sirvientes. "Irán a Japón. Es hora de que exploren el mundo humano y amplíen sus horizontes."

Rias, como era de esperarse, estaba emocionada. Sus ojos brillaron con entusiasmo, y una sonrisa cruzó su rostro. Ella siempre había estado fascinada por el mundo humano, especialmente por la cultura pop y los lugares exóticos que mencionaban los sirvientes. Yo, en cambio, me sentí irritado.

"¿Japón?", pregunté, tratando de no sonar tan molesto. "¿Por qué ahora?"

"Es un lugar importante para nuestras operaciones en el mundo humano", explicó mi madre Venelana. "Además, Rias necesita familiarizarse con el mundo más allá del inframundo. Tú también, Marcus."

Era evidente que este viaje estaba diseñado para beneficiar a Rias, no a mí. Pero no tenía sentido discutir. Después de todo, ¿qué más podía esperar? Mi única satisfacción era que, al menos, podría ver un lugar nuevo y quizás aprender algo útil lejos de las sombras de mi hermana y mis padres.

- más tarde -

El grupo apareció en un callejón discreto en Japón, lejos de miradas indiscretas. La transición entre el mundo demoníaco y el humano siempre dejaba un leve zumbido en los oídos de Marcus, pero lo ignoró mientras ajustaba su capa para que no llamara demasiado la atención.

Rias, en cambio, parecía completamente cómoda. Su atuendo había cambiado para mezclarse mejor con los humanos, aunque todavía irradiaba una elegancia natural que resultaba difícil de ignorar. Caminaba con entusiasmo, explorando cada tienda que se cruzaba en su camino.

"¡Mira esto, Marcus!", exclamó Rias, sosteniendo un pequeño peluche de un animal que Marcus no reconoció. "¿No es adorable?"

Marcus miró el objeto con desinterés, sus ojos recorriendo la tienda con la esperanza de encontrar algo, cualquier cosa, que tuviera al menos un atisbo de energía mágica. Pero no había nada. Ni un cristal cargado, ni una runa básica, ni siquiera un artefacto sellado. Solo mercancías humanas comunes y corrientes: ropa, juguetes, y una interminable variedad de cosas inútiles.

"¿Adorable? Si te gustan los objetos sin valor mágico, supongo que sí," respondió Marcus, cruzándose de brazos mientras seguía mirando alrededor.

Rias hizo un puchero, colocando el peluche de vuelta en el estante. "Eres un aguafiestas, Marcus. Tienes que relajarte un poco. No todo en el mundo humano tiene que ser sobre magia."

Marcus la ignoró, su decepción creciendo a medida que exploraban más tiendas. A veces pensaba que el mundo humano tendría algo interesante que ofrecer, pero cada vez que lo visitaba, la realidad era otra. Y para empeorar las cosas, los lugares que realmente le interesaban –los controlados por seres sobrenaturales– estaban fuera de su alcance.

"Esto es una pérdida de tiempo," murmuró mientras salían de una tienda más.

Uno de los guardias, un demonio de menor rango, intervino con cautela. "Mi señor, el mundo humano tiene sus peculiaridades, pero también hay reglas estrictas. No podemos entrar en territorios sobrenaturales sin el riesgo de provocar un conflicto."

"Lo sé," respondió Marcus con irritación. "Pero no puedo evitar sentir que este viaje no es más que un entretenimiento para Rias. No tiene sentido para alguien como yo."

"Alguien como tú debería aprender a disfrutar las pequeñas cosas," replicó Rias, girándose hacia él con una sonrisa traviesa. "El mundo humano es más que magia y política. Hay belleza en su simplicidad."

Marcus suspiró, rindiéndose ante su entusiasmo. "Si dices eso, entonces ¿por qué no me muestras algo que valga la pena? Hasta ahora, todo lo que hemos visto podría ser descrito como... decepcionante."

Rias lo miró fijamente por un momento antes de soltar una risita. "¡Eso haré! Solo dame tiempo."

