La noche anterior fue increíble. Penny recordaba haberse divertido con sus hermanos e incluso con Zoren. No hubo ningún evento grande después, y se quedaron hasta el final de la velada.
Pero de alguna manera...
Penny se sentó en la cama, mirando hacia la nada, aturdida.
—Renren... —murmuró en trance—. ¡Eres una bestia!
Salió de su embelesamiento, agarrando la manta sobre su pecho desnudo. Aunque la noche anterior había sido divertida y terminó pacíficamente, Penny se encontró siendo presa en el momento en que llegó a casa. Ni siquiera podía recordar haberse lavado; no había tenido tiempo, y cuando finalmente lo tuvo, ya no le quedaban energías.
—Ah, por Dios —se alborotó el cabello débilmente, suspirando mientras echaba un vistazo a las nuevas marcas de amor en su pecho.
Pensando en la noche pasado, frunció el ceño ante la intensidad de lo que había sucedido después de que regresó a casa. Le provocaba una mezcla de emociones, pero la fatiga reinaba por encima de todo.