Mientras caminaban por las calles iluminadas por luces neón, Marcus seguía sintiéndose fuera de lugar. No podía evitar comparar este mundo con el suyo. Cada calle, cada edificio parecía tan vacío, tan carente de propósito. Sin embargo, una pequeña parte de él estaba intrigada por la insistencia de Rias.

Tal vez, pensó, el mundo humano tenía algo que él simplemente no había descubierto todavía. Aunque por ahora, todo lo que podía ver era un recordatorio constante de que este no era su lugar.

Rias sujetó con firmeza la mano de Marcus, ignorando sus protestas mientras lo arrastraba por las bulliciosas calles de la ciudad. Los guardias, atrapados entre la multitud y los giros inesperados de Rias, pronto los perdieron de vista.

"Rias, ¿qué estás haciendo?" preguntó Marcus con tono exasperado, aunque no retiró su mano.

"Ya lo verás," respondió ella con una sonrisa juguetona. "Confía en mí, esto te hará cambiar de humor."

Marcus no pudo evitar rodar los ojos, pero dejó que lo guiara. Finalmente, llegaron a un edificio que no parecía muy diferente de los demás, aunque tenía un letrero luminoso en la entrada con filas de letras.

"¿Un cine?" preguntó Marcus con curiosidad mientras veía el lugar.

"Sí," respondió Rias emocionada. "Es algo que los humanos disfrutan mucho. Vamos a ver una película."

Antes de que Marcus pudiera objetar, Rias ya había comprado las entradas y lo empujó al interior. El lugar era oscuro y estaba lleno de extraños olores, en su mayoría de comida que Marcus no reconocía. Sin embargo, al entrar en la sala, no pudo evitar sentirse intrigado.

La película resultó ser una aventura épica con combates, magia ficticia y giros inesperados. Para su sorpresa, Marcus se encontró completamente inmerso en la historia. Los efectos visuales eran impresionantes para algo creado por humanos, y la narrativa era entretenida, aunque un poco predecible.

Cuando salieron del cine, Rias lo miró con una sonrisa triunfante. "¿Y bien? ¿No fue divertido?"

Marcus, aún procesando lo que acababa de ver, dejó escapar una pequeña risa. "Debo admitir que fue... interesante. Los humanos son más creativos de lo que les doy crédito."

Rias pareció complacida por su cambio de humor. "Te dije que valía la pena. A veces, necesitas dejar tus cosas de nerd y simplemente disfrutar."

Ambos comenzaron a caminar por la ciudad, pero pronto se encontraron alejándose de las luces y el ruido, entrando en un bosque cercano. La noche era tranquila, con el sonido de grillos llenando el aire, y las estrellas brillaban débilmente en el cielo.

Marcus respiró profundamente, sintiendo una calma que rara vez experimentaba en casa. "Esto es mucho mejor," comentó mientras miraba alrededor. "El bosque tiene una energía que la ciudad no puede replicar."

Rias lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de cariño y curiosidad. "Siempre eres tan serio, Marcus. Me pregunto si algún día encontrarás algo que realmente te haga feliz."

Marcus se detuvo un momento, mirando hacia las estrellas. "Tal vez," respondió en voz baja. "Pero por ahora, esto es suficiente."

Rias asintió y continuaron caminando juntos, dejando atrás la ciudad y disfrutando del silencio del bosque.

- rias -

Desde el momento en que vio la expresión cansada y algo frustrada de Marcus al llegar a Japón, Rias supo que tenía que hacer algo. Era cierto que los guardias estaban allí para cuidarlos, pero también era cierto que ellos estaban allí para explorar el mundo humano y, al menos en su opinión, divertirse.

"Marcus siempre está tan serio," pensó mientras lo observaba mirar desinteresadamente los escaparates. Su hermano mayor nunca había sido el más fácil de tratar, pero Rias no podía negar que le importaba. Tal vez no siempre lo demostraba, pero una parte de ella quería que su hermano también pudiera relajarse y disfrutar de las cosas simples.

Por eso, cuando vio el cine, la idea surgió de inmediato. Sin decir mucho, lo tomó de la mano y lo arrastró, ignorando los reclamos de los guardias que quedaron atrás.

Mientras compraba las entradas, notó cómo Marcus suspiraba y miraba a su alrededor con una mezcla de incredulidad y resignación. Pero sabía que tenía razón; esto sería bueno para él.

Ya dentro de la sala de cine, mientras las luces se apagaban, Rias le lanzó una rápida mirada. Al principio, Marcus parecía indiferente, pero, poco a poco, lo vio interesarse en la película. La forma en que sus ojos se enfocaban en la pantalla y su postura se relajaba era todo lo que necesitaba para confirmar que había tomado la decisión correcta.

Cuando salieron, el cambio en su expresión era evidente. "Lo conseguí," pensó Rias con satisfacción al verlo esbozar una ligera sonrisa. Su comentario positivo sobre la creatividad humana solo reforzó su orgullo.

El paseo por el bosque fue un contraste agradable con el bullicio de la ciudad. Mientras caminaban bajo las estrellas, Rias no pudo evitar mirarlo de reojo. Siempre lo había sentido como un enigma. A pesar de ser su hermano mayor, había una barrera entre ellos que no lograba romper del todo.

"Siempre eres tan serio, Marcus," dijo en voz baja, sin planearlo mucho. "Me pregunto si algún día encontrarás algo que realmente te haga feliz."

Cuando Marcus se detuvo para mirar las estrellas, su respuesta fue breve, casi susurrada. Sin embargo, algo en su tono le indicó a Rias que era honesto.

En ese momento, Rias entendió algo importante: aunque Marcus no siempre expresaba sus emociones, los pequeños momentos como este eran los que lo conectaban con las personas a su alrededor. Y mientras él estaba dispuesto a compartir esos momentos con ella, Rias estaba decidida a no desperdiciarlos.

- ninguna perspectiva -

Rias y Marcus se detuvieron en seco cuando escucharon el grito. Un estremecimiento recorrió la espalda de Rias mientras miraba a su hermano, y sin intercambiar palabras, ambos comenzaron a correr en dirección al sonido. El bosque, antes pacífico, parecía volverse más denso a medida que se adentraban, el silencio de la noche roto solo por sus pasos apresurados. La tensión en el aire era palpable.

Al llegar a un claro, vieron una pequeña casa de estilo japonés. Las puertas de madera estaban abiertas, y una escena tensa se desplegaba ante ellos. Una mujer hermosa, de cabello negro azabache, se interponía entre un grupo de hombres armados con katanas y una chica joven que estaba claramente aterrada. La mujer estaba protegiéndola con una postura decidida, mientras los hombres samuráis avanzaban con intenciones hostiles.

Rias no dudó ni un segundo. "¡Marcus!" gritó, antes de levantar su mano. Una esfera roja de energía demoníaca apareció en sus dedos, y con un movimiento rápido, la lanzó directamente hacia uno de los hombres. La explosión de energía desintegró al atacante, enviando ondas de choque a su alrededor. Los otros hombres se sorprendieron por la rapidez del ataque, pero no tardaron en contraatacar.

Sin perder un segundo, Marcus desenvainó su espada, con una expresión imperturbable en su rostro. Con la misma eficacia y velocidad con la que había cortado algunos árboles días atrás, atacó a varios de los hombres, cortando sus espadas y desarmándolos sin siquiera gastar una pizca de su poder demoníaco. La precisión de sus movimientos dejaba claro que el combate no le era un desafío, su cuerpo entrenado reaccionando con la misma naturalidad que respiraba.

En cuestión de segundos, la amenaza de los samuráis desapareció. Rias miró a su alrededor, asegurándose de que ya no quedaran más enemigos, mientras Marcus limpiaba su espada con calma, su mirada fija en la joven que había estado bajo protección.

La mujer de cabello negro observó a Rias y Marcus con una mezcla de gratitud y cautela. Entonces, con una voz suave pero firme, habló: "Gracias, pero... ¿quiénes son ustedes?"

Rias, sintiendo que ya había actuado sin muchas explicaciones, dio un paso al frente con una expresión más cálida. "Soy Rias Gremory, y él es mi hermano, Marcus. Nos gustaría saber qué está ocurriendo aquí."

La mujer asintió lentamente, todavía protegiendo a la chica detrás de ella, y a medida que las tensiones disminuían, comenzó a explicarse. "Soy Shuri Himejima, esposa de Baraqiel, un ángel caído. Esta es mi hija, Akeno." Su voz se suavizó al mencionar a su hija, y miró a la chica que aún estaba temblando, pero ahora observaba a Rias y Marcus con una mezcla de asombro y curiosidad.

Akeno, la chica, tenía una mirada penetrante, algo distante, pero aún así cálida. El hecho de que fuera una "media caída" era evidente en sus ojos, los cuales contenían algo más que la simple humanidad de su madre. Rias notó que Akeno era especial, aunque no podía precisar de inmediato qué la hacía tan intrigante.

Al escuchar la revelación sobre la conexión con los ángeles caídos, Rias se quedó en silencio por un momento. Luego, en un impulso, se acercó un poco más a Akeno, mirando a su madre primero. "Te ofreceremos nuestra protección," dijo Rias de manera firme, pero con una sonrisa amable. "Es un honor conocer a la hija de Baraqiel. No dejes que esos hombres te intimiden más."

Shuri la observó con un leve suspiro, claramente aliviada por la oferta, aunque sabía que la situación aún estaba lejos de resolverse. "Te agradezco, Lady Gremory. No sé qué haríamos sin tu ayuda." Luego, sus ojos se posaron en Marcus. "Y a ti también, joven Gremory. Me impresiona cómo manejaste a esos hombres."

Marcus, con su mirada algo distante, hizo un gesto de indiferencia. "No fue nada." Aunque no era un hombre de muchas palabras, su actitud mostraba su disposición a ayudar.

"¿Por qué estaban atacando?" preguntó Rias, frunciendo el ceño.

Shuri respiró hondo antes de hablar, su rostro mostrando una mezcla de tristeza y enojo. "Esos hombres... son miembros de mi propia familia, del Clan Himejima. Un clan de hechiceros antiguos, con una larga historia en la caza de yokai. Me consideran una vergüenza, no digna de mi apellido una puta marcada por la maldad de un caído."

Rias frunció el ceño, sin comprender del todo la situación. "¿Por qué te atacan, entonces?"

Shuri se quedó en silencio un momento, como si tomara fuerzas para relatar su dolorosa historia. "Hace años, mi vida cambió cuando me enamoré de Baraqiel, un ángel caído. El mismo Baraqiel que una vez sirvió en el ejército de los cielos antes de su rebelión. Quedé embarazada de Akeno, pero eso fue lo que marcó mi condena. Mi familia no aceptó mi relación, y mucho menos que tuviera un hijo de un ángel caído. Me expulsaron del clan, me rechazaron como hija y esposa, y desde ese momento viví bajo el peso de su desprecio."

Rias la miró con sorpresa, sin saber qué decir. La historia era más compleja de lo que había imaginado.

Shuri continuó, su voz temblorosa pero firme. "Lo peor vino después. Baraqiel nunca regresó después de una misión importante. No supe nada de él durante un año completo. Mi familia, sabiendo de su ausencia, se volvió más confiada y complacida. Creyeron que estaba muerto, que él no volvería. Y en ese momento, pensaron que era la oportunidad perfecta para deshacerse de lo que consideraban una 'peste'. No sólo me veían como una vergüenza, sino como un estorbo que podría manchar su linaje."

Los ojos de Shuri brillaban con dolor y frustración. "Esos hombres que me atacaron... son esa parte de mi familia que me desprecia mi y a mi hija. Pensaban que, si me eliminaban a mí y a Akeno, todo se resolvería. Ya no tendríamos más valor para ellos, y la mancha de mi relación con un ángel caído desaparecería para siempre."

Rias se quedó en silencio, procesando todo lo que acababa de escuchar. Akeno, que había estado callada hasta ese momento, miró a su madre con una expresión de tristeza profunda. "Madre..." susurró, sintiendo el peso de lo que había revelado.

La joven, aunque parecía contener su dolor, parecía también estar lista para lo que estaba por venir. Rias, por su parte, miró a Shuri y asintió con seriedad. "Entiendo lo que has pasado. Y también entiendo por qué tu familia quiere deshacerse de ti. Pero no lo permitiré. No ahora que conocemos la verdad."

Shuri la observó, algo sorprendida por la firmeza en la voz de Rias. "¿Qué harás? Mi familia está demasiado involucrada, son poderosos, y mi esposo desaparecido... No sé qué más hacer."

Marcus, que había permanecido en silencio durante todo el relato, se acercó con paso tranquilo. "Un pequeño clan de humanos no podrá contra un Clan de demonios, y dudo que cualquier facción que esté asociada con tu familia, quedará ir a guerra por una simple mujer" dijo Marcus haciendo que rias golpear su hombro "El idiota tiene razón no debería preocuparse" dijo rias con una sonrisa.

"Gracias," murmuró Shuri, dejando que su voz temblara por la gratitud que sentía. Sabía que el futuro sería incierto, pero con la ayuda de estos dos jóvenes, quizás habría una oportunidad para sobrevivir y prosperar nuevamente.

- más tarde -

Rias y Marcus se retiraron un poco para ponerse en contacto con Sirzechs, utilizando un hechizo de comunicación que les permitiera hablar con él sin estar presentes físicamente. Después de unos momentos de espera, la figura imponente de su hermano mayor apareció en la pantalla mágica, su rostro reflejando seriedad y atención.

"Rias, Marcus, ¿qué sucede? ¿Por qué esa urgencia en contactarme?" La voz de Sirzechs era grave, pero también preocupada al notar la tensión en sus rostros.

Rias no perdió tiempo. "Sirzechs, hemos encontrado a alguien en peligro. Es una mujer llamada Shuri Himejima, y su hija, Akeno. Ambas están siendo atacadas por su propia familia. Es un clan de hechiceros poderosos, y quieren deshacerse de ellas debido a la relación de Shuri con Baraqiel, un ángel caído. Necesitan protección."

Sirzechs escuchó atentamente la información proporcionada por Rias y Marcus, inicialmente confundido, pero pronto su expresión se tornó más seria. Como el actual Lucifer y líder de los Cuatro Reyes Demonios, comprendía el peso de involucrarse con la familia de un ángel caído, especialmente cuando se trataba de un cadre como Baraqiel.

"Si decidimos proteger a esta mujer y a su hija, debemos ser conscientes de lo que esto significa para nuestro poder y para la dinámica entre las facciones. Interferir con la familia de un ángel caído no es algo que podamos hacer sin consecuencias," dijo Sirzechs con una voz grave y medida. "Las relaciones entre las facciones bíblicas son complicadas. No solo hablamos de demonios y ángeles caídos, sino también de humanos y seres sobrenaturales que todo esto podría afectar. Si esto se descubre, existe el riesgo de iniciar otra guerra que pondría en peligro todo lo que hemos construido."

Marcus intervino con confianza, su tono mostrando no solo persuasión, sino también astucia. "Hermano, esto podría ser una oportunidad para nosotros. Proteger a Akeno y Shuri podría mostrarnos en una luz favorable ante el resto del mundo sobrenatural. ¿Qué mejor manera de ganar influencia y poder que ayudando a la familia de un enemigo? Sería un acto público que mostraría que estamos dispuestos a ponernos del lado correcto de la justicia, incluso si eso significa proteger a aquellos que, en teoría, deberían ser nuestros enemigos."

Sirzechs exhaló, sopesando las palabras de su hermano. "Pocos verían esto como una acción de neutralidad, Marcus. La mayoría lo interpretaría como una ofensa directa a Baraqiel. Esto sería como colocar una diana sobre nuestra cabeza."

Tras unos segundos de reflexión, Sirzechs añadió, "La única forma de manejar esta situación sin desatar un conflicto es si, al menos, uno de vosotros reclutáis a Akeno en vuestra nobleza. De esa forma, podemos manejar la situación de manera diplomática y evitar la ira de los Caídos o cualquier otra facción. Cualquier otra opción solo nos pondría en un riesgo mucho mayor."

Rias miró a Marcus antes de hablar. "Entonces, lo que estás sugiriendo es que, si recluto a Akeno en mi nobleza, eso evitaría que esto cause un conflicto directo con los Caídos. Pero eso significaría que, al hacerlo, ella pasaría a ser una de mis piezas, una sirvienta dentro de mi nobleza."

Sirzechs asintió. "Exacto. Akeno ganaría las ventajas de ser un demonio, obteniendo poder, rango y un futuro dentro del mundo demoníaco. Pero también quedaría atada a tu servicio, Rias. Es un contrato que ambos deben aceptar. Y debes ser consciente de que cualquier paso en falso podría traer consecuencias imprevisibles."

La tensión era palpable, pero Rias lo meditó por unos momentos, evaluando todas las opciones posibles. Finalmente, miró a Akeno y luego a Marcus. "Creo que es la única forma de hacerlo. Si aceptamos a Akeno en nuestra nobleza, podríamos protegerla sin incitar la furia de los Caídos. Y en el proceso, se ganaría el poder y la protección que necesita."

Akeno, aunque desconcertada por la oferta, sabía que no tenía muchas opciones si quería sobrevivir. "¿Entonces... qué significa esto exactamente? ¿Qué debo hacer?"

Rias, con una mirada seria pero amable, respondió: "Te ofreceré la posición de Reina en mi nobleza. Serás una de mis piezas, y como tal, obtendrás todo lo que conlleva ser parte de nuestra familia. Ganarás poder, rango, y la oportunidad de crecer como demonio. Pero, a cambio, tendrás que servir a mi voluntad. Serás mi sirvienta, pero a cambio de ese servicio, podrías ascender y alcanzar un rango más alto si demuestras tu valía."

Akeno miró a Rias, luego a su madre, y finalmente a Marcus. "Entiendo... Aceptaré, si eso me da una oportunidad de estar a salvo y proteger a mi madre. No tengo muchas opciones."

Rias asintió, dándole una sonrisa alentadora. "Te protegeré, Akeno. Y juntos, podremos hacer frente a cualquier amenaza que se nos presente."

Marcus, viendo que la situación comenzaba a resolverse, respiró aliviado. "Este es solo el comienzo, Akeno. Pero con el tiempo, te darás cuenta de que no es un mal trato. Ser parte de los Gremory tiene muchas ventajas."

Después con rias terminar el proceso Sirzechs en el momento que lo hizo, apareció junto algunos serpientes, y los guardias, que bien escapado que no se miraban muy felices. Sirzechs se llevó a madre hija llevándolos a un nuevo hogar, dejando a sus hermanos, se re llevados por los guardias, enojados que llevaba ambos jóvenes de Huertas a su hogar.

Cuándo regresaron fueron regañados por sus padres, ambos fueron mandados a sus habitaciones, pero ninguno se arrepintió de nada este día, ambos gemelos, volviéndose más cercanos.

- Zeoticus -

Zeoticus estaba sentado en su oficina, rodeado de montones de informes y documentos sobre el futuro del clan Gremory. Con su rostro serio y pensativo, repasaba cada página con atención meticulosa, los ojos fijos en los detalles más pequeños. Mientras lo hacía, su mente divagaba hacia un lugar más oscuro y personal, donde sus pensamientos se centraban en sus hijos, especialmente en los recientes cambios que le habían sido impuestos.

Malditos problemas de sucesión... pensó para sí mismo. La elección de Sirzechs en aceptar el puesto como Lucifer, el hecho de que él tuviera que ceder el título y el puesto, lo había dejado con una amarga sensación de resentimiento. Sirzechs, su hijo mayor, era ahora el nuevo Lucifer. Y aunque lo comprendía desde el punto de vista estratégico, algo dentro de él no podía evitar sentirse desplazado. La situación lo había forzado a pensar más allá de su heredero directo, forzándolo a considerar la posibilidad de engendrar más hijos para asegurar el linaje.

Pero, en medio de su desazón, su mirada se desvió hacia su hija menor, Rias. Rias... Aunque había sido consciente de su poder y potencial desde temprana edad, Zeoticus había puesto más atención en ella, en su formación y sus capacidades. Lo hacía por una razón específica: el poder de la destrucción. Este poder, tan único y valioso, debía mantenerse dentro de la familia Gremory. No podía permitir que cayera en manos ajenas. Y para asegurar que este poder se quedara con ellos, había considerado, y de hecho ya estaba contemplando, la posibilidad de comprometerla con Marcus, su hijo del medio.

Las opciones eran limitadas, pero el objetivo era claro: alinear la familia para asegurar el poder y el futuro. Mientras observaba los contratos matrimoniales de otras familias, Zeoticus se dio cuenta de lo que estaba en juego. Los hijos de la primera esposa siempre tenían prioridad sobre los demás en cuanto a derechos y herencias. Un matrimonio estratégico con alguien de una familia poderosa garantizaría la estabilidad y el poder del clan, especialmente si lograba asegurar que ese matrimonio involucrara los poderes más deseados.

Pensó en su cuñado, el actual Lord Bael, y en cómo podría manipular la situación para su beneficio. El matrimonio entre Rias y uno de los Bael podría no solo asegurar el poder de la destrucción, sino también afianzar una alianza estratégica entre las dos casas más poderosas del inframundo. Y más aún, la idea de comprometer a la hija del Clan Phoenix también se le presentó como una posibilidad atractiva. La regeneración de los Phoenix, combinada con el poder del fuego, sería un complemento impresionante para cualquier niño que pudiera heredar el poder de la destrucción. El pensamiento de tal unión le hizo sonreír de forma satisfactoria. Un niño con la regeneración del Clan Phoenix y la destrucción de los bael sería una fuerza imparable (en el caso que Marcus podría engendrar un hijo con el poder de la destrucción).

Sin embargo, sus pensamientos sobre Marcus no eran menos complicados. A diferencia de Sirzechs, Marcus no había sido reconocido formalmente como heredero de la casa Gremory, lo que lo dejaba vulnerable a los intentos de otros clanes para aprovechar su potencial. Su propia corte estaba llena de facciones y personas interesadas en asegurar a Marcus como esposo para sus hijas, lo que solo complicaba aún más las cosas. Williams y Ramusas eran dos de los principales interesados en involucrar a sus hijas con Marcus. Si bien era algo común que los hermanos y las familias en la corte intentaran manipular los matrimonios para asegurar su propia influencia, esto era un nivel completamente nuevo de intriga política.

Zeoticus recordó los tiempos cuando Sirzechs aún era el heredero y los esfuerzos similares que tuvo que hacer para proteger sus intereses. Ahora, sin embargo, todo estaba más complicado. Aunque sus hermanos aún no habían tenido hijos en el tiempo cuando su hijo mayor era su heredero pero ahora...

Los movimientos dentro de la corte eran claros: muchos estaban comenzando a ver a Marcus como una valiosa pieza en sus propios planes. Lo que antes era un juego de poder relativamente sencillo se había convertido en un campo de batalla de estrategias y alianzas.

Debo actuar con rapidez... pensó Zeoticus, trazando mentalmente las jugadas. Si quería que su familia se mantuviera en el poder y asegurara su linaje, necesitaba tomar decisiones claras. Los contratos de matrimonio debían ser cuidadosamente seleccionados, y las alianzas, aseguradas. Cada movimiento contaba.

Con un suspiro, Zeoticus apartó un montón de informes y miró a través de la ventana de su oficina. No puedo permitirme perder el control ahora... Reflexionó por un momento sobre el legado de su familia, sobre la necesidad de asegurar el poder para las generaciones futuras. Su misión era clara: asegurar el poder de la familia Gremory a toda costa, ya fuera mediante matrimonios estratégicos, manipulaciones sutiles o alianzas con los clanes más poderosos del inframundo.

Por el bien de su familia, no podía dejar nada al azar.

Fin del capítulo